JUEVES, 07 DE NOV

Joaquín Vázquez, el camino de un sociólogo que decidió compartir sus días con la comunidad Wichí

Nacido en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, este joven eligió ponerle el cuerpo a las problemáticas que condicionan la cotidianeidad de los pueblos preexistentes. “Trabajar en las zonas más pobres de la Argentina es un desafío maravilloso”, le dijo a Conclusión.

Por Alejandro Maidana

Escudriñando su derrotero, no debería sorprender que para Joaquín Vázquez la figura de Claudio “Pocho” Lepratti serviría como guía y referencia máxima en su adolescencia. Algunos podrán pensar que el haber compartido la misma tierra que los vio nacer, podría servir como parangón a la hora de entrelazar caminos, pero claro, la militancia social no suele ser apetitosa para aquellos que suelen hacer culto del ombligo, este no sería el caso.

“Pocho para mí fue una bandera, no solo por ser ambos de Concepción y de haber concurrido a la misma escuela, sino que tenemos una formación muy similar”, relataría quién abandonó la comodidad citadina para adentrarse a lo más frondoso e impenetrable del monte chaco salteño.

Las causalidades, la militancia social, y un compromiso claro que encontró las colectoras necesarias para desembarcar en una experiencia fabulosa. “Cuando llegué a Buenos Aires persiguiendo el sueño de recibirme de sociólogo, era imposible proyectar tamaña experiencia como la que estoy llevando a cabo. Mi ligación con las comunidades nace desde uno de mis últimos trabajos en la carrera, cuando en el mismo profundicé los conflictos sobre tierras de las comunidades Wichís en el chaco salteño”, cuenta Joaquín.

La posibilidad de conocer e investigar a las comunidades de Salta y Formosa como puntapié inicial, “esto fue en agosto del 2013, compartí la experiencia con chicos que estudiaban medicina en Cuba. Uno de ellos era Wichí, es por ello que cada vez que regresaban a la Argentina visitaban la comunidad para realizar estudios. En ese intercambio de saberes, conozco a una familia Wichí del lugar y decido quedarme a vivir con ellos para empaparme de su cultura y costumbres”.

En marzo del 2014, aquel pibe inquieto y sensible que a través de la sociología persiguió abrazarse a profundas experiencias de vida, vería cristalizado su sueño. “Una embarcación y un inhóspito lugar del chaco salteño se convertiría en mi refugio. Fueron momentos duros, ya que por espacio de dos meses estuvo buscando trabajo, pero el horizonte finalmente se aclaró, pude ingresar a dar clases en un instituto terciario intercultural bilingüe formando futuros profesores”.

Debido a la aparición de esta gran oportunidad, Joaquín tuvo que migrar unos kilómetros. “Rivadavia Banda Sur, pegadito al Chaco y abajo del Bermejo, un lugar sumamente aislado en el departamento más pobre de Salta. Allí comencé a trabajar con la gente, y las 15 comunidades del lugar me eligieron como asesor, si bien mi misión estaba ligada a la educación, fueron surgiendo otras cuestiones medulares vinculadas a la tierra, viviendas, el trabajo y la salud. Fueron 4 años de mucha actividad en ese lugar”, comentó.

La persecución política e ideológica desembocaron en que el joven sociólogo terminara perdiendo su trabajo. La importancia del legado, “en esos cuatro años pudimos gestionar lo que finalmente se concretó, una escuela secundaria en la comunidad Wichí, la primera en ese municipio que lleva funcionando tres años. También pudimos armar dos bibliotecas, uno en el pueblito de la Unión y otra en la comunidad donde vivía, creamos la Secretaría de Pueblos Originarios Municipal, como así también podemos destacar que estamos dentro de la Red Intercultural de salud”.

Un trabajo a pura conciencia y sensibilidad que permitió ir fracturando el aislamiento al que estaban expuestas las distintas comunidades. La inexistencia de radios, acceso a internet, 150 km de ripio y más de 8 horas en colectivo para poder llegar a Salta capital, habla a las claras de la necesidad de llevar adelante este proceso.

