VIERNES, 22 DE NOV

Nuevamente la salud de Ludmila Terreno pende de un hilo

La niña de Bernardo de Irigoyen que estuvo muy cerca de contraer leucemia por su exposición a los venenos, hoy vuelve a estar en el ojo de la tormenta. La familia denuncia que los vehículos fumigadores volvieron al galpón lindero a su hogar, una acción violatoria de la ley que pone en jaque su vida.

Por Alejandro Maidana

Ludmila Terreno el próximo 6 de agosto estará cumpliendo 7 años, pero la desidia de un modelo productivo enemigo de la salud y la vida, la empujó a que con tan sólo 3, tuviese que aprender de “prepo” la dura tarea de batallar contra la falta de humanidad que ha empapado el mundo.

En el mes de noviembre del 2017, la niña estuvo internada 30 días debido a su pérdida de peso y profunda deshidratación, ya que un cuadro de vómitos severos la invadió. El diagnóstico fue tajante, la sangre de Ludmila estaba infectada con agrotóxicos, situación que la acercaría de sobremanera a la posibilidad de contraer leucemia.

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Esta valiente pequeña conoció el barbijo en los espacios libres mucho antes que la mayoría de la población ante la llegada de la pandemia de covid-19. La problemática tiene su anclaje en el galpón lindero a su hogar, ya que el mismo servía de acopio de agrotóxicos y de lavadero de los vehículos (mosquitos) que se utilizan para asperjar los campos.

“Ella iniciaba el cuadro con dolores de cabeza y estómago, que terminaban desembocando en vómitos. No es posible que mi nieta tenga que vivir enclaustrada y con barbijo, ella no puede salir al patio ya apenas percibe el olor a veneno se descompensa”, palabras de Mariela Marioni, abuela de Ludmila en diálogo con Conclusión cuando este diario visitó el lugar tres años atrás.

Cabe destacar que Waldo Terreno, el papá de la pequeña, no dudó en aquel momento en encadenarse a la puerta del depósito que almacenaba agrovenenos con la única intención de elevar un claro mensaje, hasta que la firma José Pagliaricci e hijos no se alejara de su hogar, no va a amainar en su reclamo. La ley 11.273 regula la utilización de los productos denominados “fitosanitarios”, este es el órgano de aplicación en esta materia, y la misma es clara a la hora de referirse a la ubicación de los galpones que sirven de acopio de agroquímicos en pleno ejido urbano.

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Si bien a través del patrocinio de la abogada Alicia Benítez Sánchez se pudo lograr una clausura preventiva, las puertas del galpón siguieron abiertas con la salvedad, de que los mosquitos fumigadores ya no podrían ingresar al mismo. Si bien la pandemia llegó para resignificarlo todo, y la actividad agrícola siguió adelante con su derrotero contaminante, la familia Terreno se encontraba transitando sus días con absoluta normalidad hasta que las alarmas volvieron a encenderse el pasado 15 de julio.

Nuevamente la presencia de los vehículos fumigadores en el galpón propiedad de los Pagliaricci, padre e hijo, volvió a condicionar de sobremanera la vida de quienes han vivido en carne propia el profundo impacto que generan los venenos del agro. “El pasado 15 de julio volvieron las máquinas fumigadoras a pulular en el terreno lindero a nuestra casa, mi hijo Waldo, papá de Ludmila, fue quién pudo percatarse de ello al ver uno de los fumigadores dentro del galpón”, indicó Edelmiro Terreno en comunicación con Conclusión.

Un calvario que lleva 5 años ininterrumpidos de resistencia, lucha y denuncias bajo un pronunciado desamparo. El poder económico y su hoja de ruta, esa que se lleva puesto derechos y garantías constitucionales. “Alertado sobre la presencia del vehículo fumigador, mi hijo rápidamente se dirigió a realizar la denuncia, acto seguido se pudo constatar la presencia del mismo a tan solo una distancia de no más de 20 o 25 metros de nuestra casa, lugar de residencia de mi nieta Ludmila. Desde la Comuna sostuvieron que ellos fueron quiénes mediante firma previa, habían autorizado el regreso de los fumigadores al lugar, por ello mi hijo realizó la denuncia pertinente que involucra al presidente comunal, al empresario José Pagliaricci e hijo”.

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La humildad y el tesón utilizados como verdaderos arietes por la familia Terreno, seguirá derrumbando muros, esos que comienzan a crearse cuando el oprimido sale a interpelar al poder en todo su conjunto. “Ahora nos queda aguardar la respuesta de fiscalía, ya sabemos lo que va a suceder si la actividad contaminante que realizan los Pagliaricci vuelve a su cauce. No se puede por ley tener vehículos fumigadores en medio del pueblo, por más que sostengan que los lavan previamente, ya que los gases de los venenos se esparcen por el aire y afectan la salud. No vamos a claudicar en nuestro legítimo reclamo, no vamos a parar hasta que esto se termine definitivamente”, concluyó Edelmiro Terreno.

 

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