Tango y Peronismo: la mujer que luchó por amor con el canto como sostén
Juan Ángel "Vasco" Aguerreberry fue un militar y peronista que logró escalar el Aconcagua para colocar los bustos de Perón y Evita en la cima. Esta lealtad a Perón le costo años de persecución y cárcel con la llegada del gobierno de facto de Aramburu. Edith Reybet, su esposa, jamás lo dejó solo. Luchó hasta encontrarlo y cuidó de él con amor y canciones.
- Ciudad
- Jul 5, 2022
Por Federico Morel
Hay momentos que pertenecen a la memoria de la Argentina y que van más allá de la historia misma pero que, indiscutiblemente, y a pesar de que han apostado por su olvido, afloran como la margarita en la grieta del asfalto.
Encuentros, desencuentros, caminos impensados y, por supuesto, la vida misma que intenta, testaruda, mostrar la realidad a como dé lugar.
Dentro de los procesos políticos de nuestro país han ido tejiéndose lazos donde los protagonistas no han podido, en muchos de los casos, enterarse que dejaron establecidas las huellas que, tarde o temprano, comenzaron a aparecer, cual páginas arrancadas encontradas en otros tomos literarios descoloridos por el paso del tiempo para que al final, el cuento no quede incompleto.
Lo que al principio puede parecer el recorrido hacia la cima, durante el testimonio esa anécdota toma otro camino, el cual tiene un pasado que va intentar, sin querer queriendo, modificar el presente establecido.
Edith Reybet hoy tiene 83 años, es peronista, cantante de tango y esposa del sargento Juan “Vasco” Aguerreberry, militar y político de la época donde predominó la pasión justicialista. En diálogo con Conclusión, la historia de Edith se entrecruza la historia política del país en la última mitad del siglo veinte con una historia de amor basada en la lealtad incondicional y el valor de una mujer valiente.
La mujer narró, entre otras cosas, la relación de el «Vasco» con Perón, de quién conserva mensajes escritos, además de un chal obsequiado por la propia Evita, y la aventura de su marido al escalar el Aconcagua para colocar un busto del General y Evita en la cima.
La vida de Edith es la de una Argentina que atravesó trágicos momentos, que se vieron reflejados en su vida personal. Su marido fue apresado debido a su militancia peronista y gremial, y sufrió la pérdida de una de sus hijas, que nació prematura, ya que su médico, profundamente antiperonista, decidió adelantar el parto. Asegura que se la «sacaron».
– ¿Cuándo nació su amor por cantar?
– A los cinco años cantaba de todo, pero el tango fue lo más. Me encanta, me llega al corazón. Mis preferidos son Nelly Vásquez, Julio Sosa, hay varios que me gustan. Los escucho y me emociono. Ahora no puedo cantar por la disfonía. Pero hasta hace dos años cantaba en público. Lo disfruto mucho.
– ¿Cómo conoció al Vasco?
– Lo conocí a través de mi cuñado que también estuvo preso. Ahí se hicieron amigos. Entonces mi cuñado le hablo de mí. Cuando el salió me quiso conocer. En la calle Córdoba caminando por casualidad, que no fue casualidad. Ahí nos conocimos. Ahí empezamos a salir. Yo salía siempre con mi hermana y mi cuñado. Estuvimos saliendo desde octubre hasta diciembre, pero el 25 de diciembre él le pidió la mano a mi papá. Me lo dijo, por supuesto. Yo quería casarme con él. Yo estaba tan enamorada que a los tres meses nos casamos. Mis padres se fueron a vivir a Santa Fe y él no quería que yo me fuera. Entonces nos casamos.
– ¿Qué cualidad puede destacar del Sargento?
– Él fue un tipo honesto de primerísima clase. Lo más honesto que yo conozco en la vida, y lo más sensible. El luchaba por el pueblo. No le importaba nada. Él era un patriota. Un verdadero patriota.
– El Vasco tenía una relación de amistad y respeto con el General Perón, ¿hablaba sobre ese lazo?
– El me contó cuando lo veía, cuando se hablaban, no era muchas veces, pero se hablaban. Para él era un ídolo, era todo. Y para mí también. Yo tenía esa idea, pero con él se hizo más fuerte.
– ¿Le contó sobre la misión «Sargento Fariña» en el ´54 al Aconcagua?
– Sí, me lo contaba. Me contaba que fue muy riesgosa, muy difícil. Que, por supuesto la temperatura era difícil, había tormentas, me contaba todo, hasta que tenían que pasar por un lugar muy pequeño para poder llegar. En ese momento no había nada de lo que había ahora. Para él fue un momento de gloria poder llevarlo y que estén allá. Todos estaban tan contentos. Fue, la verdad, una cosa emocionante.
