Rosario Sin Secretos: Cleto, el joven rosarino del que sólo se conserva su sangre

En el Día del Abanderado, un homenaje a todos aquellos que tienen la gloria de portar nuestra Bandera.

 

Su cuerpo -igual que el de otros muchos miles, entre los que estaba su amigo y compañero, el poeta, periodista y militar Pedro Nicolorich- quedó en el Paraguay aquel 22 de septiembre de 1866, en la demencial guerra iniciada por la Triple Alianza de Mitre, la más grande y sangrienta de América del Sur. Cleto Mariano Grandoli había nacido en Rosario y sólo tenía 17 años.

Basta llegarse hasta el Parque de la Independencia y entrar al Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc” para toparse con el cuadro que enmarca el pabellón que él portaba, hecho jirones, y que regresó a Rosario tras algunas vicisitudes. Un correntino, Nicanor Frutos, lo recogió de la trinchera y regresó a la retaguardia. Al llegar a Rosario fue olvidado durante bastante tiempo en la municipalidad hasta que D. Meyer, por entonces jefe político, la vendió a un militar de Buenos Aires y terminó en el Museo Mitre. Desde 1910 el propio Julio Marc, abogado, historiador, pedagogo, la reclamó para Rosario, y recién para la inauguración del Museo Histórico, en 1939, consiguió que se autorizara el envío. Llegó en barco, de la mano del vicepresidente, Ramón A. (y no S.) Castillo.

Exhibido durante la Coronación de la Virgen en 1941, le sirvió a su nuevo custodio, el Dr. Julio Marc, para exaltar sentimientos de patriotismo en los jóvenes de entonces.

Cleto Mariano Grandoli era nieto de Alejo, la autoridad máxima del poblado que recibió a Belgrano aquel 7 de Febrero de 1812 cuando llegó a hacernos Cuna de la Bandera y de la Escarapela, y pertenecía a una de las familias más antiguas de la Capilla del Rosario del Pago de los Arroyos. Vivió en el solar en el que hoy se erige el Colegio Cristo Rey, calle Comercio (Laprida) al 1300.

Un día como hoy, 158 años atrás, dejó su vida en Curupaytí y, su sangre en el lábaro del Batallón Primero Santafesino, cosido y bordado por mujeres rosarinas.

Un día antes le había escrito a su madre Magdalena Correa: «El argentino de honor debe dejar de existir antes de ver humillada la bandera de la Patria. Yo no dudo que la vida militar es penosa, pero, ¿qué importa si uno padece defendiendo los derechos y la honra de su país? Mañana seremos diezmados, pero yo he de saber morir defendiendo la bandera que me dieron». Y cumplió su promesa! Catorce balazos apagaron su vida, pero su sangre quedó impregnada en la tela de la enseña que supo defender como abanderado.

Dice la tradición oral que su mamá le dijo: “Espero que se comporte como un hombre”. Y que él contestó: “Como un hombre de honor, porque si yo no vuelvo, volverá mi nombre lleno de gloria”. Eduardo Barnes eternizó en un monumento su figura en avenida Belgrano y Rioja y la Plaza de Armas del Liceo Aeronáutico Militar lleva también su nombre.

El jefe del Batallón Juan María Ávalos escribiría una carta al vecino Juan Antonio Rosas en la que, entre otros párrafos, le decía: “…hecha pedazo como está y manchada con la sangre del intrépido Subteniente Primero de Bandera, Mariano Grandoli, tal vez no la conozcan más las distinguidas damas que la trabajaron”.

En sororidad histórica, daremos sus nombres: Tomasa Gómez de Guillón, Agustina Carbonell de Lassaga, Salomé Maciel de Freyre, Felisa Juárez de Zeballos, Josefa Gálvez de Mazza, Justina Rodríguez de Álvarez, Restituta Esquivel de Lejarza, Inés Nicolorich de Aldao, Cecilia Rosa de Tiscornia, Margarita Massa de Carlés, Manuela Freyre de Lamas, Manuela Ojeda de Hertz, Mercedes López de Comas, Rita Alcácer de Ibarlucea, Teresa López de Fragueyro, Delfina Fernández de Almeyra, Celestina Echagüe de Salvá, Juana Fernández de Lara, Carlota Maderna de Pérez, Juana Mirasso de Lezona, Laureana Correa de Benegas, Trinidad Carranza de Juárez, Joaquina Alvear de Arrotea, Eugenia López de Grognet, Ángela Cardozo, Dolores de Medina, Rosa Aldao, Isaura Corvalán de Lagos, Felisa Zeballos de Torres, Carmen Guillón de Marquardt y hasta Magdalena Correa de Grandoli, la mamá del joven y valiente abanderado.

Rosario eternizó su recuerdo en un monumento realizado por Eduardo Barnes, ubicado en el Paseo 20 de Junio del Parque Nacional a la Bandera, sobre la avenida Belgrano.

También el Patio de Armas del Liceo Aeronáutico Militar lleva su nombre, así como la Escuela 527, el Instituto Superior de Educación Física y el Club que vio y vivió los primeros pasos de Lionel Messi.

Hoy, en el Día del Abanderado, celebramos la excelente iniciativa de disponer a media asta la Bandera del Mástil Mayor del Monumento y también saludamos a todos los abanderados que tienen el honor de portar tan sagrado símbolo. Como todo tiene que ver con todo, traemos a esta nota a Miguel Albarracín (apellidado igual que la madre de Sarmiento, cuyo nieto del corazón también murió en Curapaytí), que se disponía a engalanar en celeste y blanco el balcón del edificio Cóndor, domicilio de la casi centenaria Gladys Urquiza, la misma dama que inspiró a la Dirección Municipal de Cultura para pintar, detrás de la gran pared de la Municipalidad, la réplica de la pintura realizada en 1947 por el español Rafael del Villar.

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