“Vamos hacia el pasado con nuevas ideas, con nuevas preguntas, incluso con nuevos conceptos”
Entrevista con la investigadora del Conicet Débora D’Antonio, directora junto con Valeria Pita, de la colección “Nueva historia de las mujeres en la Argentina” que se presentará este miércoles en la Feria del Libro de Rosario.
- Cultura
- Ago 5, 2023
Por Graciana Petrone
La colección “Nueva historia de las mujeres en la Argentina” (Editorial Prometeo) reúne a más de cincuenta autores especializados en la materia y constituye un valioso material de archivo para estudiantes y académicos, como también para un amplio público lector. Presentada en tres tomos, la obra está dirigida por las investigadoras del Conicet Débora D’Antonio y Valeria Pita quienes vieron posible elaborar una obra que pusiera en discusión algunas de las ideas clásicas de la historia tradicional.
El trabajo fue gestado durante la pandemia lo que contribuyó, según dijo D’Antonio a Conclusión, “a ir hacia atrás con una sensibilidad histórica que colocó el punto del incierto, de lo indefinido y de que el pasado también es una construcción fuerte desde el presente, y esas preguntas llevan a que el pasado se mueva”.
La colección, que hasta el momento cuenta con tres volúmenes y un cuarto que saldrá a la luz en octubre próximo en el marco de los “40 años de Democracia”, se presentará este miércoles 9 de agosto a las 17 en la Sala Hugo Diz, en tercer piso del Centro Cultural Fontarrosa, de San Martín 1080, en la Feria Internacional del Libro de Rosario.
—¿Como surge la idea de comenzar con una mirada desde el pasado al presente y de reunir a distintos autores abordando la misma temática desde distintas perspectivas?
— En principio surgió en medio de la conversación de dos amigas. Somos dos las directoras, quienes incursionamos en campos distintos. Valeria Pita que es especista del siglo XIX y yo del siglo XX, del pasado más reciente en nuestro país. Entrevimos que era posible hacer una historia que pudiera poner en discusión algunas de las ideas clásicas de lo que podríamos llamar la historia tradicional. Sobre la base del trabajo previo, de más de veinte años, donde también tuvimos un crecimiento y un desarrollo muy importante, como también de las autoras que invitamos a participar, tanto porque los temas se multiplicaron y los períodos se amplificaron, como también porque las preguntas que nos hacíamos veinte años atrás tienen hoy otro movimiento.
—Si bien la colección reúne a académicos especializados, no propone una lectura acartonada y academicista, ¿ese fue uno de los objetivos?
— Una de las ideas de esta obra es poner a disposición una serie de conocimientos que tengan un formato más accesible, más amable, que no sea un lenguaje crítico, sino poder comunicar los hallazgos que hay en materia de historia de las mujeres. Hace largo rato que venimos construyendo un espacio de trabajo, que tiene su historia y que también creció mucho en los últimos años. Sobre la base de ese armado importante de redes, de grupos de estudio y de la disposición de nuevos registros documentales, es que vimos que teníamos la oportunidad de poner en valor todo ese trabajo. Si bien es cierto que muchos de estos trabajos forman parte de recorridos que son más especializados, de gente que tiene recorridos investigativos en el Conicet, en las universidades, también vimos que era una posibilidad invitar a públicos más amplios a que ingresaran a estas historias.
—Cómo fue el proceso de selección de temas y materiales?
—A partir de lo que había disponible empezamos a jerarquizar los temas, los problemas, las preguntas, e invitamos a los investigadores e investigadoras a traer sus propias historias, la profundidad del trabajo con los documentos, la posibilidad de colocar las evidencias a funcionar en razón de las nuevas preguntas. Así apareció un primer índice y, a partir de eso, nos dimos cuenta que el trabajo era amplio y profuso. Lo que creíamos que se podía resolver en dos tomos terminó siendo en cuatro. Obviamente no significa que en esos cuatro tomos esté todo lo que se puede decir, siempre una dirección de obra y una selección, como en este caso, que significa jerarquizar ciertos temas sobre otros, o algunas preguntas sobre otras, pero a grandes rasgos creemos que tenemos una obra muy representativa de lo que se ha trabajado en la Argentina.