– Con la llegada de la supuesta Revolución Libertadora, las cosas se pusieron feas…
– Él estuvo preso. Nosotros nos habíamos ido a vivir juntos. Yo estaba con los padres de él recién casados. Yo fui a un hotel y él se fue a trabajar a Las Parejas con un amigo. Estaba en el hotel, él venía a la noche, se iba a la mañana. Estaba sola. Estaba embarazada. Me descompuse, me desmayé y no me conocía nadie. Me llevaron al hotel y más o menos leí la dirección. No conocía nada. Después que estuve ahí un tiempo, hasta que llegó el 30 de noviembre de 1960. Volvimos a Rosario, a la casa de los padres de él, donde yo podía parar con nuestra hija. Entonces él se fue a la CGT.
– ¿Lo detienen en la CGT Rosario?
– Estaba siempre en la CGT. Para él era una segunda casa. Tal es así que una vez yo le mandé una mesa enorme que tenía para los compañeros de la CGT. Yo estuve en una cena con varios artistas. Íbamos siempre. Ese mismo día se fue. El día 30 se fue. A la noche no volvió. Yo estaba sola, lo estaba esperando. Llegó la mañana. A la 7 puse la radio. Lo primero que escuché cuando puse la radio, es que al primero que habían detenido era a él. Me sentí morir. Yo estaba embarazada del último, encima no sabía dónde estaba. Quince días estuve sin saber dónde estaba él. Iba al comando a la mañana, iba al Regimiento 11 y nadie me decía nada. Entonces, una vez voy y, por sorpresa para mí, me lo hicieron ver. Estaba en el Regimiento 11. Había estado en una barca de la Gendarmería en el subsuelo. Había estado detenido en el depósito de un barco donde lo torturaban por ser peronista. No solo física, sino moralmente.
El día 30 se fue. A la noche no volvió. Yo estaba sola, lo estaba esperando. Llegó la mañana. A la 7 puse la radio. Lo primero que escuché cuando puse la radio, es que al primero que habían detenido era a él. Me sentí morir
– ¿Cuándo se enteró que lo trasladaban a la cárcel de Magdalena?
– No se sabía a qué casa iban a entrar. Nadie sabía. Entraban en cualquier momento. Cuando me lo hicieron ver, estaban todos presentes, no se fue nadie. El me abrazó. Lo primero que me dijo al oído fue que les dijera a los muchachos que habían estado con él en la revolución que no pasaba nada, ni siquiera el auto que él llevaba, que era del amigo de Las Parejas, me hizo decir que lo había robado él, para que no lo buscaran a su amigo. Yo al otro día le llevé ropa para que se cambiara. Me encuentro con que me había cruzado con él. Se lo habían llevado a Magdalena. Antes, lo habían dejado pasar por mi casa y yo no estaba. Él me dejo una nota en la mesa. La nota decía que partía hacia Magdalena, me deseaba lo mejor, que tuviera mucha fuerza, que era muy valiente y que iba a salir adelante. Yo estaba por tener familia. Eso fue el día 30.
La nota decía que partía hacia Magdalena, me deseaba lo mejor, que tuviera mucha fuerza, que era muy valiente y que iba a salir adelante. Yo estaba por tener familia
– Durante este proceso, usted no la pasó bien, ¿qué recuerda de ese momento?
– Cuando yo di a luz, me tocó un doctor que era gorila, sabía que mi esposo estaba preso. Me lo hizo nacer de ocho meses. Yo no tenía fecha de parto. Cuando nació el bebé, me lo llevaron a una cámara de oxígeno. A las 20.30 el 3 de enero del 61, viene un médico pediatra y me dijo que él bebé no pasaba la noche. Para mí fue como un golpe. No entendía nada. Estaba sola. Yo no sabía que estaba mal. Yo le había dicho al médico que faltaba un mes. Él me gritó y me dijo de todo. Yo estaba sola en el sanatorio. Estaba en la calle Corrientes y 9 de Julio, Sanatorio Santa María. Después que nació el bebé, el médico se fue, no me atendió más. No me atendió una sola vez. Estuve dos días. Me traían la comida y, sin hablarme ni nada, me la dejaban ahí y nada más. Yo tenía una familia amiga que fueron, me cambiaron y me sacaron. Yo estaba sola. Salí como si nada. Nadie me vio, nadie nada. Eso pasó después. Mi familia estaba en Santa Fe. Mi hermano vino a buscarme unos días después para llevarme después con la nena. Entonces me fui a Santa Fe. A los pocos días venía el carnaval. Yo me quise ir a Magdalena con la nena. No conocía a nadie, no conocía el lugar nada. Sin embargo, me fui y llegué a Magdalena. Con mucho esfuerzo y preguntando, llegué. Cuando llego a Magdalena, no me dejan entrar porque me dijeron que él no podía recibir visitas. Entonces me fui a la pensión de las mujeres, donde íbamos todas las mujeres de todo el país. Yo estaba en la última pieza. Encima venían todos los viajantes. Me pasaba la noche levantada, con miedo. Tenía 22 años. Después de eso, empecé a tener nuevamente hemorragias por el parto, pero al otro día fue otra vez al penal. Me acompañaron las mujeres. No quisieron dejarme entrar de nuevo, pero hicieron tanto lío las mujeres de los oficiales que vino un oficial y me habló, y me dijo que mi marido no podía verme. Hicieron tanto lío las mujeres que me dejaron pasar a las 3 y media de la mañana.
