Un rancho que abre sus puertas para contener los sueños
Rancho Aparte, es un espacio autogestivo que agrupa y sostiene a chicos y grandes del barrio Tablada. “Somos una gran familia”, dijo Javier, uno de los gestores de este proyecto inclusivo.
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- Mar 30, 2018
Por Gisela Gentile
Una parte de la sociedad por influencia de los grandes monopolios de información, ignorancia, o simplemente por prejuicio, tiende a estigmatizar a los barrios populares. Quizás sin detenerse un momento a pensar que allí hay familias que llevan a cabo una vida muy similar a las suyas.
Gente de laburo, niños que van a la escuela, pibes adolescentes que se juntan en una esquina a tomar algo, personas que llevan una vida dentro de barrios muchas veces olvidados y sin las mismas oportunidades que otros. Pero esa realidad espinoza se empareja con el sentido de pertenencia al lugar, con la comunidad, con los valores, y con una palabra que otros barrios no conocen, solidaridad.
Desde ese lugar, y con ese poder de trasformación, nació Rancho Aparte, un lugar que agrupa y contiene a los chicos de barrio Tablada. Conclusión dialogó con Javier Ruiz Díaz, uno de los gestores de este comprometido espacio.
“A fines de 2012 me invitaron a un merendero de calle Esmeralda y La Paz, de ahí comencé a dar charlas para chicos de 11 a 17 años, siempre trataba de transmitirles que somos únicos, amados, importantes e irrepetibles, de allí surgieron diferentes talleres con diversas temáticas”.
Javier pasó toda una vida pateando y viviendo en la zona Sur de Rosario, “yo crecí en zona sur, en barrio Tablada donde vivía una de mis abuelas, también tenía a mi bisabuela en barrio la Sexta y mi mamá en Doctor Riva y Ayacucho, toda una familia en una misma zona de la ciudad lo que me hizo caminar y recorrer mucho este sector”.
Los movimientos populares se gestan sin pensarlo y fluyen con un juego, una actividad, charlas o encuentros. No importa cómo, lo que transforma brota y agrupa a personas con ganas de torcer una realidad esquiva. “Me invitaron al club Porvenir que en ese entonces hacía actividades de lunes a viernes, y como yo trabajaba propuse hacer algo otro día. En su momento necesitaban una persona que guiara a los más chicos en alguna actividad física y me animé a hacerlo. Yo sé soldar, entonces hice unos arquitos de baby fútbol, llevé pelotas y así empezó a gestarse todo esto”.
“Cada sábado se enganchaban más chicos que jugaban al fútbol, después empezamos a hacer meriendas, se sumaron otros compañeros que activábamos juntos y de a poco comenzó a crecer”.
Las ganas de acompañar a un importante número de pibes del barrio, hizo que los proyectos cada vez fueran un poquito más allá, animándose a seguir rompiendo las barreras de la desigualdad.“Tuve un programa en FM Aire Libre que se llamaba “Lo que no se ve”, que abordaba todas las temáticas sociales, gente en situación de calle, educación y demás. El realizarlo me acercó a muchas distribuidoras, panaderías, y de esta manera yo le pasaba la publicidad a cambio de que me donaran facturas, bolsas de caramelos, en fin, mercadería. De esta manera empezamos a contar con materia prima para los chicos, algo fundamental para las actividades”.
De a poco se fueron sumando iniciativas que hicieron los días, de los chicos del barrio, un poco más inclusivos, “ empezamos a conseguir más cosas, hacíamos leche chocolatada, meriendas, y sin darnos cuentas el sábado pasó a ser un ritual. Siempre como nómadas, si el día estaba feo y llovía, nos corríamos de la plaza Italia de calle 27 de febrero y Belgrano. Desde aquel momento hasta el día de hoy, no paramos y seguimos”.
Lo que comenzó en una plaza y de manera casi ambulante creció y se expandió, con un espacio en Beruti y Rueda se pudo llevar a cabo variadas actividades, “hicimos cine debate, damos talleres de carpintería, apoyo escolar, y más. Potenciamos Rancho Aparte cuando un amigo nos prestó el garage donde estamos”, enfatizó Javier.
Los nombres dicen mucho, y esta no es la excepción, “no queríamos negociar políticamente con el tema del nombre,entonces dijimos hacemos rancho aparte. Siempre muestran lo malo de los barrios, que robamos, y sin miramientos nos estigmatizan. Pero nosotros hacemos esto, jugamos a la pelota, tomamos una gaseosa, comemos un asado, no somos de otro planeta, somos iguales”.
“Esto se sostiene desde hace años y vamos a seguir así, de esta manera todo el tiempo que sea necesario. Para mi rancho es familia, es un punto físico donde no importa la edad, ni nada, porque es un espacio donde todos tienen algo para hacer”, concluyó.