Dos infancias atravesadas por la desidia y el veneno
Ludmila y Zoe comparten una lucha similar, ambas deben recobrar su salud, pero la exposición a los agrotóxicos condiciona sus días. Cuando el Estado es garante del negocio, pero no de la calidad de vida.
- Región
- Oct 20, 2018
Por Alejandro Maidana
La exposición a los venenos que provienen de la actividad agrícola, sigue dejando tanta tela para cortar como respuestas vacías. De 1996 a esta parte, la profundización de este modelo productivo, ha socavado los días de campesinos, pueblos preexistentes y habitantes de localidades rurales.
Las aspersiones de químicos sin control alguno, enfermedades que tendrían una íntima relación a la exposición con los mismos, una deriva incontrolable, consolidan un combo tan aterrador como minimizado por los poderes de turno.
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Si bien el 55% de los niños y adultos internados en el Hospital Garrahan e Italiano de Buenos Aires por casos de cáncer o malformaciones son entrerrianos, la provincia de Santa Fe no está lejos de pelear ese indeseable primer puesto. Entre Ríos es la provincia más fumigada y contaminada con pesticidas, pero lamentablemente esta escabrosa realidad abraza a muchas otras.
El caso de Ludmila, la niña con glifosato en sangre
La pequeña población de Bernardo de Irigoyen, distante a poco más de 100 km de la ciudad de Rosario, fue noticia por un caso que estremeció al país. Pero lamentablemente, como tantos otros, la inercia que imprime el sistema, ya la guardó en el arcón de las informaciones prescindibles.
En el mes de noviembre del año pasado, la niña estuvo internada 30 días debido a su pérdida de peso y deshidratación, ya que un cuadro de vómitos severos la invadió. Esto alertó a sus familiares que rápidamente la trasladaron hasta el S.A.M.CO de Barrancas, para terminar en el Hospital de Niños de Santa Fe, allí los pediatras de la Institución le diagnosticarían Glifosato en sangre.
Cabe destacar que si bien el caso llegó a judicializarse, el avance de la causa es a paso de hormiga. La casa de la niña es lindera a un depósito de agrotóxicos, debido a la exposición a los mismos, Ludmila tiene muchas chances de desarrollar leucemia.
“Con respecto a las denuncias que se realizaron, no se avanzó en nada, el fiscal nunca nos dio respuesta alguna”, le dijo a Conclusión Mariela Marioni, abuela de Ludmila Terreno.
La pasividad de la Comuna de Bernardo de Irigoyen en torno a esto, interpela una vez más la postura de aquellos que deben velar por la salud e integridad de los vecinos. “La comuna nos ha dejado en soledad, el día 27 de septiembre trajeron un vehículo fumigador al galpón que linda con mi patio, cuando se hizo la denuncia, ellos argumentan que los autorizó el presidente comunal”.
Una respuesta repleta de desidia y desinterés, “cuando fuimos a preguntarle a él, nos dijo que era solo por 7 días, pero nunca más se lo llevaron y todos los días salen a fumigar. En el galpón están los bidones con veneno, ya no sabemos más qué hacer, este depósito debe ser clausurado”, enfatizó Mariela.
Una niña que contempla como el mundo de los adultos, es tan incomprensible como insensible. “Mi nieta en el mes de noviembre debe realizarse un nuevo control con el nefrólogo. Si bien ella hoy se encuentra mejor, tiene mucho miedo de salir a jugar al patio producto del olor a veneno que suele abrazar al mismo. Es por ello que siempre debemos salir nosotros con anticipación para evitarle que aquello que tanto afectó su sangre, siga atacándola”, concluyó.
La historia se repite de manera cíclica, los gritos que nacen desde las vísceras de los vecinos que se resisten a naturalizar el envenenamiento, impactan en oídos sordos y corazones petrificados.
La necesidad de contar con un ambiente sano para Zoe
Esta pequeña de dos años, está afrontando la etapa final de un tratamiento de quimioterapia. Zoe tuvo que iniciar este duro camino debido a que le diagnosticaron un linfoma linfoblástico de células T precursoras. Debido a esto, por recomendación médica debe permanecer alejada de fuentes de contaminación ambiental.
Sastre, terruño en el cual residen los padres de esta niña, está atravesado como tantos otros por las fumigaciones que alteran la pasividad del lugar. “Cuando le comenté al médico que teníamos que volver a nuestra casa, a dos cuadras de donde fumigan, me dijo que no era recomendable, pero que de todas formas lo consulte con el infectólogo que atiende a la nena”, dijo Sonia, y agregó que “el especialista me dijo que Zoe no puede estar expuesta a semejante fuente de contaminación”, sostuvo Sonia González, mamá de Zoe en diálogo con Radio el Trébol.
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Actualmente en Sastre el Ejecutivo vetó varios artículos de una ordenanza que tramitó en el Concejo desde marzo y que disponía nuevos límites para la aplicación de agroquímicos en los campos linderos a la ciudad. El último jueves se llevó adelante una importante y fluida reunión en el Concejo Deliberante, ediles y vecinos confluyeron en un debate que no arrojó demasiadas certezas.
“La solución la tienen en la mano los que legislan, no nosotros. Desde nuestro lugar vamos a seguir insistiendo las veces que sea necesario, pero la última la tienen ustedes”, enfatizó Pablo Giraudo, papá de Zoe en el acalorado encuentro que tuvo lugar en el Concejo.
La necesidad de extender a 1.500 metros las fumigaciones de la vivienda, fue uno de los puntos tratados sin demasiado éxito en la noche sastrense. “Con Zoe tenemos que mudarnos a nuestra casa el 1 de noviembre de este año y no podemos esperar que el Concejo o la intendencia se tome más tiempo para darle una solución. Zoe necesita urgente que no se fumigue cerca de su casa por su salud y la de todos los niños. Es que pido que le den valor a la vida”, exclamó Sonia González en el escrito presentado.
Dos casos de similares características, dos pequeñas que necesitan de un ambiente sano para poder crecer, jugar y soñar. Ludmila y Zoe tienen un solo deseo, seguir siendo niñas en un oscuro mundo tristemente manipulado por adultos.