—¿Cómo influyó haber pensado la construcción de esta obra en pleno contexto de asilamiento por la pandemia?
—En pandemia todo estaba cerrado, no había encuentros, festejos ni clases. Nos tuvimos que reconvertir en muchos sentidos y también fue un modo de pensarnos a nosotras mismas en un contexto de total incertidumbre, de algo que teníamos previsto y que de golpe se trastocó todo. Eso nos llevó a mirar hacia atrás y pensar cómo serían las vidas de esas mujeres, que también tenían fragilidades, imprevistos, situaciones que quizás no pudieron resolver del modo que hubieran querido. Eso nos ayudó a ir hacia atrás con una sensibilidad histórica que colocó el punto del incierto, de lo indefinido y de que el pasado también es una construcción fuerte desde el presente y esas preguntas nos llevan a que el pasado se mueva. Vamos hacia atrás con nuevas ideas, con nuevas preguntas, incluso con nuevos conceptos. Fuimos muy cercanas a esta idea de que el pasado tiene mucho movimiento. Capturar esos destellos y esas huellas, quizás fue la invitación que le hicimos a las investigadoras que, aunque tuviesen un background con sus propios temas y objetos de estudio, lo pudieran dinamizar en este contexto nuevo.
—¿Hay un trabajo estrictamente de investigación que no pierde la cercanía con el lector común?
—Fue una apuesta, porque también parte de los sentidos renovados que nosotros queremos aportarle a la historia es la posibilidad de poder comunicar de una manera cercana, que no sea hiper especializada, crítica, pero a la vez sin perder el nivel y esos marcos por los cuales cada una de las investigadoras se distinguen en sus temas de trabajo. Efectivamente, como dirección de obra, fua acompañar esos procesos de escritura, de ponernos en cada uno de los artículos para deconstruir los argumentos, para que llegaran de una manera clara, profundizar históricamente y acercar al lector a estas historias que son muy disímiles y atraviesan distintos períodos y problemas. Uno muchas veces naturaliza sus propios temas y como que los da por sentado, pero cuando empezás a leer temas de otras personas te das cuenta que el que sabe es el que escribe, pero el que lee tiene que zambullirse en esa lectura y para que lo haga hay que entusiasmarlo.
—¿Cómo confluye esa suerte de historias que también están relatadas por imágenes?
— Además de la escritura, que fue un desafío muy importante, tuvimos un segundo desafío: una obra acompañada por mas de 600 imágenes que tienen mucha calidad. Transitamos la búsqueda de un equilibrio, trabajamos muchísimos con los acervos documentales de los archivos nacionales, provinciales y municipales que realmente son una gloria y que nos han ofrecido a cada una de las investigadoras, de manera gratuita, ese material. Eso nos permitió que cada uno de los artículos ofrezca, a quien lee, distinciones en lo visual que discuten o que presentan el problema desde distintas aristas. No es un guión aparte, sino uno que acompaña desde lo visual y profundiza sobre diversas cuestiones. Los artículos tenían una cantidad determinada de caracteres, porque también el espacio en la palabra hace a la manera de divulgar debidamente, entrelazados con el lenguaje visual. Hay panfletos de época, materiales que hablan de la vida cotidiana, poesías, literatura de cada una de los períodos. Todo eso encontró un modo de ser y un diseño que entienden que ese entrelazamiento entre lo escrito y lo visual permiten identificar escenarios.
—¿Cómo fue trabajar el pasado desde el presente?
—Fue un trabajo muy pensado y un aprendizaje. ¿Cómo ordenamos el material, a quién invitamos? Por otro lado, estaba la preocupación de acercar sin convertir ni aplanar el pasado que tiene su lugar, su especificidad y dialoga con el presente con sus diferencias, forjar esas historias en el ir y venir, con el problema que tenemos en la actualidad, pero a la vez distinguirlos de lo que ha sucedido en el pasado. Fue un desafío.
— ¿Cómo han ido evolucionando o reconvirtiéndose las mujeres a lo largo de la historia?
—La historia de las mujeres tuvo muchas claves de lectura, primero hubo una idea de la mujer como pura víctima, después una idea de una historia complementaria. Y esto discurre por otros lados, no por el que las mujeres siempre fueron víctimas, por el contrario, le damos mucho valor a la presencia femenina y a las posibilidades que tuvieron en sus propios términos las esclavas, las trabajadoras, las indígenas, las presas políticas, las políticas, las feministas, las enfermeras… Hay de todo en esta obra. Uno podría indexar un montón de temas, pero cada una de ellas, aunque estuvieron bajo estructuras que uno podría decir que efectivamente fueron opresivas porque el mundo del trabajo lo fue, porque muchas veces los hogares también fueron opresivos, siempre tratamos de buscar los resquicios para poder poner en valor la forma positiva en que esas mujeres pusieron en valor sus sueños, sus ilusiones, sus desesperanzas, sus modos de conseguir cosas, de peticionar, de conseguir su libertad cuando fueron esclavas, de conseguir mejores posicionamientos en el mercado de trabajo, de fugarse cuando fueron presas políticas.
—Es decir que esas mujeres, en distintos contextos y con los recursos que tenían, pudieron resolver esas situaciones…
—Sí, hay muchos ejemplo de los lugares que ocuparon, por ejemplo, impensados en el mundo editorial para para mujeres que estaban recluidas en los ámbitos domésticos y, sin embargo, desde esos lugares mujeres de clases altas utilizaron el ámbito del viaje o de poder recorrer el mundo para poder dar su visón sobre lo que estaban viendo en las historias contemporáneas y ponerlas en valor en el mercado editorial. Lo mismo desde las cocinas, cómo desde ese lugar las mujeres, en relación con las empeladas domésticas, pudieron armar esos manuales de cocina que fueron tan influyentes y que se armaron en esas trazas entre mujeres de distintos sectores sociales y razas.
—¿Esta colección constituye un interesante material de archivo para investigadores, estudiantes y público más amplio también?
—Completamente. Está en un equilibrio, justamente, que está muy bueno para poder ser leído por una joven de un colegio secundario, por una trabajadora interesada en su sindicato y para los profesionales también. Hay muchos debates historiográficos, pero alguien que no esté estrictamente en el mundo de la historiografía lo puede percibir, porque las personas intervienen discutiendo problemas, planteando nuevos y ofreciendo otras opciones sobre qué pasa si las mujeres se incorporan al mercado de trabajo, si se expande o no la noción de trabajo tal como ha sido entendida por una historiografía más clásica. Qué pasa con la política si solamente la vemos en el Parlamento o los partidos políticos y no la vemos en las calles, en las rutas, en las cárceles. Allí la noción de política también se expande. La obra se ofrece de manera más directa o indirecta, depende quién lea. Para un lector común está presente y se ve, pero también es interesante para un especialista en el tema, porque se ofrecen distinciones que marcan un tipo y una lógica de la historiografía.
—¿A cuántos autores reúne y qué temas aborda el cuarto tomo que está en proceso de edición?
—Son cerca de trece autores y autoras. Los temas son diversos y se inicia con la rebelión de las amas de casa en los años finales de la última dictadura militar. Es algo muy interesante. Hay un nuevo costado y es qué hicieron las amas de casa: el motín de las bolsas, cómo las amas de casa se rebelan contras las alzas de precios, contra el IVA. También aparecen las mujeres travestis que es una nueva manera de pensar en las mujeres, se introduce ahí todo el debate que el campo de estudio de historia de las mujeres y géneros viene tramitando desde hace más de dos décadas. Hay una historia festiva de las luchas de las travestis en la ciudad de Buenos Aires; una mezcla de la lucha que tuvieron contra el Código Contravencional de la Ciudad de Buenos Aires que no está solamente visto en términos de persecución, sino de cómo se va construyendo una identidad muy nueva llena de brillos y lentejuelas. Es una mezcla de calabozos y de perfomance; están las lesbianas; lo que hicieron las mujeres sobrevivientes de los centros clandestinos de detención para modificar, tanto en el marco social como en el judicial, lo que tenía que ver con la comprensión de la violencia sexual en los espacios de detención; están las piqueteras, las indígenas, la cuestión mapuche. La idea es tratar de pensar problemas que tienen las distintas geografías del país.