JUEVES, 07 DE NOV

Siete datos que deberías saber sobre la Inmaculada Concepción

Es un dogma de la Iglesia católica proclamado en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo, recogiendo de esta manera el sentir de dos mil años de tradición cristiana.

Cada 8 de diciembre la Iglesia católica en todo el mundo se une para celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, doctrina de origen apostólico proclamada como dogma en 1854 por el Papa Pío IX, mediante la bula Ineffabilis Deus.

Hoy te traemos siete datos que te ayudarán a comprender mejor este dogma:

1. ¿A qué hace referencia la Inmaculada Concepción?

La Inmaculada Concepción hace referencia a la manera especial en que fue concebida María. Esta concepción no fue virginal, ya que ella tuvo un padre y una madre humanos, pero fue especial y única de otra manera.

2. ¿Qué es la Inmaculada Concepción?

El Catecismo de la Iglesia Católica describe: “Para ser la Madre del Salvador, María fue ‘dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante’. El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como ‘llena de gracia’. En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios” (490).

“A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María ‘llena de gracia’ por Dios (Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: ‘…la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano’” (491).

3. ¿Esto significa que María nunca pecó?

Debido a la forma de redención que se aplicó a María en el momento de su concepción, Ella no sólo fue protegida del pecado original, sino también del pecado personal.

El Catecismo explica en el número 493 que los padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios «la Toda Santa» (Panaghia), la celebran «como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo». Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.

4. ¿Esto significa que María no necesitaba que Jesús muriera por Ella en la Cruz?

No. María fue concebida inmaculadamente como parte de su ser “llena de gracia” y así “redimida desde el momento de su concepción” por “una singular gracia y privilegio de Dios Todopoderoso y por virtud de los méritos de Jesucristo, salvador de la raza humana”.

Tal como lo explica el Catecismo en el número 492, esta «resplandeciente santidad del todo singular» con la que Ella fue «enriquecida desde el primer instante de su concepción», le viene toda entera de Cristo: Ella ha sido «redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo». El Padre la ha «bendecido […] con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo» más que a ninguna otra persona creada. Él la ha «elegido en Él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor».

En el número 508 el Catecismo describe: “De la descendencia de Eva, Dios eligió a la Virgen María para ser la Madre de su Hijo. Ella, ‘llena de gracia’, es ‘el fruto más excelente de la redención’; desde el primer instante de su concepción, fue totalmente preservada de la mancha del pecado original y permaneció pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida».

5. ¿Se puede hacer un paralelo entre María y Eva?

Adán y Eva fueron creados inmaculados, sin el pecado original ni su mancha. Ambos cayeron en desgracia y, a través de ellos, la humanidad quedó atada al pecado.

Cristo y María fueron también concebidos inmaculados. Ambos permanecieron fieles y, a través de ellos, la humanidad fue redimida del pecado.

Jesús es, por tanto, el nuevo Adán, y María la nueva Eva.

El Catecismo señala en el número 494 que “Ella, en efecto, como dice San Ireneo, ‘por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano’. Por eso, no pocos padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar que ‘el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe’. Comparándola con Eva, llaman a María ‘Madre de los vivientes’ y afirman con mayor frecuencia: ‘la muerte vino por Eva, la vida por María’”.

6. ¿Cómo hace esto que María sea un ícono de nuestro propio destino?

Aquellos que mueran en la amistad de Dios y vayan al Cielo serán liberados de todo pecado y de toda mancha de pecado. De este modo, todos seremos hechos “inmaculados” (latín, immaculatus = «sin mancha») si permanecemos fieles a Dios.

Incluso en esta vida, Dios nos purifica y prepara en santidad y, si morimos en su amistad, pero imperfectamente purificados, Él nos purificará en el purgatorio y nos volverá inmaculados. Al dar a María esta gracia desde el primer momento de su concepción, Dios nos muestra una imagen de nuestro propio destino. Él nos muestra que esto es posible para los seres humanos a través de su gracia.

En palabras de San Juan Pablo II, podemos decir que “María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia debe mirar hacia ella, Madre y modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión”.

“Fijemos, por tanto, nuestra mirada en María, icono de la Iglesia peregrina en el desierto de la historia, pero orientada a la meta gloriosa de la Jerusalén celestial, donde resplandecerá como Esposa del Cordero, Cristo Señor”.

7. ¿Era necesario que Dios hiciera a María inmaculada en su concepción para que pudiera ser Madre de Jesús?

No. La Iglesia sólo habla de la Inmaculada Concepción como algo que era «conveniente», algo que hizo de María una «morada apropiada» (es decir, una vivienda adecuada) para el Hijo de Dios, no algo que fuera necesario. 

Al respecto, los Padres de la Iglesia afirmaron “que la misma Santísima Virgen fue por gracia limpia de toda mancha de pecado y libre de toda mácula de cuerpo, alma y mente, y que siempre estuvo con Dios, y unida con Él con eterna alianza, y que nunca estuvo en las tinieblas, sino en la luz, y, por consiguiente, que fue aptísima morada para Cristo, no por disposición corporal, sino por la gracia original”, como explicó el Papa Pío IX.

“Porque ciertamente no era conveniente que este vaso de elección fuera herido por las heridas comunes, ya que Ella, a diferencia de los demás, sólo tenía en común con ellos la naturaleza, no el pecado. De hecho, era muy apropiado que, así como el Unigénito tiene un Padre en el cielo, a quien los Serafines ensalzan como tres veces santo, así también tuviera una Madre en la tierra que jamás hubiera sufrido mengua en el esplendor de su santidad [Ineffabilis Deus]”.

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