VIERNES, 22 DE NOV

Cuando el poder terrateniente acorrala al pequeño campesino

Daniel Salvalliotti posee muy pocos animales y viene siendo atormentado por un empresario ganadero. Ante reiteradas denuncias infundadas, buscan cercenarle la posibilidad de acceso a los espacios públicos. “A este terrateniente le molesta que yo esté ubicado en las costas del Salado, por eso me hostiga”, le dijo a Conclusión.

 

Por Alejandro Maidana

La discusión sobre la imperiosa necesidad de avanzar en políticas públicas para el acceso a la tierra, sigue consolidándose y ramificándose a lo largo y ancho del país. Pequeños productores campesinos, familias de agricultores y quienes sostienen estoicamente las chacras mixtas, lejos de cesar en su justo reclamo, se organizan buscando amplificar las voces valientes que nacen desde el otro campo.

El modelo productivo actual se encuentra atravesando una profunda e inocultable crisis, que solo puede ser enmascarada gracias al furibundo lobby mediático del que goza. El modelo agroexportador ha demostrado cabalmente que no es una solución para el problema del hambre y la exclusión, en un país rico pero desigual al punto de lo deshumanizante. Mientras tanto, es vital que el Estado abrace a aquellos que ponen los alimentos sobre la mesa de los argentinos, impulsando otras lógicas, consolidando un necesario y emancipador camino hacia la soberanía alimentaria.

Un hostigamiento que persigue como fin último el desplazamiento

Sobre la hidrovía 3, solo 50 km al este de Tostado y a orillas del río Salado, tiene su rancho y algunos animales vacunos Daniel Salvalliotti. Como tantos pequeñísimos productores ganaderos, sacan a pastorear sus animales sobre caminos públicos no transitables o “perdidos”, linderos a largas extensiones territoriales, y muchas veces cercanos a cursos de agua naturales que utilizan para el abrevado de su hacienda.

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Algunos propietarios, vecinos, se sienten molestos ante esta práctica o modo de crianza de sus pocos animales, y no escatiman esfuerzos para expulsar de ese espacio público a los campesinos. La concentración de tierras impone sus propias leyes, las que nacen desde una abultada billetera que parece llevarse puesta cuanta institución ose en intentar ponerle freno.

El pasado domingo 8 de noviembre, Salvalliotti sufrió un allanamiento en su rancho, encontró tanto sus pertenencias como animales desparramados por todas partes. Se lo acusa de robo de animales, algo que se cae por su propio peso, ya que al tener Daniel muy pocos vacunos, bastaría con escasos segundos para contarlos y percatarse de la existencia de un “excedente” que pudiera incriminarlo.

“Resulta lógico que ante un alambrado endeble los animales lo salten y se mezclen, y tremendamente ilógico, suponer un acto ilícito cuando los animales están en terrenos lindantes, a disposición de quien quiera verlos”, sostuvieron desde AMRAF, asociación que a través de la figura de Mónica Polidoro acercó su inmediata colaboración al campesino.

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Un modus operandi harto conocido por aquellos y aquellas que vienen siendo víctimas del accionar del poderoso. “Es muy claro que el problema se centra en el uso y tenencia de la tierra, cada vez más concentrada en pocas manos, y también en la avaricia de unos pocos que cuestionan y atentan con las posibilidades del buen vivir del campesinado, de sus hogares, que enfrentan todo tipo de dificultades; como en este caso, en el que de manera sistemática se le quiere impedir el acceso a tierra pública no utilizada y al agua del Río Salado”, sostuvo Polidoro.

Este es un tema que desde AMRAF se viene denunciando desde siempre. Ya en el año 2018 mantuvieron reuniones con Autoridades Provinciales de aquel momento, que convocaron a las partes en conflicto a dialogar con el propósito de alcanzar una solución razonable; sin embargo esta instancia nunca pudo concretarse por la actitud negativa del propietario denunciante. “Hoy nuevamente apelan a la judicialización con cualquier pretexto. Por todo esto desde AMRAF levantamos una vez más nuestra voz para visibilizar una problemática que merece ser atendida y resuelta con mediación estatal, intervención que podría evitar que nuestros campesinos sean nuevamente maltratados y expulsados de la tierra, de la producción y de su trabajo, a partir de la cual muy dignamente sostienen sus hogares”.

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Esta persona envía a sus empleados con el ganado para que se mezcle con el mío, claramente para después salir a decir que soy yo quién les saca sus animales. Eso es lo que hacen para poder tener pruebas y enviarme a la guardia rural «Pumas».

Para conocer en profundidad el conflicto suscitado a orillas del Salado, Conclusión pudo acceder a la palabra de Daniel Salvalliotti, un hombre viudo y sostén de tres hijos. “Este  domingo llegué al rancho y encontré todo desparramado al igual que mis animales, me dijeron que la guardia rural <Pumas> me había juntado la hacienda el día sábado y que se debió a un allanamiento, nunca me habían notificado del mismo. Hay un señor, un gran ganadero que yo le molesto por encontrarme en las costas del Salado y en numerosas oportunidades me acusa de robarle animales, yo tengo pocos y fácil de contar y comprobar. Me siento perseguido por la justicia”, indicó.

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Un amedrentamiento que se inicia después del fallecimiento de quién fuera el dueño de las 5 mil hectáreas que hoy están en el ojo de la tormenta. “Con el papá de quién hoy me persigue nunca tuve inconveniente alguno, todo lo contrario. Esta persona envía a sus empleados con el ganado para que se mezcle con el mío, claramente para después salir a decir que soy yo quién les saca sus animales. Eso es lo que hacen para poder tener pruebas y enviarme a la guardia rural <Pumas>, yo me pregunto por qué no le cuentan primero la hacienda al señor en lugar de hostigarme “, indicó Salvalliotti.

A esta gente le molesta que mis animales se sirvan del curso de agua que está a disposición de todos, que utilice los caminos que quedan sin alambrar para que puedan pastorear, incluso que haya que gente que pare en mi rancho para poder pescar en el Salado.

Un camino que iniciaría hace 20 años y que hoy lo encuentra sosteniendo a una familia y anteponiendo la dignidad, como único estandarte. “Tengo una hija del corazón que tiene 26 años y vive en Rafaela, ella ya me hizo abuelo, a cargo mío tengo dos chicos de 10 y 14 años. Vivo de lo que produzco, solo persigo darles una buena educación a mis hijos. A esta gente le molesta que mis animales se sirvan del curso de agua que está a disposición de todos, que utilice los caminos que quedan sin alambrar para que puedan pastorear, incluso que haya que gente que pare en mi rancho para poder pescar en el Salado. Esta es una bajada pública y yo no puedo prohibirle el tránsito a nadie, en definitiva lo que buscan es expulsarme del lugar, quedarse con estas tierras, por ello me persiguen con la justicia, pero vamos a resistir”, concluyó.

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