«Veo una Argentina que aún excluye a muchos»
Mariana Gallo, la rosarina que hace obras de solidaridad en Malawi, África. Ultima parte de la entrevista con Conclusión.
- Ciudad
- Dic 25, 2015
Por Jennifer Hartkopf
Hay quienes dicen que el espíritu de servicio, solidario y cooperativo “viene de adentro”. Otros consideran que distintas circunstancias de la vida llevan a la persona por ese camino y aprende a desarrollar esa “vocación” en la medida que se topa con experiencias concretas. Sea uno u otro motivo, u otro diferente, hay gente que opta por ello y trata diariamente de hacer del mundo uno mejor. Es el caso de Mariana Gallo, quien, como se dijo en la primera parte de esta entrevista, está viviendo desde enero de 2014 en Malawi, África, trabajando en una ONG que busca mejorar la calidad de vida, la vivienda y el hábitat en general de los más necesitados.
-¿Cómo se vive el día a día en Malawi?
-En la realidad de todos los días uno ve, por un lado, un sistema con muchas fallas, donde nada ni nadie funciona como debería: la gente no trabaja bien, las cosas no funcionan bien, los autos se rompen porque no los arreglan, hay cortes de luz de 10 horas por día, los hospitales no tienen medicamentos… Esto se traduce en que todo cuesta bastante, hasta lo más simple. Pero por otro lado, la realidad diaria consiste en ver a mucha gente en todos lados (NdR: Malawi es un país chico, pero superpoblado, con alrededor de 16 millones de personas), que es súper alegre, y que a pesar de todas las dificultades siempre sigue adelante, sin quejarse.
-¿Cómo es eso?
-Acá es esencial preguntar a todos ¿cómo estás?, como saludo, y todos siempre están bien: los pobres, los huérfanos, la madre que está pidiendo limosna, el hombre al que se le rompió la bicicleta y no puede llegar al trabajo. ¡Nadie jamás me dijo que no estaba bien! Eso me emociona mucho y creo que es muy distinto de Argentina, donde estamos acostumbrados a quejarnos bastante.
-¿Cómo se refleja esta realidad a nivel laboral?
-Mis objetivos son dar lo mayor posible de mí, poder hacer una diferencia y ayudar a la organización a crecer y aumentar su impacto para que pueda llegar a más personas y permitirles mejorar su calidad de vida y la de las comunidades.
Esta rosarina, que decidió ayudar a esos humanos que están en el límite de lo que puede tolerar la dignidad, mientras ayuda, aprende. Por eso agregó: “También trato de aprender lo más posible, y practicar la paciencia y la tolerancia. Entender que las cosas y las personas son muy complejas y no hay soluciones mágicas para nada y que es mejor no juzgar porque raramente uno pueda entender la complejidad en la cual los otros viven. Creo que aprender estas cuestiones será bueno para el futuro, en lo laboral y personal”.
Respecto a las posibilidades de llevar adelante en Argentina un trabajo similar al que se encuentra realizando en África, la entrevistada se mostró optimista y señaló que “podría existir y es muy necesario en Argentina y en todos lados, e incluso hay organizaciones que hacen trabajos similares, pero con pocos recursos”.
-¿Cuál es el rol de las ONG?
-Tengo muchas discusiones sobre el papel de las ONG y estoy convencida de que mientras vivamos en un sistema que excluye a muchos, como en el que vivimos hoy, va a haber un lugar para que haya organizaciones que apoyen y representen a los pobres, los excluidos y los castigados. Esto vale tanto para Malawi, uno de los países más pobres del mundo, como para Argentina, que en general está mejor, pero con una desigualdad que aún excluye a muchos. Obviamente que nada es simple y una organización no resuelve el problema, pero sí puede ayudar a mucha gente y disipar muchas de las injusticias sociales de hoy en día”.
El agua, fuente de vida que cuesta
Muchos lugares del mundo padecen la ausencia en cantidad necesaria de la fuente de la vida: el agua. En ese sentido Mariana expresa: “Los pobres aquí pagan un precio más alto por la misma agua que yo consumo en casa, cuando lo justo sería que paguen menos o al menos lo mismo, ya que sus ingresos son menores. ¿Por qué pagan más? Porque no tienen conexión en su vivienda, tienen que comprar el agua, balde por balde, en un quiosco de agua, a un precio más caro que si tuvieran conexión en su casa. ¿Por qué no tienen conexión? Porque la red no llega a su zona, y para pedirla tienen que pagar por la conexión, y los bancos no les dan préstamos por ser de bajos recursos. Entonces ahí intervenimos nosotros con la ONG, y les otorgamos un préstamo, que pagan con mucho esfuerzo, y con ese préstamo tienen una conexión de agua en su casa, y ya no tienen que gastar tanto, y tampoco caminar varias veces por día cargando tantos litros. El tema es que si no estuviera la organización, ellos seguirían en ese círculo vicioso de pobreza”.
Para concluir, Mariana consideró que la suya “es una experiencia enriquecedora maravillosa. Sé que es un cliché decirlo, pero realmente te hace ver la vida de otra manera, valorar las cosas de otra forma y realmente se aprende cada día. No es fácil -reconoció- pero tengo una vida hermosa en Malawi; hay lugares increíbles que podemos explorar y conocer mucho. No sé si va a durar para siempre, pero por ahora es una de las experiencias más fuertes que tuve, y estoy feliz por eso”, manifestó para finalizar.