Complicado desde lo material, ya que nuevamente debió enfrentar la falta de trabajo, Formosa sería su nuevo destino. “En el departamento Ramón Lista, el más pobre del país, junto a otras comunidades Wichís trabajé con organizaciones de artesanas hasta que pude ingresar a un colegio secundario. En ese establecimiento tengo proyectos presentados y llevo adelante un acompañamiento con jóvenes que tienen dificultades para continuar con sus estudios. En estos momentos estoy con uno de residencia universitaria en Salta, en donde una chica de la comunidad que fue alumna mía, dejó el monte para estudiar Ciencias de la Comunicación en la UNAS (Universidad Nacional de Salta)”, enfatizó el sociólogo.

El conflicto de tierras, una vieja disputa que llevan adelante los pueblos preexistentes al Estado

Sobre el legítimo reclamo que impulsan de manera persistente distintas comunidades, Joaquín Vázquez disparó, “tanto en Formosa como Chaco, las mismas tienen títulos comunitarios, pero esto no sucede en Salta, ya que las pocas tierras con la que hoy cuentan las hermanas y hermanos fueron donadas por la Iglesia. La situación es muy heterogénea, ya que por ejemplo en Formosa hoy en día no existen grandes conflictos debido a que el gran capital no llega producto de la existencia de estos títulos. Lo que sí suele profundizarse es la discusión con el Estado por su falta de políticas para con las comunidades”.

Salta y una frontera agropecuaria que acorrala los días de aquellos que necesitan de la tierra para seguir aferrados a la memoria, “la producción de soja y otros cultivos se sigue expandiendo, allí los conflictos son muy fuertes”.

En Rivadavia Banda Sur, padecen desalojos violentos, ataques de bandas armadas y un empresario que se adueñó de quince fincas con complicidad política y judicial. “Es inhumano lo que vivimos, no se cumple ninguno de nuestros derechos porque somos aborígenes y porque somos pobres”, lamentó Vernardino Pizarra, uno de los referentes wichí en diálogo con el colega de Página 12 Darío Aranda años atrás.

El avance del agronegocio ha profundizado de sobremanera la oscura realidad que atraviesan los pobladores de esos arrabales salteños. La anuencia del Estado y la injusta vara de una justicia que solo castiga a los descalzos, acorrala el sueño de libertad y autodeterminación necesarios para la supervivencia.

Es inhumano lo que vivimos, no se cumple ninguno de nuestros derechos porque somos aborígenes y porque somos pobres

“En lo que a mi camino respecta, es muy difícil limitar el objeto de estudio como hacen los investigadores, ya que la gente tiene muchísimas necesidades, y es imposible no involucrarse con todas ellas. Más allá de la disputa por la tierra, lo que en particular me moviliza, es colaborar para que sean reconocidos los derechos laborales, ya que la mayoría de los habitantes de estas zonas son empleados en grandes fincas o tienen un rebusque golondrina”.

Una situación que los empuja a vivir en la pobreza más criminal, “son empujados a eso, ya que les son violados todos los derechos laborales, la explotación y el no reconocimiento como lo que son, trabajadores y trabajadoras, los condena a vivir con una miserable pensión y sin obra  social”.

Joaquín Vázquez vincula todas las problemáticas narradas anteriormente para poder plasmar un trabajo que aporte soluciones concretas. “Si bien en las últimas décadas hubo muchos avances en lo que a reivindicaciones indígenas se trata, sigue huérfana la que refiere a la clase, para poder mejorar la calidad de vida”.

Les son violados todos los derechos laborales, la explotación y el no reconocimiento como lo que son, trabajadores y trabajadoras

Aquel pibe que jamás imaginó transitar por este digno y transformador camino, hoy dedica sus días a la educación emancipadora, llave maestra que permite abrir la puerta de un futuro promisorio. “Este colegio secundario de Ramón Lista me permite llevar adelante intercambios culturales en donde el alumnado se abre a nuevas y esclarecedoras experiencias. En este derrotero lo que también avanza y necesita de un acompañamiento, es el papel que comienzan a ocupar las mujeres, aquí también respaldamos la organización de las hermanas de distintas comunidades”, concluyó.

La vida y los conocimientos puestos a disposición de los más vulnerables, una lección notable de que las profesiones no pueden ser solo el abono de un mercantilismo deshumanizado. El camino de un pibe de que se hizo grande gracias a la fuerza de un corazón que se alimenta a base de conciencia. Una demostración concreta de que la única manera de torcer la realidad de los oprimidos, es ofreciéndose a colaborar sin ese lastre que nos impone un sistema que tiene su sustento en el mezquino y deleznable individualismo.

 

 

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