Está en sillas de ruedas, vive en un primer piso y necesita la solidaridad de todos para instalar el ascensor
Fernando tiene 50 años, sufrió un ACV hace cuatro y está postrado desde entonces. Con la ayuda de su esposa, consiguieron el ascensor, pero la instalación ronda los 500.000 pesos. Hoy apelan a la sociedad toda para seguir adelante y cumplir el sueño de salir a la calle por sus propios medios.
- Ciudad
- Ene 15, 2020
Por Florencia Vizzi
A veces la vida golpea y uno no tiene ni tiempo de darse cuenta desde donde vino el golpe. Sólo queda reaccionar para seguir viviendo. De eso saben bastante María Laura y su marido, Fernando. De un día para el otro y a una edad muy temprana, Fernando sufrió un ACV hemorrágico que lo dejó al borde de la muerte. Luego de una dura batalla, el matrimonio logró esquivarle la jugada a la parca, pero Fernando quedó postrado en silla de ruedas. Y es por eso que hoy necesitan colaboración y solidaridad para instalar un ascensor que le facilite el acceso a su casa que se encuentra en un primer piso.
“En su momento escribí a todos los políticos, sin banderas, a todos. Pedí ayuda y la única que me respondió fue Daniela León. Ella lo conoce a Fernando y sabe mi situación, y me consiguió un ascensor que sacaron de una demolición. Lo separaron para él”, relató María Laura a Conclusión. “Pero el presupuesto que me pasaron para colocarlo es de 460.000 pesos… es inalcanzable para nosotros”.
Fernando Mizzi tiene 50 años. El 28 de enero de 2016 un accidente cerebrovascular lo sorprendió en plena calle. El servicio de emergencia que lo atendió le diagnosticó un ataque al hígado, pero su mujer sabía que algo andaba mal y lo llevó por sus medios al Hospital Clemente Álvarez donde pasó los siguientes seis meses.
“Después lo mandaron de vuelta a casa… a decir verdad, lo mandaron para que muera en casa… porque tenía hidrocefalia, dos válvulas, tuvo también una meningitis y no tenía perspectivas de vida”, recordó la mujer.
Pero ella decidió no escuchar a los médicos y batalló con kinesiólogos, terapeutas y enfermeros, hasta que Fernando empezó a mejorar. “Fue un proceso muy lento, pero poco a poco empezó a hablar, tenía la mitad del cuerpo paralizado y ahora puede mover el brazo y llevarse una taza a la boca» relató.
Fernando pasa la mayor parte del día en la cama, se levanta sólo un rato para comer y pasar un rato detrás de la ventana en su silla de ruedas.
“Vive detrás de unas rejas y no está preso – se lamenta María Laura. Si tuviéramos un ascensor le cambiaría la vida, podríamos arreglarnos para ir a pasear un rato, lo llevaría a hacer los mandados. Sería otra vida para él y eso también lo ayudaría a seguir mejorando”.
La casa en la que vive el matrimonio, junto a sus dos hijos adolescentes, está en un primer piso, por lo cual, cada vez que Fernando tiene que salir, lo tienen que cargar entre cuatro personas. “Hay que esperar que haya gente que nos ayude para bajar y subir, no nos queda otra, porque no podemos valernos por nosotros mismos”, remarca su esposa. “No tiene ni siquiera la oportunidad de ir a ver a su hijo cuando juega un partido de rugby, ni de hacer casi ninguna actividad, no podemos salir prácticamente porque estoy yo sola con los chicos, nada más… el ascensor le cambiaría la vida”.
María Laura, y toda su familia, está acostumbrada a pelearle a las adversidades. Los últimos años tuvo que enfrentarse a un linfoma de Hodgkin, del que recién ahora se termina de recuperar, pelear cada día contra la baja de prestaciones de Pami, que la obligó a pagar, con mucho esfuerzo, parte de las terapias y prestaciones que debían proporcionarle en forma gratuita y la reducción de días de trabajo por la baja en las ventas, entre otras cosas.
“Y la seguimos peleando, no soy el ejemplo de nadie, le pongo onda y amor a todo esto y trato de salir adelante por mis hijos y por Fernando. Por eso me decidí a salir a los medios y a las redes sociales. Porque sé que esto le cambiaría la vida totalmente”.
Meses atrás Fernando tuvo una de sus grandes alegrías, cuando pudo conocer a un gran ídolo suyo, el jugador leproso Maxi Rodríguez. Hoy está esperando que la vida y la solidaridad de la gente le posibilite otra gran oportunidad: la de salir de casa por sus propios medios y para dejar de ver la vida por la ventana.
Todos los interesados en colaborar con la familia Mizzi y el sueño del ascensor, pueden comunicarse con María Laura al teléfono 341 370-9136. También se puede colaborar en la cuenta abierta para tal fin en el Banco Municipal de Rosario: Caja de ahorro Nº 158572/68
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