La arquitectura y el impacto emocional
"Los espacios no son inocentes a las emociones de la gente", dijo la arquitecta Silvina Donnola, autora del libro "Ser o no ser arquitecto ¿Humano o autómata?". En diálogo con Conclusión sostuvo que los nuevos profesionales deben salirse del modelo impuesto.
- Info general
- Sep 19, 2016
Por Ariana Robles
¿Cuál es la distancia que separa a la arquitectura de la sociedad? ¿O a los arquitectos de los ciudadanos que desean construir su hogar? Esos parecen ser los interrogantes que surgen en los nuevos profesionales de la arquitectura.
En los últimos años, numerosos edificios se erigieron en la ciudad como sinónimo de distinción y esplendor. De esta forma, el diseño arquitectónico fue desafiando las formas que le antecedieron, incorporando nuevas técnicas de ingeniería, novedosos materiales, sistemas estructurales, construcciones geométricas e incluso la arquitectura se adaptó al pensamiento político, social, cultural y ambiental de su tiempo con el fin de mostrar una sobrevaloración del trabajo del diseñador o arquitecto.
Esta modernidad, moderna y minimalista, también afectó otros aspectos, entre ellos la calidez y el efecto específico que tienen estas construcciones en la sociedad. Por ello, en la actualidad se comenzó a investigar la relación entre estos espacios rígidos y los sentimientos que esto provoca en las personas.
Una de las profesionales interesadas fue Silvina Donnola, una arquitecta rosarina que decidió transgredir a la profesión y cuestionar el modelo arquitectónico de la ciudad publicando su libro «Ser o no ser arquitecto ¿Humano o autómata?».
“La idea del libro tiene muchos años de gestación, diría que desde que empecé la facultad, porque a partir de ahí empecé a ver que algo no andaba bien, había un fenómeno muy fuerte de ‘deconstrucción’ de las personas, de los estudiantes, parecía como que toda la historia que uno traía era incorrecta: los gustos, la mirada sobre la estética, sobre la fisonomía de la ciudad o los detalles, y de alguna manera notaba mucha confusión, porque era una mirada muy diferente”, contó en diálogo con Conclusión Silvina Donnola.
En su libro deja en claro que los espacios no son inocentes a las emociones de la gente. De esta manera, pretende “agudizar la mirada hacia los lugares que se transitan cotidianamente, tomando conciencia de que muchos estados de ánimo están directamente vinculados a ello”.
Está claro que, en la actualidad los costos de las casas modernas son menores y la construcción es más rápida; sin embargo, las intervenciones muchas veces provocan creatividad y originalidad, dejando de lado la calidez y la armonía que en ocasiones busca un cliente.
“La arquitectura al estar supeditada como un objeto en sí mismo, tanto para generar ganancia como para hacer una demostración de creatividad, se sale del marco del impacto científico real que ejerce sobre la emocionalidad de las personas, así surgen sentimientos de soledad, angustia, aislamiento, inclusive de sobrevaloración de uno mismo”, señaló.
“Formateando” a los estudiantes
Tras haber pasado por una formación universitaria, Silvina también se propuso cuestionar el método de estudio que se implementa en las universidades: “Como en ese momento se supone que sos un neófito, muchos de los chicos tratan de entender que se trata de eso y, de esa manera, dejan su historia para avanzar en la carrera”.
La corriente impuesta en las escuelas de arquitectura es la misma en varios lugares: paredes grises, fachadas con vidrios o diseños consolidados por puro cemento. A través de ese modo de estudio, “el resultado que se ve en la ciudad es el de una incoherencia total y produce una desconexión, inclusive en el mismo vecino porque con esta cuestión post moderna de la individualidad, pinta su casa de un color diferente al que prevalece”, opinó Donnola.
«El arquitecto está formado con la idea de que los edificios se tienen que ver»
Un reflejo de lo que somos
La arquitectura representa no sólo el diseño de los espacios que se habitan, sino también el reflejo de las características que definen a una comunidad, por ello ambas situaciones siempre están presentes en el reto que significa para el ser humano construir espacios. “Tenemos un aparato fisiológico que reclama y necesita determinadas condiciones espaciales para poder estar a gusto”, agregó la arquitecta.
No obstante, debido a la automatización que se sufre en la profesión, “el arquitecto está formado con la idea de que los edificios se tienen que ver, si hay árboles se quitan, porque molestan, no dejan ver la pureza de las formas”.
“La naturaleza hoy se considera un objeto decorativo, geométrico, se eligen las plantas por la geometría que tienen; se vuelve un objeto algo que es un par nuestro, y como no hay parámetros de comparación, tampoco se conoce el efecto que produce, porque no tenemos como medir el sufrimiento”, expresó Donnola en diálogo con Conclusión.
Por tal motivo, se considera que “la arquitectura merece una mirada científica, hoy está tomada absolutamente por la expresión plástica, caprichosa y subjetiva del autor, del diseñador que hace su expresión y cuanto más se corta del contexto mejor porque más se ven”.
Presente y futuro
Con la vertiginosa transformación de los aspectos urbanísticos, el diseño edilicio en la ciudad se convirtió en un paisaje oscuro y triste. “Lo que ocurre arquitectónicamente es lamentable, es un fenómeno muy triste porque es una radiografía del sujeto social que tenemos”, enfatizó Donnola.
Para ella, hay que concebir “una arquitectura que abrace lo que pase, que sea agradable”. De esta forma, “se construirá una coherencia y no hará falta resaltarla”. Asimismo, es necesario que los nuevos profesionales y los ya ejercidos realicen un trabajo de auto conciencia y tengan intenciones de salirse del modelo arquitectónico impuesto. “Para generar eso tengo que escuchar al otro y saber quién es el otro y tratar de que ese lugar esté en conexión con él. Ese es el paradigma que hay que romper, hay que volver a ser integrativos y complejos, pensando varias cosas a la vez”, culminó.
«Es necesario que los nuevos profesionales tengan intenciones de salirse del modelo arquitectónico impuesto»
Ni la arquitectura ni el urbanismo pueden ser un fin en sí mismos, sino un medio para que la gente pueda vivir cada vez mejor y, a su vez, ser sensible con su entorno. Por ello, ser perceptivos a los tiempos que corren y asumir el momento que se vive ayudará a plantear una mejor arquitectura y, sobre todo, dará las pistas para entender cómo vive y cómo quiere vivir la sociedad a la que estos profesionales sirven.