Applir, un lugar de igualdad para jóvenes con discapacidad
Un grupo de madres inició la asociación en 2007, un año más tarde lograron la personería jurídica y comenzaron a trabajar, entre amigos y compañeros, con 30 jóvenes. Hoy participan 120 chicos.
- Ciudad
- Nov 19, 2015
Por Jennifer Hartkopf
Sueños, ilusiones, deseos, metas, proyectos, son algunos de los motores de la vida. Esas situaciones que obligan a mirar un poco más allá y nos permiten analizar el presente y pensar qué falta para seguir adelante. Applir (Asociación Padres Por la Igualdad Rosario) nace con esa idea.
El encuentro de un grupo de madres en un taller de salsa en el 2007 fue motivo suficiente para dar los primeros pasos a lo que con el tiempo, se convertiría en una gran obra. Entre mate y mate, charla y charla estas madres pensaron que había algo que todavía quedaba por hacer. ¿Qué harían de sus vidas estos jóvenes, sus hijos, más allá del baile?, se preguntaron. Con esa inquietud en mente, surgió la idea de fundar una asociación.
En el año 2008, consiguieron la personería jurídica y comenzaron a trabajar, entre amigos y compañeros, con 30 jóvenes con discapacidad intelectual. “Tan equivocadas no estábamos porque hoy ya tenemos 120 chicos en la Asociación”, dice orgullosa a Conclusión María Rosa Julián, su directora.
Rosa habla de Applir y se le llena el alma. Con una sonrisa en la cara y un tono de voz cálido y acogedor cuenta sobre el permanente entusiasmo que día a día envuelve a la Asociación, a pesar de que a veces tenga que atravesar cuestiones dolorosas.
“Somos una institución sin fines de lucro que tiene como objetivo fomentar posibilidades de igualdad de
oportunidades para jóvenes con discapacidad intelectual a través de la creación de espacios de sociabilización y recreación, la formación para el trabajo, y la concientización a la sociedad sobre las formas de incluirlos de una manera digna y respetable fomentando el conocimiento y su aceptación”, explica.
Comenzaron con talleres recreativos de salsa, folklore, música, teatro, panificación, cine y escuela de fútbol. Pero los padres de Applir fueron por más: su gran preocupación era que sus hijos no consiguieran trabajo y no estén incluidos en el mercado laboral. Así, desarrollaron su propio servicio de catering “Ni más, ni menos”, donde muchos de los jóvenes de la Asociación encontraron un lugar donde desarrollarse profesionalmente.
“Hoy 12 chicos participan del catering y lo hemos logrado por la calidad, no por la estética”, apuntó Rosa satisfecha. Tras una pausa agregó: “Queremos igualdad de oportunidades. Sabemos que la diferencia está, pero si se los capacita, queremos que tengan la oportunidad como cualquier otro”.
Mientras tanto, el mate circulaba y la charla se desenvolvía naturalmente. Nilda, la tesorera de Applir se sumó a la conversación. “Lo que queremos es que tengan la dignidad que toda persona necesita, sencillamente queremos que sean felices, como sea, pero que sean felices”.
Sobre las reacciones de la sociedad frente a la incapacidad expresaron que “la mejor forma de conocerla es involucrarse, más allá de escucharlo, hay que involucrarse. Porque hay desconocimiento por parte de la sociedad sobre el tema, y le temen a lo desconocido. Tienen miedo a involucrarse porque tienen miedo que les pase”, dijeron al unísono Rosa y Nilda.
“Ellos tienen proyectos de vida; sueñan como cualquier persona. Sueñan con poder casarse, comprarle un regalo a su sobrino, o irse de viaje. Y trabajan para eso, como lo hace diariamente cualquier otro ser humano”, manifestó Nilda. “El tema es asumir la discapacidad, porque cuando uno lo asume ve lo que progresa en esa persona y no lo que falta. Hay que abrirse a la inclusión”, añadió Rosa.
Terminando la conversación, Rosa resumió los valores y principios de la Asociación en una frase que lo dice todo: “Sólo se puede amar a quien se conoce, y sólo se conoce a quien se respeta como ser único de la creación”.
Mientras tanto…
Leonel y María Emilia son novios. Se conocieron en la Applir y ahora disfrutan de unas vacaciones en Tigre, Buenos Aires. Proyectan juntos y disfrutan de sus momentos compartidos. A veces sí, discuten, pero vuelven a reconciliarse. Cocinan y hacen las compras. Van a trabajar. Vuelven de trabajar. Hablan por celular; también pierden el celular. Escuchan música, miran televisión y charlan de la vida. Son felices y se aman. Ellos son personas con discapacidad intelectual. ¿Diferencias? Ninguna.
Fotos: Florencia Vizzi