Cuando yo di a luz, me tocó un doctor que era gorila, sabía que mi esposo estaba preso. Me lo hizo nacer de ocho meses
– A pesar de todo lo que pasó, usted pudo verlo en Magdalena.
– Pasé. Mi marido me pidió perdón. Me enteré de todo. Yo no sabía nada. Después pasó. Volví al hospital militar. Estuve 15 días internada por la hemorragia. Le pedí al doctor que me dejara salir a la mañana temprano, porque yo de ahí me fui otra vez a Magdalena. Cuando estaba en Magdalena empecé otra vez con la hemorragia. No me dejaron entrar otra vez. Me dijeron que estaba castigado. Después, me quedé un tiempo en cama y volví a ir. Me levantaba y me iba. Iba en colectivo. No sé cómo me arreglaba, pero me iba con la nena y todo.
– Imagino que esas visitas eran duras, ¿cómo fue verlo dentro del penal?
– Una vez tuve un problema. Yo ya estaba embarazada de Claudio. Tuve mucha pérdida. Entonces yo llegaba al penal, y un compañero le dijo Juan: “Acá viene la gallina con patas”. Cuando le dijo eso, mi marido lo quiso matar. Lo tuvieron que sacar entre todos porque mi marido lo quería matar. Era muy grande y fuerte. La verdad que fue muy feo. Después, entrabamos los días sábados y domingos, los días de cumpleaños, los 1 de enero nos dejaban entrar. Nos daban la comida en el comedor grande, pero si queríamos en la pieza chiquita teníamos un calentador para no estar con los demás.
– ¿Cuáles fueron las sensaciones cuando por fin pudo verlo afuera? Tengo entendido que estuvo detenido primero un año y ocho meses y la segunda vez dos años.
– Ya había mi muerto mi nena. A él lo dejaron venir porque había cumplido la mitad de la condena. Estuvo un mes acá y después se tuvo que ir. Entonces, yo me quedé en la casa de mi mamá y me iba cada tanto a verlo, hasta que volvió el 30 de noviembre del `62. Ese día, cuando volvió, estaba esperándolo. La verdad que fue una cosa hermosa porque fue un encuentro de emoción, por lo que había pasado sola, no tenía a nadie.
– Durante el tiempo que el Vasco estuvo encerrado, ¿sintió miedo? ¿sintió que la perseguían?
– Me seguían. Cuando estaba en Chacarita en lo de unos tíos, me seguían. Yo llevaba a la nena a la plaza y yo sentía que me seguían. Una vez me siguió un auto y yo me di cuenta, empecé a dar vueltas hasta que pude volver. Me seguían.
Cuando estaba en Chacarita en lo de unos tíos, me seguían. Yo llevaba a la nena a la plaza y yo sentía que me seguían
– ¿Tanto sufrimiento de ambos en sus vidas tuvo alguna recompensa o reconocimiento?
– Cuando él quedó libre, la vida en Rosario fue muy difícil. Él no tenía sueldo, le habían sacado su sueldo. No tenía nada. Así que fue al mercado de Fisherton como sereno. Hasta que vino el año `73 que volvió Perón. Ahí, él tuvo que ir a Buenos Aires y Perón le devolvió su grado. Era Sargento primero y pasó a ser Sargento Principal. Le habíamos hecho una canción para él.
En el año 1973 Perón le devolvió a Juan su grado. Era Sargento primero y pasó a ser Sargento Principal
– La música, el tango, siempre estuvo presente en cada momento.
– Siempre. Para mí, la música era una cosa especial. Me llenaba el alma. Era una terapia. Él me hacía cantarle en el penal.