La diputada Vallejos tiene razón, ¿y ahora que dirán sus detractores?
Las grandes potencias comenzaron una carrera de capitalizaciones y nacionalizaciones de empresas que contradicen cualquier prepuesto concebido en materia económica hasta ahora. Desesperados por los efectos de la pandemia acuden al Estado como la herramienta salvadora.
- Conclusión en Buenos Aires
- Por Aldo Battisacco
- Jun 2, 2020
Por Aldo Battisacco – Enviado Especial a Buenos Aires.-
«Sería razonable, como lo han hecho antes y lo están haciendo ahora las economías más desarrolladas, que lo haga no como un regalo a esas empresas, sino a cambio de una participación en el capital de las compañías», diagnosticó y propuso la diputada nacional Fernanda Vallejos del Frente de Todos.
El revuelo y la respuesta airada de fuerzas políticas y cámaras empresarias opuestas al gobierno no se hicieron esperar, le endilgaron el mote de «comunista» y «chavista». Todos leyeron a Vallejos, sin embargo, le adjudicaron a sus declaraciones interpretaciones amañadas y antojadizas en momentos que el mundo evalúa esa salida.
Las grandes potencias comienzan a transitas el camino de la capitalización de empresas privadas vía el aporte estatal. En Argentina,diputados de Juntos por el Cambio, salieron al cruce de su par del Frente de Todos, Fernanda Vallejos, que impulsa que los que recibieron subsidios del Estado y tienen cuentas en paraísos fiscales cedan participación en sus empresas.
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La crisis que generó la pandemia de coronavirus, impulsó a los gobierno de las potencias económicas a ensayar respuestas para salvar a sus principales empresas, el run run comenzó en Francia con Emmanuel Macron, se sumaron Angela Merkel de Alemania, el primer ministro británico, Boris Johnson, Giuseppe Conti de Italia y hasta el republicano Donald Trump, ninguno de todos ellos sospechados de chavistas.
Los líderes de estos países se embarcaron en la elaboración de planes de contingencia para el rescate de grandes empresas, los fondos para asistir son billonarios, y dudan de que los prestamos puedan ser devueltos, de allí que una de las alternativas es que el Estado se convierta en accionista.
La historia del mundo demuestra que esta salida no es nueva, la llevaron adelante gobiernos de distintas ideologías politicas para dar respuesta a importantes crisis.
En marzo, el asesor de la Casa Blanca, Larry Kulow, afirmó: «Si ayudamos debemos tomar parte de las acciones».
Para Estados Unidos esto no es nuevo, tras los atentados de 11 de septiembre, las aerolíneas sufrieron un fuerte golpe, y el Estado resolvió financiar a American Airlines y United Airlines, como también a otras 111 empresas aerocomerciales. Esto no resultó gratis, ya que el gobierno tuvo como beneficio la compra de 4,6 millones de acciones. Nadie se sonrojó ni se rasgó las vestiduras. Las críticas llegaron de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo Latinoamericano (Aital) que argumento que los subsidios otorgados por Estados Unidos a las compañías aéreas tras los ataques a Nueva York y a Washington violan las cláusulas de «competencia justa».
Citigroup sufrió enormes pérdidas durante la crisis financiera mundial de 2008 y habría de ser rescatada por el gobierno de los EE.UU en noviembre de 2008 con un paquete de estímulo masivo. El 27 de febrero 2009, Citigroup anunció que el gobierno tendría un 36% de participación en la empresa, y en el caso de General Motors, el Estado se quedó con el 61% de las acciones de la compañía.
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En Francia, su ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, afirmó que el Estado debe intervenir» pero no desde el punto de vista administrativo, sino «con todos los medios a su disposición» y lanzó «puede ser capitalización, tomar acciones, y hasta puedo usar el término nacionalización si es necesario”. “No dudaré en usar todos los medios disponibles para proteger a las grandes empresas francesas», afirmó el funcionario, para luego rematar «No queremos quiebras».
Los alemanes, no se quedaron atrás, resolvieron a través de un fondo de rescate para empresas empezar por la que fue hasta hace 15 años, su aerolínea de bandera, Lufthansa. Que fue asistida con 9,900 millones de euros. Esto no es gratis, el gobierno se quedará con el 20% de las acciones y la representación en el directorio de la misma.
La más famosa línea low cost de mundo, Norwegian Air, acordó recibir un préstamo del Gobierno Noruego a cambio de acciones de la compañía. Por su lado, Suecia nacionalizó los bancos en los años 90.
En tanto que en Gran Bretaña, a contrarreloj va tomando cuerpo el Proyecto Birch, delineado por el titular de Hacienda que tiene como objetivo evitar la quiebra a la siderúrgica Tata Steel, Land Rover, Jaguar, el canciller de la Hacienda, Rishi Sunak. Esto parece que no convenció del todo al gobierno y se sospecha que existen fuertes presiones para que radicalice su propuesta con la inclusión del Estado como propietario de las compañías.
Alistair Darling, ministro del Tesoro durante la crisis de 2008, sostiene «tomar acciones sería bueno para los contribuyentes. Si usted presta dinero, por ejemplo a una aerolínea, los contribuyentes tienen derecho a obtener una parte proporcional del éxito después», consigna el diario británico. En marzo Johnson avanzó con la segunda nacionalización de ferrocarriles en la isla.
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La medida es concebida por algunos formadores de opinión británicos como la construcción de un «fondo a largo plazo de holdings representativos de una economía en el cual todos los ciudadanos tengan acciones». No intenta reformular las bases del capitalismo, más allá de que la coyuntura los obligue a sostener que hay que orientarse a un capitalismo inclusivo. En buen romance, socializamos las perdidas, y cuando las empresas resurjan se vuelve al régimen que conocimos. Semeja el edicto de Caracalla que convirtió a los habitantes de los territorios ocupados por los romanos, como ciudadanos de Roma, el objetivo era cobrar impuestos para sostener los gastos del imperio.
Todas estas medidas que se impulsan en el mundo no son el puntapié para la instauración de un modelo que socava el presupuesto de un capitalismo pujante. El coronavirus no solo expuso las miserias heredadas del Consenso de Washington, y del grado de daño perpetrado sobre los pueblos. Ahora los mandatarios de las grandes potencias buscan la manera de salvar su propio espacio vital a través de nacionalizaciones parciales. Y esa herramienta es el Estado.