«Revolución Libertadora» y el golpe de Estado a Perón: el día que iniciaron todos los males de Argentina

El 16 de septiembre de 1955 las Fuerzas Armadas llevaron adelante un golpe de Estado y derrocaron a Juan Domingo Perón, quién debió marchar al exilio. Unos meses después, el líder justicialista dijo que este acto fue “la cuarta invasión inglesa” en el país.

 

El 16 de septiembre de 1955, un golpe de Estado liderado por las Fuerzas Armadas provocó la caída del gobierno de Juan Domingo Perón. El régimen de facto, que se autodenominó “Revolución Libertadora”, proscribió al peronismo, clausuró el Congreso de la Nación, depuso a los miembros de la Corte Suprema, a las autoridades provinciales, municipales y universitarias y puso en comisión a todo el Poder Judicial.

El bando golpista se conformó inicialmente con unas pocas unidades del Ejército y la Fuerza Aérea y prácticamente la totalidad de la Marina de Guerra. La operación contó con el apoyo de los partidos políticos mayoritarios de la oposición y de la Iglesia, cobijando numerosos comandos civiles que actuaron junto a los militares rebeldes.

El golpe estuvo liderado por Eduardo Lonardi, quien asumió a la presidencia del país el 23 de septiembre, pero duró poco menos de dos meses en el cargo, ya que el 13 de noviembre fue derrocado por el general Pedro Eugenio Aramburu, quien derogó la Constitución Nacional que estaba vigente hasta ese momento, y repuso la de 1853.

Septiembre sangriento

Tras meses convulsionados –que incluyeron un bombardeo a Plaza de Mayo por parte de sectores antiperonistas, el 16 de junio de 1955– el 16 de septiembre se logró tomar la Escuela de Infantería de Córdoba. Ya para la tarde de esa jornada, los insurrectos controlaban varias radios y comenzaban a difundir por el país proclamas golpistas, mientras los levantamientos militares se replicaban en varias provincias.

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“La Marina, por entonces comandada por el almirante Isaac Rojas, se apostó, según lo convenido con sus colegas del Ejército, con varias naves bloqueando Buenos Aires y amenazando con volar los depósitos de combustible de La Plata y Dock Sud”, escribió al respecto el historiador Felipe Pigna.

Y agregó: “Al mediodía del 19 de septiembre, Perón hizo pública una carta donde aceptaba renunciamientos personales para evitar un enfrentamiento sangriento. El anuncio, que en su ambigüedad no hablaba de ceder el ejercicio de la presidencia, dejó desarmadas a las fuerzas leales y alentó a los rebeldes”.

La respuesta de la Marina fue tajante: si no mediaba una inmediata capitulación de Perón y sus fuerzas, los buques de guerra bombardearían la Capital Federal. Para el día 20 se convino una reunión entre los jefes de ambos bandos para dirimir una salida. Allí se acordó la renuncia de Perón y todo su gabinete; que Lonardi sería designado presidente provisional, y que todas las fuerzas regresarían a sus bases para esperar las órdenes del nuevo gobierno.

Juan Domingo Perón, ex presidente de Argentina.

El 23 de septiembre, mientras Perón partía hacia el exilio a bordo de una cañonera paraguaya, una multitud compuesta mayoritariamente por sectores de clase media y alta colmó la Plaza de Mayo para aclamar a Lonardi.

Entre el 16 y el 19 de septiembre se registraron, en todo el país, 156 víctimas mortales: 107 en Córdoba; 28 en Buenos Aires; 16 en Ensenada; y 5 en Santa Fe, de las cuales 4 se informaron en Rosario y una en Reconquista

Los militares en el Gobierno

La dictadura militar creó una Junta Consultiva Nacional, integrada por la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, Demócrata, Demócrata Progresista, Demócrata Cristiano y Unión Federal y, además, prohibió el peronismo, reprimió a quienes expresaban en público sus simpatías con este proyecto e inició un programa de “desperonización”.

Durante la dictadura del militar Aramburu fueron fusilados 16 militares y 13 civiles por orden presidencial, algunos de ellos de manera clandestina, con motivo del intento de levantamiento encabezado por el general Juan José Valle.

Después de dos años, organizó elecciones condicionadas que trasladó a un gobierno encabezado por el radical Arturo Frondizi, el 1 de mayo de 1958, quien también sería derrocado en 1962.

En un artículo publicado en la revista “Primera Plana”, el 13 de septiembre de 1973, el historiador Fermín Chavez observó: “Si el movimiento peronista y su gobierno tuvieron fuertes enemigos internos, no es menos cierto que los hubo mayores en el exterior. El principal, entre éstos, era Inglaterra. La revolución peronista hirió sensiblemente a las minorías oligárquicas y a la burguesía del país, pero también perjudicó ostensiblemente a los intereses británicos, que a la postre se unirían con quienes les ofrecieran la más segura posibilidad de revancha”.

En un artículo periodístico de 1957 citado por Chavez, Perón señaló que la Revolución Libertadora trajo la cuarta invasión inglesa. “Ante la incredulidad de propios y extraños –escribía el líder justicialista– nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”.

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