MIéRCOLES, 20 DE NOV

Rosario sin secretos: el día en que Lavalle no se le animó a Rosario

Un día como hoy, un 9 de septiembre de 1840,  el gobernador interino José Ramón Mendez, remite al Rosario 500 balas de carabina y aprueba todas las medidas tomadas para resistir la invasión que el general Juan Galo de Lavalle, embarcado con su ejército en la escuadra francesa, llevaba adelante sobre la ciudad. Graciela Molina te cuenta los detalles de este tramo de nuestra historia.

Ya una mujer, Felisa Juárez de Zeballos, había recogido de labios de vecinos que vieron y vivieron el primer bombardeo el 24 de julio de 1840, aquellos datos que eternizara en sus anales el inefable Eudoro Carrasco: “una señora, vestida de blanco, se paseaba por la techumbre de la iglesia, teniendo en sus manos una bandera”.

Sin dudas que era la torre de la Catedral el punto más visible desde el río Paraná, cuando el general Juan Galo de Lavalle, embarcado con su ejército en la escuadra francesa, bombardeara por primera vez a Rosario. Y permítaseme en este punto una digresión: en el bloqueo francés contra Argentina y la lucha intestina y fratricida de unitarios contra federales, que Lavalle se llamara Galo, ¿es casualidad o causalidad? Materia de otros análisis, seguramente…

La cuestión es que hubo un día en que treinta embarcaciones, entre goletas, bergantines, cañoneras, zumacas, balandras y lanchones se plantaron frente a nuestras riberas en intimidante escuadra, y a pesar que la mayoría de las familias huyeron despavoridas, muchos hombres corrieron a la ribera a ayudar a la Batería del Rosario al mando del general Ángel Pacheco y a ver el dantesco combate, para narrar que, a pesar de los incendios provocados, “las balas encadenadas -al acercarse a la mujer vestida de blanco- eran desviadas y pasaban por alto sin causar daño alguno”. Un motivo más que ha tenido la feligresía para creer en los milagros que la Virgen María venía realizando por la ciudad a la que dio su nombre.

Volvamos a Rosario sin secretos para recordar que, un día como hoy, un 9 de septiembre de 1840,  el gobernador interino José Ramón Mendez, remite al Rosario 500 balas de carabina y aprueba todas las medidas tomadas para resistir la invasión.

¿Una de ellas? Un gran foso cavado por los dos batallones de tropas federales y la milicia al mando del comandante Bernardo Henestrosa, con la que habían sitiado el poblado, nacido alrededor de la capilla, desde las bocacalles ubicadas a una cuadra de la Plaza Mayor.

Esta vez, quizás por una nueva intercesión divina, Lavalle al encontrarse con una ciudad (en realidad faltaban 12 años para que Urquiza así la designara) bien defendida, no se atrevió a atacar nuevamente la aldea en su paso hacia Santa Fe, a la que sitiara y tomara el siguiente 25 de septiembre…

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El foso rodeaba todo lo que ocupaba, por entonces, la población, y el paso para el tránsito diario se había establecido en la intersección de Comercio (Laprida) y Rioja. Cuando pasemos y paseemos por allí, contémosle a quienes nos acompañen esta historia. Aprovechemos para elevar la vista y encontrarnos con el edificio del ex Banco Hipotecario Nacional, cuando era del Estado, claro, en la época en la que tantos rosarinos pudieron “tener el techo” con créditos a 20 años y, de paso, entremos a visitar el increíble Museo de la Salud creado por el doctor Héctor Ruiz, el médico rosarino que el año pasado recibió un importante reconocimiento en el Congreso Mundial de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello, realizado en Dubai. ¡Salud a nuestra Historia!

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