El Túnel del Tiempo…Cuando se fue Alfonsina
Por Rubén Alejandro Fraga.
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- Oct 28, 2017
Por Rubén Alejandro Fraga
“Quisiera esta tarde divina de octubre pasear por la orilla lejana del mar; que la arena de oro , y las aguas verdes, y los cielos puros me vieran pasar”. La cita es de la poetisa Alfonsina Storni, de cuya muerte se cumplieron 79 años esta semana.
En la madrugada del martes 25 de octubre de 1938 Alfonsina decidió poner fin a su vida sumergiéndose en el mar frente a la playa del balneario La Perla en Mar del Plata. Una enfermedad terminal precipitó aquella decisión trágica.
Terminaba así la vida y nacía la leyenda de la notable poeta de los años veinte del siglo pasado que, contra viento y marea, se ganó un lugar en un mundo machista.
Joven, pobre, sin armas válidas en una sociedad difícil como Buenos Aires, feminista antes de tiempo –por eso la sociedad burguesa la acusó de inmoral–, Alfonsina emprendió la ardua tarea de subsistir y perpetuarse.
Como si todo eso fuera poco, fue madre soltera a los 19 años, algo que no entraba en los cánones sociales de la época. Su poesía está impregnada de lucha y audacia, pero también de melancolía y desazón.
Soy lo que soy
Con todo, Alfonsina Storni fue mucho más que una notable poeta de los años 20. Fue una de las pocas mujeres de su generación que se atrevió a ser auténticamente ella misma y que desde la provocación y el desenfado de su decir, desde la vitalidad de sus versos y la intensidad de su vida, construyó su lugar en un mundo en el que hasta ese
entonces sólo cabían los hombres.
Esta mujer sensible, polémica, luchadora, conoció las glorias y la soledad, el amor y la desesperanza, recorrió la poesía más romántica y provocó con la escritura más renovadora, esgrimió los derechos de sus compañeras y defendió la igualdad de oportunidades. Intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores (Sade) y
participó intensamente en el gremialismo literario.
En sintonía con otras voces fundamentales de América –Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Gabriela Mistral y más lejos, pero cerca, sor Juana Inés de la Cruz– la palabra lírica de Alfonsina Storni supo erigirse con valentía entre el rebaño pacato: “Yo soy como la loba… me fui a la montaña fatigada de llano”.
Una chica dispuesta a todo
Hija de un industrial cervecero, Alfonsina Storni Martignoni había nacido el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, cantón del Ticino, en la Suiza italiana. Tercera hija del matrimonio Storni, fue su padre quien le eligió el nombre. Él era un hombre melancólico y raro. Más tarde, ella contaría a su amigo Fermín Estrella Gutiérrez: “Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo”.
En 1896 su familia se trasladó a la provincia de San Juan, donde Alfonsina comenzó sus estudios.
Una poeta en Rosario
Cinco años después se radicaron en Rosario, donde Paulina, su madre, abrió una pequeña escuela domiciliaria, y pasó a ser la cabeza de una familia numerosa, pobre y sin timón.
Instalaron el Café Suizo, cerca de la estación de tren, pero el proyecto fracasó. Alfonsina lavaba platos y atendía las mesas a los diez años. Dos años después, en 1904, escribió su primer poema.
Las mujeres comenzaron a trabajar de costureras. Alfonsina decidió emplearse como obrera en una fábrica de gorras.
En 1907 llegó a Rosario la compañía de Manuel Cordero, un director de teatro que recorría las provincias. Alfonsina reemplazó a una actriz que se enfermó. Esto la decidió a pedirle a su madre que le permita convertirse en actriz y viajar con la compañía. Recorrió Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán. Después dirá que representó Espectros, de Henrik Ibsen, La loca de la casa, de Benito Pérez Galdós, y Los muertos, de Florencio Sánchez. Pero Alfonsina reconoció que ése no era su camino y decidió regresar a su hogar familiar.
Cuando volvió a Rosario se encontró con que su madre se había casado y vivía en Bustinza. La poeta decidió estudiar la carrera de maestra rural en Coronda, y allí obtuvo su título profesional. En 1911 comenzó su carrera como docente en la Escuela Elemental Nº 65 de Rosario y se vinculó a dos revistas literarias, Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Pero finalizado el año escolar, renunció a su puesto y se trasladó a la ciudad de Buenos Aires, donde se entregó a su vocación literaria y emprendió una dura lucha para conquistar un lugar en la sociedad porteña.
Su primer libro
Al año siguiente nació su hijo Alejandro Alfonso, sin padre conocido. Eso la definió como mujer que se enfrentó radicalmente a la sociedad. A pesar de las penurias económicas, en 1916 publicó su primer libro, La inquietud del rosal, que causó escándalo por su poema “La loba”.
