El Efecto: ‘Pájaro’ Gómez, el argentino que puso a bailar a América Latina

Todo en Vilma Palma es exacerbado, el éxito, el fracaso, las fiestas con alcohol de por medio en las que se les ocurrió formar la banda, que, a base de hits, conquistó el continente.

 

Un millón de discos vendió la primera placa de Vilma Palma e Vampiros. Algo así como si absolutamente todos y cada uno de los habitantes de Rosario hubieran adquirido el CD. El cantante de la banda, Mario ‘Pájaro’ Gómez todavía no lo puede creer. Y la cosa recién empezaba. Inmediatamente sus temas empezaron a sonar en todas las radios del país. Bye Bye, por ejemplo, segundo corte del disco, lideró los charts porteños durante diez semanas consecutivas.

Al éxito le sobrevinieron shows por todo el país y el extranjero y habituales presentaciones en los míticos Ritmo de la Noche y Hacelo por Mí de Tinelli y Pergolini, que rompían el rating televisivo de los ’90. Así, casi de la noche espirituosa a la mañana desconcertada, la banda se volvió una de las preferidas de América Latina, llenando estadios en Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Bolivia, y demás países.

 

Pero no fue algo pasajero. Si bien hubo tuvo etapas “de mierda”, en las que “no salía ningún show” -cuenta el Pájaro-, aún hoy siguen girando por toda América. De hecho, vienen de tocar ante 15 mil personas en Guayaquil y en dos semanas serán una de las bandas principales del Festival Cordillera, el más importante de Colombia, donde compartirán escenario con Juan Luis Guerra, Molotov, Fito Páez, Trueno, Babasónicos, entre otras bandas y solistas top del continente.

Actualmente, unas 4 millones de personas por mes escuchan a través de Spotify sus temas. Estrenaron un tema hace pocas semanas y un remix de Auto Rojo con Marama, que hasta el momento fue visto por más un millón de usuarios.

De la batería a la máquina de hits

Identikit quedó en el recuerdo de los melómanos de la época como una de las mejores bandas del país. Pero al separarse, el sueño del Pájaro de triunfar en la música quedó trunco.

En una de las tantas salidas con excesivas dosis de alcohol de por medio junto a Jorge Risso y Gerardo “Largo” Pugliani (guitarrista y bajista) al boliche Mengano, y con algunas melodías en la cabeza, Gómez les propuso armar una nueva banda. Así, en la primavera del ‘90, se internaron en la sala Camote Records, donde ensayaban casi todos los días. Ahí se cocinaron los primeros éxitos, entre ellos “La Pachanga”, el mayor hit de la banda.

El tema, como una bomba, detonaba todos los boliches de la ciudad, luego las radios, para rápidamente ser plasmado en un disco en agosto de 1991. “Cuando lo vi en la disquería me quedé tildado mirándolo. Dije ‘por fin lo logramos’”, recuerda Mario. “El disco es terrible, lo escuchás y te parte la cabeza”, completó el músico.

Pero, como si fuese poco, no era el único clásico que iba a contener esa primera placa. También estaban Bye Bye, Cumbia, entre otros. “El segundo disco es mejor que el primero, no sé cómo mierda lo hicimos”, se pregunta con humildad Gómez. Es que en 3980 ya aparecerían hits como Verano Traidor (para el cantante el mejor tema de la banda), Me vuelvo loco por vos, Mojada y Auto Rojo.

Un cóctel de sonidos

Cuando su madre profesora de piano llegó a casa con el disco Por Siempre Beatles, Penny Lane le voló la cabeza. Fue la puerta a otras bandas como Deep Purple, Led Zeppelin, Emerson Lake and Palmer, Genesis, Yes, Gentle Giants y demás grupos de rock sinfónico. Para Mario, los ’80 fue la mejor época porque se pergeñaba la música que más le gusta, el pop. “Yo tenía una coctelera de cosas en la cabeza, entonces dije cómo hago para sacar algo de todo eso. Ahí empecé a escupir melodías”.

Así comenzó a tocar ni más ni menos que con su compañero del colegio Dante Fito Páez. “Le dije que sabía tocar la batería y no sabía nada”, ríe. Así que no le quedó otra que aprender. Con otros promisorios músicos formaron Neonalia y Staff, con la que llegaron a tocar en el teatro La Comedia y Lavardén. “Fito ya pelaba, se le veía”, recuerda.

En contraposición, reconoce entre risas: “Yo soy un caradura intuitivo, abandoné la Escuela Nacional de Música y las clases de batería. Todo lo hice de oído”.

Sobredosis de hits

Todo en Vilma Palma es exacerbado, el éxito, la fama, el fracaso, las fiestas y el alcohol. De ensayar en la zona norte de Rosario a tocar ante miles de personas por todo el continente, el vértigo se sintió: “Me re pegó el éxito, te agrandabas, obvio”, confiesa el líder de Vilma Palma.

Extrañamente, más allá del arrollador suceso, Mario seguía trabajando en la empresa mayorista de materiales eléctricos de su padre, en la que, entre otras cosas, repartía los pedidos. “Mi viejo me dijo ‘no te voy a mantener’, que tenía que ir a trabajar con él”. Al final a su padre no le quedó alternativa que rendirse ante el fenómeno de la banda y Mario pasó a ser frontman full time.

Pero la máquina de hacer hits comenzaba a fallar. Y tras tres discos plagados de éxitos, el cuarto no tuvo la recepción esperada. Para el Pájaro, la explicación es sencilla: “El disco fue una mierda”, detalla sin medias tintas. De esta manera, llegaría una etapa de sequía que derivarían en problemas internos en la banda. “Ahí tuve mi peor época porque salía de jueves a domingo”, recuerda sobre los años más oscuros que le tocó atravesar.

Entonces, como manotazo de ahogado, con ‘Largo’ fueron a probar suerte a Estados Unidos. Allí un inesperado éxito los esperaba, hasta que luego de varias temporadas, su lugar de nacimiento empezó a tirar, y de vuelta arraigados en Rosario, desde hace unos quince años la banda no para.

Vilma sigue bailando

Si bien continúan haciendo canciones, Mario confiesa que “casi ni ensayamos, es ir y tocar, es un trabajo”. Con respecto a la Vilma de los comienzos, la nueva formación “es muy buena, pero la original es única”.

“Es un fenómeno raro lo que pasa con Vilma, porque no somos la banda del momento, pero “nos piden de todos lados”, comenta con gratitud. “Me pone feliz, ni los pibes de la banda saben lo que yo pienso. Es una bendición que te escuche tanta gente”, continúa.

Los más de treinta años de trayectoria de la banda, para el Pájaro, se resumen en “ganas, empuje, amor propio, y algo de talento”.

Más allá de las décadas sobre el escenario, el Pájaro le escapa a la definición de músico: “Soy un intuitivo pseudo caradura, un improvisado”. “Yo amo la música, todos los días tengo una melodía en la cabeza”, remarca el cantante. Aunque, con la exigencia que lo caracteriza, afirma que lo que está haciendo en este momento no le gusta tanto, “pero no voy a dejar de sacar canciones, a eso vine a la Tierra, al mundo, así que lo voy a seguir haciendo”.

 

 

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