MARTES, 26 DE NOV

Ingeniería social persa en contra de las minorías nacionales

Los recursos naturales, la contaminación ambiental y la manipulación de los recursos hídricos forman parte de la estrategia de la dirigencia colonialista persa para someter a los pueblos que integran la República Islámica de Irán.

Foto gentileza Maximilian Mann/NPR.

Por Néstor A. Suleiman

La manipulación de los recursos hídricos y el desarraigo de poblaciones ha sido un formato utilizado por algunos estados. Generalmente con el pretexto de obras de infraestructuras, o bien con el discurso orientado al desarrollo tecnológico, se erradican grupos de minorías nacionales, con un costo alto en el impacto al ecosistema, y finalmente un perjuicio muy grande a los recursos vitales para las vidas de las personas.

La República Islámica de Irán está integrada por distintas comunidades nacionales, étnicas y religiosas. Gran parte de estos pueblos realizan diariamente movilizaciones para sobrevivir de las embestidas de las políticas del gobierno teocrático, y además para resistir ante el atropello de sus identidades culturales.

Azeríes, kurdos, baluchistaníes y árabes, entre otros, levantan sus banderas y consignas en defensa de los valores que fortalecen el espíritu nacional y étnico. Los recursos naturales, la contaminación ambiental y la manipulación de los recursos hídricos forman parte de la estrategia de la dirigencia colonialista persa, para someter a los pueblos que integran la República Islámica de Irán.

Las tensiones producidas por el mal uso del agua en Irán han hecho emerger protestas renovadas periódicamente. Los activistas de los distintos grupos étnicos en Irán, reclaman la utilización racional del agua y denuncian reiteradamente esta situación en distintos foros internacionales. Una de las luchas más emblemáticas es la del pueblo azerí, en el noreste de Irán, en defensa del lago Urmia, el más grande de Medio Oriente y Asia Occidental. El gobierno persa ha emprendido el secado del lago, dando lugar a un prolongado litigio con las comunidades azerbaiyanas. Una de las consignas que emergían en las manifestaciones de los ambientalistas en esa región era, «El lago Urmia se muere y el parlamento ha ordenado su muerte».

El lago Urmia de Irán se ha marchitado debido a la mala gestión del agua. Aquí, un hombre camina en lo que solía ser un río hacia el lago, ahora solo sal. Foto: Maximilian Mann/NPR


Las poblaciones azeríes sostienen que el secado del Urmia es un hecho deliberado, patrocinado por Teherán
, cuyo objetivo es el traslado hacia regiones lejanas de las comunidades alojadas cerca del espejo de agua. No es más que otro intento de la ingeniería social de la aristocracia religiosa persa para distanciar a las comunidades de su territorio, fruto de una retorcida hipótesis de conflicto devenida de la fantasiosa idea de una posible alianza del pueblo de origen azerí residente en Irán, con la lindante República del Azerbaidán.

Acompañando este proceso de erradicación, implementan pautas ligadas al colonialismo cultural. En efecto, la denominación de “azarí” en vez de “azerí”, utilizada para referirse a las poblaciones ubicadas en la provincia de Azerbaidán Oriental y Occidental, dependiente de la República Islámica de Irán, es otro intento tendencioso de las autoridades de Teherán de socavar la identidad de la minoría azerbaiyana residente en el país, erradicando por completo cualquier tipo de parentesco que puedan tener con sus hermanos del norte, de quienes fueron separados durante las guerras ruso-persas.

En algunos tiempos la dinastía Pahlevid tuvo relativo éxito en su propósito de cercenar las voluntades de las comunidades afectadas. Hoy la mayoría de los azeríes residentes en Irán, decidieron mantener su lengua y la cultura con reminiscencias turcas. Estos hechos tienen vigencia en el noroeste del país, a pesar de las severas restricciones impuestas y de las forzosas políticas de asimilación auspiciadas por la dirigencia persa.

Otro problema vinculado al agua tiene lugar en el lago Hamón, el séptimo más grande del mundo y el de mayor capacidad de agua dulce en Irán. Las comunidades baluchistaníes que viven cerca de ese recurso hídrico, se sienten perjudicadas por la negligencia de las autoridades de Teherán para impedir su secamiento. Se trata, como señalamos respecto del lago Urmia, de un nuevo intento de trasladar a las comunidades a regiones distantes del lago, en la estrategia de desarraigo y destrucción de las identidades de las minorías nacionales, en este caso la baluchistaní.