Trabajó como cajera en una tienda y en la revista Caras y Caretas. Se relacionó con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Ugarte. Con estos dos últimos su amistad fue más profunda.
Poco a poco, su situación económica mejoró. En 1920 comenzó a trabajar como colaboradora del diario La Nación y se convirtió en ciudadana argentina. A partir de ese año realizó frecuentes viajes a Montevideo –en cuya Universidad dictó varias conferencias–, donde conoció a la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou y al que sería su gran amigo, el escritor oriental Horacio Quiroga.
Amado Nervo, el poeta mexicano paladín del modernismo junto con Rubén Darío, publicó sus poemas también en Mundo Argentino, lo significó un gran reconocimiento para ella, una muchacha provinciana y desconocida que pudo llegar a publicar en aquellas prestigiosas páginas.
En 1921 crearon para ella una cátedra en el Teatro Infantil Lavardén. Más tarde, se desempeñó como profesora de lectura y declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas y, en 1926, en el Conservatorio de Música y Declamación. En ese mismo año publicó Poemas de amor, su única obra en prosa, y Diario de una ignorante. En 1927, apareció su primera obra dramática: El amo del mundo.
Tres años después viajó a Europa con Blanca de la Vega y dictó una serie de conferencias en España con gran éxito. Allí leyó las obras de los poetas de vanguardia. A su regreso, publicó, en La Nación, Diario de navegación y Diario de viaje. Además, publicó Dos farsas pirotécnicas, de severa crítica social, y escribió obras teatrales para
niños.
En la Peña del café Tortoni conoció a Federico García Lorca, durante la permanencia del poeta español en Buenos Aires entre octubre de 1933 y febrero de 1934. Le dedicó un poema, “Retrato de García Lorca”, publicado luego en Mundo de siete pozos (1934).
En 1934 retornó a Europa en compañía de su hijo y al comienzo del año siguiente, estando en las playas uruguayas, descubrió que padecía una grave enfermedad. El 20 de mayo de 1935 Alfonsina fue operada de un cáncer de mama. La mastectomía le dejó grandes cicatrices físicas y emocionales. Siempre había sufrido de depresión, paranoia y ataques de nervios, pero entonces los síntomas de enfermedad mental recrudecieron. Se recluyó y evitó a sus amistades.
En 1936 publicó su ensayo Desovillando la raíz porteña. Como corolario de su viaje a Bariloche y a los lagos del sur, escribió Carnet de ventanilla.
En 1937 se suicidó su amigo Horacio Quiroga y ella le dedicó un poema de versos conmovedores y que presagiaron su propio final: “Morir como tú, Horacio, en tus cabales, / Y así como en tus cuentos, no está mal; / Un rayo a tiempo y se acabó la feria… / Allá dirán. / Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte / Que a las espaldas va. / Bebiste bien, que luego sonreías… / Allá dirán”.
El 27 de enero de 1938 se reúnió en la Universidad de Montevideo con Juana de Ibarbourou y con Gabriela Mistral. Alfonsina tituló su conferencia “Entre un par de maletas a medio abrir y la manecilla del reloj”.
Sabía que el tiempo y el avance de su enfermedad terminal le jugaban en contra y tomó la decisión de quitarse la vida.
Cuando La Feliz se entristeció
En octubre de 1938 Alfonsina Storni viajó a Mar del Plata. Desde allí, envió dos cartas: una a su hijo, Alejandro, y un “Poema de despedida” al diario La Nación.
Hacia la una de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, Alfonsina abandonó su habitación y se dirigió al mar. Esa mañana, dos obreros descubrieron el cadáver en la playa del balneario marplatense de La Perla. Aunque los biógrafos aseguran que saltó al agua desde una escollera, la leyenda dice que se internó lentamente en el mar.
Y este hecho inspiró la obra “Alfonsina y el mar”, de Ariel Ramírez y Félix Luna, inmortalizado por artistas como Mercedes Sosa y Víctor Jara. El tema recoge versos de uno de los últimos poemas de Alfonsina, titulado “Voy a dormir”, publicado en La Nación al día siguiente de que su cuerpo fuera hallado en la playa: “Dientes de flores, cofia de rocío, / manos de hierbas, tú, nodriza fina, / tenme prestas las sábanas terrosas/ y el edredón de musgos escardados.// Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. / Pónme una lámpara a la cabecera, / una constelación, la que te guste, / todas son buenas; bájala un poquito.// Déjame sola: oyes romper los brotes, / te acuna un pie celeste desde arriba / y un pájaro te traza unos compases// para que te olvides. Gracias… Ah, un encargo, / si
él llama nuevamente por teléfono/ le dices que no insista, que he salido”.
VOY A DORMIR
(Alfonsina Storni)
Dientes de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados. Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas; bájala un poquito. Déjame sola; oyes romper los brotes… te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases. Para que olvides… Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido.