La comida de los pueblos vencidos
El histórico militante de la resistencia peronista y experto en desarrollo sustentable, Jorge Rulli, brinda su visión sagaz en tiempos de pandemia. Cuando suenan las campanas del mundo nuevo y todos parecen correr a los botes, parar a pensar se vuelve imprescindible. Y ver la realidad, por más que no guste, para entonces recién poder intentar cambiarla.
- Nacional
- Por Jorge Rulli
- May 16, 2020
Foto gentileza La Voz de Las Heras.
Por Jorge Rulli (para Conclusión)
Yo te voy a contar lo que está pasando en algunas zonas del Gran Buenos Aires: la ingesta de soja es lo que viene y la ingesta de soja transgénica para los pobres va a ser una regla para terminar de cagarles la cabeza. Como no son suficientes los planes y la televisión de Tinelli, además milanesa de soja que te caga absolutamente el cerebro, te deja sin autoestima, te deja sin sexo, y nosotros vamos igual para adelante. Y es así porque la soja es comida no solamente para cerdos, sino comida para pueblos vencidos durante la guerra. Así la pensaron los alemanes y acá hay quienes piensan igual.
Esta alimentación para los pobres profundiza la desigualdad biológica de base. Si nacen mellizos y a uno le das de comer carne, leche, dulce, proteínas y al otro le das soja, milanesas de soja, al tiempo el bien alimentado tiene 5 veces más neuronas y capacidad física que el otro, es así. En Argentina antes del 76 comían todos.
Porque el mundo se está derrumbando más allá de la Argentina, y aquí parece que no importara. Las deudas tendrían hoy que ser condonadas –por supuesto, no de manera gratuita, en una situación muy especial, de compromiso mutuo. Pero hablar de la deuda hoy, o negociar la deuda es también una cosa bastante absurda.
Las sociedades se tienen que acercar a la tierra. Es la forma más práctica de producir alimentos. Las cosas que comemos tendrían que ser de cercanía.
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Las sociedades se tienen que acercar a la tierra. Es la forma más práctica de producir alimentos. No se puede seguir imponiendo un sistema de transporte por el cual cada cosa que llega a la mesa de los argentinos, no importa en qué lugar de la Argentina, viene recorriendo mil o mil quinientos kilómetros. Solamente en Argentina se da eso. Las cosas que comemos tendrían que ser de cercanía. En un país como México por ejemplo te digo de compañeros que en medio de una boda o una fiesta se han permitido hacer un estudio preguntando a cada uno de los familiares las cosas de dónde venían, y lo máximo eran trescientos kilómetros.
Hay cuestiones que no se discuten, el espacio, por ejemplo. ¿Cómo no vamos a poder discutir los espacios urbanos? ¿Por qué no se pueden agrandar? Al contrario, tienden a achicarse, cuando tendrían que agrandarse para que la gente pueda tener un espacio para enfrentar a los tiempos que vienen que son tiempos de pandemias. Ni siquiera sabemos si va a haber una pos pandemia, o vamos a tener que convivir con el coronavirus de aquí para siempre –ni siquiera eso- porque la ciencia ha colapsado, porque las ciencias médicas han colapsado y no lo pueden informar, no lo pueden explicar.
Cuando nosotros hablamos de que terminó la modernidad estamos hablando de algo muy serio. Han colapsado las ciencias que no son capaces de darnos una explicación y ha colapsado la mirada antropocentrista.
Cuando nosotros hablamos de que terminó la modernidad estamos hablando de algo muy serio. Han colapsado las ciencias que no son capaces de darnos una explicación y ha colapsado la mirada antropocentrista. Cuando tendríamos que colocar esa mirada franciscana de colocar la biodiversidad en el centro del escenario. Y eso nos ayudaría mucho porque entonces tendríamos ecosistemas en equilibrio. Y no tendríamos estas situaciones terribles. Ahora, justamente, estoy hablando de otro tema: retomar equilibrios estables con la naturaleza y el medio que nos rodea. Esto no es una preocupación de nadie. ¡El medio ambiente es muy jodido, es muy jodido! Y esto tiene que ser un programa para cambiar al mundo. Viene solo. Y nosotros nos negamos, y seguimos defendiendo a los montoneros, y en realidad el mundo nos va a imponer sus condiciones.
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Porque lo que viene -estamos en medio de una catástrofe- y lo que viene es catastrófico porque conquistar una nueva normalidad va a costar mucho. Y nunca va a ser la normalidad que dejamos atrás. Va a ser otra cosa que no sabemos. Pero tendríamos que estar pensándola ya, y tendríamos que estar proponiéndola para que duela menos. Y tendríamos que estar anticipando estas cosas. El mundo que conocimos, el de la globalización, terminó. No podemos seguir confiando en que China nos venda todo el bazar desde los tornos al filtro de café, o los rosarios para las iglesias, y las vírgenes para los templos. Todo. ¡No puede ser, no va más. No hay más barcos, no hay más containers. Algo terminó y no somos capaces ni de producir papel higiénico, y así nos quedamos!
Algunas cosas tienen que empezar a cambiar. Y tenemos que ser capaces de empezar a decirlas.