¿Nadie paga por la muerte de los pobres?
David Moreira murió tres días después de recibir una feroz golpiza propinada por un grupo de vecinos, presos de la ira, tras intentar robarle la cartera a una chica que caminaba por Marcos Paz y Liniers el 22 de marzo de 2014. Los asesinos están libres.
- Ciudad
- Mar 14, 2015
Por Alejandra Ojeda Garnero
El caso de David Moreira comienza con un arrebato de cartera a una joven que caminaba con su hija en brazos y es interceptada por dos jóvenes con intención de robo.
El hecho ocurrió el sábado 22 de marzo de 2014. Alrededor de las 17 en calle Liniers casi esquina Marcos Paz, David Moreira junto a Isaías D. circulaban en una moto y abordaron a una joven que caminaba con su beba en brazos para arrebatarle la cartera.
La joven al verse en esa situación se resiste a entregar sus pertenencias y comienza a gritar pidiendo ayuda. Fue allí donde se desató la tragedia que luego apagaría la vida de David Moreira el 25 de marzo, tres días después de ese hecho.
Una versión de la historia
Según el relato de Isaías, el cómplice de David en ese hecho delictivo, cuando la joven se resistió a entregar la cartera decidieron desistir y emprender la fuga. Pero antes de poder hacerlo, un conductor que pasaba por el lugar impactó la moto con su vehículo y la dejó inutilizable, por lo cual debieron emprender la fuga a la carrera ya que una horda de personas descontroladas y enardecidas los acechaba.
En ese momento, al verse acorralados por los vecinos, deciden dejar la moto tirada en la calle y salir corriendo. Isaías lo hace por Marcos Paz hacia el oeste y David huye por la misma calle pero en dirección este.
El mismo testigo afirma que en ese momento a David lo perseguían unas tres personas, pero como huyen en direcciones opuestas lo pierde de vista.
Según el relato de otros testigos, la carrera de David fue interrumpida por un grupo de hinchas de Rosario Central que se encontraban frente al club Social y Deportivo Amistad y Unión, un club tradicional del barrio Azcuénaga. Allí se produce un quiebre en la sociedad, muy difícil de reconstruir.
La otra cara de la moneda
Para entender por qué ocurrió el linchamiento de David Moreira es necesario remontarse un tiempo atrás. Todo comenzó cuando en el barrio los vecinos empezaron a sufrir en forma recurrente distintos hechos de robos, arrebatos en las calles y entraderas, que comúnmente se denominan “hechos de inseguridad”. Los vecinos organizaron marchas para pedir más seguridad en el barrio. Así se creó la organización “Indignados de barrio Azcuénaga” la cual contaba con una página en la conocida red social Facebook y en ese espacio se expresaban a favor de la “justicia por mano propia”.
Según el relato del abogado querellante Norberto Olivares “todas personas que aparecían como miembros de ese grupo” -que luego fue dado de baja- “estaban vinculadas con toda la línea de sospechosos que nosotros pensamos participaron en la golpiza a David Moreira”.
Menos el presidente…
En la organización “Indignados de barrio Azcuénaga” participaban la comisión directiva–excepto el presidente, que no comparte la postura del resto de los miembros- del club Amistad y Unión en forma conjunta con el grupo de hinchas de Rosario Central que interceptaron a David Moreira en su fuga aquel 22 de marzo. Ambos grupos, comisión directiva e hinchas conformaron una “sociedad” con la idea de capturar al primer “caco” que apareciera y hacer justicia por mano propia, avalándose en el hartazgo de sufrir reiterados hechos de “inseguridad” y en la poca o nula intervención del Estado para satisfacer su pedido.
Otros pudieron zafar…
Pero el caso de David Moreira no fue el primero. En noviembre del 2013 otro hecho similar se vivió en las calles del barrio cuando dos jóvenes en moto intentaron arrebatarle la cartera a una chica. Pero esta vez fue diferente porque pasó por el lugar un patrullero del Comando Radioeléctrico y al observar la situación se acercó y logró detener a los delincuentes. Fue entonces cuando los “Indignados de barrio Azcuénaga” atacaron a la policía a piedrazos, por impedir que ajusticiaran a los ladrones.
Es evidente que existía un clima en el barrio que alentaba y avalaba la implementación de la “justicia por mano propia”.
Se pudo saber que este grupo de jóvenes, había conformado una especie de “brigada” que cobraba algún dinero para brindar protección a los vecinos.
A modo de ejemplo: “si tenés una hija que vuelve de la facultad a las once de la noche, le pagás a este grupo y ellos se encargan de esperarla en la parada de colectivo y acompañarla hasta la puerta de su casa. Este grupo de jóvenes son los mismos que aparecen como sospechosos en la causa”.
En consecuencia, explica Olivares, “David Moreira se encuentra, más que con ese grupo de personas, se encuentra con ese clima” que generó todo lo que ocurrió después.
El linchamiento
Según testigos presenciales, existen tres secuencias de violencia extrema sobre David, pero antes es necesario aclarar que, ni él ni su cómplice estaban armados. Cuando su víctima ofreció resistencia desistieron, sin ejercer violencia y emprendieron la fuga.
Cuando David es interceptado por los hinchas que estaban frente al club Amistad y Unión cae al piso y comienza la golpiza, luego logra levantarse, lo corren vuelve a caer lo vuelven a golpear, logra zafar nuevamente trata de escapar, se vuelve a caer y comienza otra golpiza por el término de diez a quince minutos sin interrupciones.
Luego de esa golpiza David ya no ofrece resistencia y queda tendido en la calle recibiendo más golpes. Aunque se encuentra inconsciente, dos jóvenes le siguen pateando la cabeza.
Pero eso no es todo, luego lo arrastran por el pavimento hasta la esquina donde había quedado tirada la moto de su cómplice y uno de los autores de la golpiza levanta la moto y se la tira encima.
David Moreira murió tres días después como consecuencia de los golpes recibidos que lo causaron múltiples fracturas en el cráneo y pérdida de masa encefálica.
Un quiebre en la sociedad…
Entre las 17 y las 17,10 de la tarde del fatídico sábado, mientras un grupo de vecinos desaforados insistían enceguecidos en ajusticiar al delincuente, otro grupo del mismo barrio hizo once llamados al Comando Radioeléctrico pidiendo que se presente la policía porque estaban matando a un pibe, aunque sabían que era un ladrón.
La sociedad está partida y barrio Azcuénaga también, no todos los vecinos estuvieron de acuerdo con el linchamiento de David Moreira. Hubo un grupo de personas que les pedía a sus propios vecinos que dejaran de pegarle.
No todos tienen los mismos derechos…
David debió ser retenido por los vecinos, por haber cometido un delito, debió ser entregado a la policía, debió ser encarcelado y juzgado en un juicio justo y cumplir la pena que le hubiese correspondido proporcionalmente por el delito que cometió. El delito penal atribuible debió ser “robo simple en grado de tentativa” que estipula una pena de un mes a seis años de prisión, según el Código Penal. Pero David no tuvo ese derecho. Fue asesinado.
Sin embargo, quienes mataron a David si gozan de ese derecho. Aunque la acusación que pesa sobre ellos no es un “simple robo de cartera” sino la de un asesinato cuya calificación establecida por el Código Penal es “homicidio calificado por la participación de dos o más personas con alevosía” Que estipula una pena de prisión perpetua.
Además tuvieron el derecho de cumplir la prisión preventiva con la modalidad domiciliaria y recientemente fueron liberados de esa condición y podrán caminar libremente entre sus pares a pesar de haber asesinado a una persona, aunque siguen vinculados a la causa. David no lo puede hacer, porque ellos le arrebataron ese derecho.
No sólo gozan de la libertad, sino que fueron “beneficiados” con un cambio de carátula y ahora la imputación se modificó por la de “homicidio en riña” que la pena establecida por el Código Penal es de dos a seis años de prisión, es decir que en el caso máximo que lo condenen a por el máximo de la pena, la ejecución es condicional es decir que directamente quedarían en libertad.
Pacto de silencio
Aunque barrio Azcuénaga está divido entre quienes avalan las prácticas de “justicia por mano propia” y quienes la repudian. Algunos vecinos que presenciaron el hecho saben que no pueden hablar. Quienes comparten la idea de ajusticiar a los delincuentes sellaron un pacto de silencio en el cual existe el compromiso tácito de no delatar a los asesinos. Pero quienes están en la otra vereda saben que no pueden hablar porque fueron advertidos y hasta amenazados para “que no señalen a los agresores”. Inclusive el grupo de violentos buscó casa por casa para dar con la persona que filmó el video de nueve segundos que se viralizó en la web donde se observa a dos hombres pateando la cabeza de David.
No importa en qué vereda estén, los vecinos de barrio Azcuénaga tienen miedo a sus propios vecinos y saben que no pueden delatar a los asesinos. No debe ser fácil vivir con esa carga.
¿Quién era David Moreira?
David era un chico como cualquier otro, tenía 18 años y vivía en un barrio humilde de la ciudad, precisamente en Pedro Lino Funes al 600 bis, casi en el límite donde se unen Empalme Graneros con barrio Azcuénaga. Compartía una modesta casilla con su madre, su hermana que estaba por cumplir 15 años y dos hermanos más pequeños. Desde que sus padres se distanciaron, el se puso al frente de la casa. Para llevar algún dinero a la casa, para afrontar los gastos diarios hacía algunas changas como albañil. “Era un buen chico”, decía su madre. Era un chico tímido, introvertido. No tenía antecedentes penales. Y se lamentaba “lo hubiesen entregado a la policía si cometió un delito, hoy estaría vivo”.
Los imputados…
Dos jóvenes de barrio Azcuénaga, chicos de barrio como David. Con una estructura familiar y una situación socio económica más holgada que la de David. Dos jóvenes trabajadores. Nahuel P., 23 años empleado de un taller mecánico y Gerardo “Capocha” G., de 28 años dedicado a la albañilería. Estos jóvenes comparten una forma de pensar afín con la idea de hacer “justicia por mano propia”.
Así lo detalló Olivares, abogado de la familia Moreira, según las publicaciones que observó en sus muros de la red social Facebook, por ejemplo: “Señor delincuente si no quiere ser linchado absténgase de robar”, y todo tipo de comentarios despectivos hacia un determinado sector social.
Como complemento a toda esta forma de pensar, la hija del tesorero del club, propone “una reformulación de la legislación que permita amputar al delincuente en el momento que se lo encuentra in fraganti”.
Ante esta ola de violencia y descontrol, donde los valores se encuentran trastocados, el licenciado en Ciencia Política y profesor en Sociología, Carlos Solero realiza una reflexión al respecto:
“La violencia de arriba engendra la violencia de abajo.”
Esta frase marca con meridiana exactitud las situaciones de violencia social que genera el sistema capitalista, basado en la autoridad y la propiedad, es decir, sociedades con grandes desigualdades en las que la brecha entre los que más tienen y los que poco o nada tienen continúa ampliándose cada día.
Las relaciones entre incluidos y excluidos jamás pueden ser armónicas, mientras una élite despilfarra, la inmensa mayoría soporta la precariedad y la flexibilización laboral, o bien debe elaborar estrategias de supervivencia propias de la marginación producida por el sistema del capital-mercancía.
En la Región Argentina desde 1976 se aplican políticas neoliberales, con algunos leves matices esto sigue siendo así. A partir de la década del ´90, la retirada del Estado-Benefactor, que al menos garantizaba cierta afiliación social a través del empleo permanente de la fuerza de trabajo y los mecanismos de la seguridad social. Se ha aniquilado la trama de solidaridad social básica. Esto implica enfrentamientos por abajo, es decir, entre trabajadores incluidos y excluidos que nunca ingresaron al mercado formal de trabajo, personas que no sólo carecen de elementos materiales, sino también de recursos simbólicos.
El reinado del “dios mercado” propicia el enfrentamiento de todos contra todos, pero aclaremos todos los de abajo contra todos los de abajo, los de arriba, los que gobiernan la sociedad mediante la gestión del Estado o de las corporaciones están atrincherados en barrios cerrados, a salvo de cualquier riesgo material o físico.
Los sucesos acaecidos en barrios de Rosario recientemente como el linchamiento por parte de vecinos a un joven de 18 años que fue al asalto de una mujer acompañada de una criatura, no son más que la punta del iceberg. La anomia y la descomposición social no han cesado en las últimas décadas, es más, estos fenómenos se han agudizado. Alcanza con observar la cantidad de homicidios en lo que va del presente año. Para comprender cómo aumentó la violencia social. La ciudad del boom es la ciudad del Bang.
Afirma el escritor anarquista Rafael Barrett en una de sus Notas Críticas titulada Lynch:”El linchamiento es recomendable, por su baratura. Ahorrarse de un golpe fiscales, abogados y jueces, no es chico negocio para los poderosos.” “Habrá verdugos gratuitos y abundantes. En esta justicia reducida a su esencia, solo queda el elemento indispensable: el verdugo nato, el bárbaro que se encarga de ejecutar las sentencias inmediatas, y sin el cual, todo el aparato administrativo del sistema dominante se desmoronaría.”
Mientras persistan las desigualdades irritantes en plena vigencia y la incitación constante al consumo de mercancías absolutamente superfluas persistirá la violencia social.