Foto: Maximilian Mann/NPR


Para entender este conflicto es preciso conocer la existencia de un movimiento insurreccional clandestino en la provincia de Sistán y Baluchistán, al sur de esta región meridional de Irán, donde vive la comunidad baluchistaní cautiva de Teherán. Esta población posee nexos en la región de Paquistán donde reside una comunidad del mismo origen nacional. En el cierre y síntesis de todas las declaraciones públicas de las organizaciones políticas, ligadas a los sectores de las minorías nacionales, aparecen reclamos de los derechos culturales ante el atropello del centralismo del gobierno de la aristocracia religiosa persa.

Posturas insurrectas que afirman estar en contra del chauvinismo y la imposición de un modelo exclusivo a nivel religioso (chiismo). En casi todos los casos, es muy lamentable que la salida cruenta sea la única alternativa para hacer valer sus derechos. Luego como cataratas llegarán falsas acusaciones del establishment persa, con descalificaciones hacia las instituciones libres que luchan por la libertad de sus comunidades.

Al Ahuaz, territorio árabe ocupado

El objetivo de “integrar” las minorías nacionales de Irán en un formato “inclusivo” de las comunidades componentes de la República Islámica, “con una orientación de Estado coherente y fusionado”, sustentado en un neo revisionismo fundado en falsas teorías es, sin lugar a dudas, un gran perjuicio que atenta contra las identidades de los pueblos que habitan Irán.

Las poblaciones árabes también hicieron sentir sus quejas por la manipulación que el gobierno central iraní realiza en el curso del río Karun. Se trata del recurso hídrico importante, una cuenca mencionada en las antiguas escrituras, asiento de las primeras civilizaciones de la humanidad.

Los pueblos que viven cerca del río Karún son en su mayoría árabes, y para paliar las sequías que afectan a las regiones centrales, el gobierno de Teherán ha desviado su recorrido hacia zonas con asentamiento poblacional de origen persa. Hecho que ha desatado la furia de los residentes ahuazies, perjudicados económicamente por esta acción deliberada.

Un hammam turco tradicional , o casa de baños, en Urmia. Pero los hammams tradicionales están desapareciendo. En primer plano, un empleado masajea la pierna de un invitado. Foto: Maximilian Mann/NPR.


El desvío del río Karún, es un agregado a las políticas de Teherán en contra de los derechos de la población árabe, direccionamiento que también afectan a las cuestiones culturales: uso de la lengua materna y las prácticas folclóricas árabes. Permanentemente las autoridades del gobierno central confiscan tierras productivas, bajo argumentos que violan los derechos humanos. Se trata de pautas y diseños que pretenden dividir las regiones ahuazies con claros “objetivos de asimilación demográfica” de la población autóctona. Las protestas por la contaminación del medio ambiente en la zona de Al Ahuaz, verdadera cloaca del resto de las regiones de Irán, se mixturan con los alzamientos de las poblaciones víctimas de las sequías producidas por el retorcido desvío de las cuencas hídricas. En la región árabe ocupada por el colonialismo persa, movilizarse en reclamo de agua puede llegar a ser letal para los quejosos. Las fuerzas represivas del gobierno central utilizan cualquier recurso para frenar los levantamientos populares que demandan una vida más digna.

El gobierno actual, conducido por la aristocracia clerical persa, persevera en la aplicación de programas de eliminación de los valores culturales árabes-ahuazíes. Una prueba contundente es la negativa de las autoridades ocupantes, a extender certificados de nacimiento a los niños que no tengan un nombre persa. Por otro lado, en las escuelas de Al Ahuaz está vedada la enseñanza del árabe, mientras que aquellos literatos y periodistas que con gestos de audacia y rebeldía se atreven a escribir o pronunciar palabras en ese idioma, reciben duras penas, en algunos casos son acusados de subversivos y condenados a muerte.

Hace unos años, seis árabes chiítas fueron llevados a tribunales por convertirse a la corriente sunnita. Su nueva condición religiosa, y la elección para sus hijos de nombres vinculados a personajes legendarios de ese grupo del Islán, les valieron ser acusados de “enemigos de Dios”. Aproximadamente setenta y dos mil árabes de la región ocupada de Al Ahuaz fueron detenidos desde las insurrecciones populares desatadas a partir de 2005, levantamientos que costaron la vida de centenares de militantes en el último lustro. La esperanza de los ahuazies está depositada en la llegada del día de la liberación, cuando las nostalgias que atraviesan las tierras del Arabestán (Al Ahuaz) logren desencadenarse de las garras del expansionismo persa.

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