Por Elisa Soldano

 

La fábrica El Miguelito, ubicada en la localidad santafesina de Carrizales (también llamada Clarke) cerró sus puertas el pasado miércoles. Era la única empresa del país que producía asientos de bicicleta y abastecía, por ejemplo, al sistema de transporte público de Rosario.

“A la fábrica la arrancó mi papá, Hugo, en el año 1968. En aquel tiempo los asientos de bicicleta eran de acero y arriba se les ponía un recubrimiento de caucho tapizado con tela. El proyecto arrancó en una piecita de casa. Cosía mi abuela, mi abuelo, mi vieja, que en ese entonces era la novia de mi papá. Y yo hoy la tengo que cerrar. Es terrible pensarlo en esos términos”, contó Rogelio Bella con la voz quebrada. Días atrás, le informó a los doce trabajadores que la pyme, corazón productivo de Carrizales, iba a parar sus motores.

“No es más una fábrica, desde el miércoles es un galpón que quedó lleno de recuerdos, herramientas y máquinas, pero no se fabrica más nada. Nosotros hace más de cincuenta años que producíamos asientos de bicicleta, éramos la única empresa argentina que los hacía y teníamos presencia en todo el país, desde Jujuy a Santa Cruz”, señaló Rogelio, dueño de Bicipartes El Miguelito, en diálogo con Conclusión.

Los últimos años no fueron fáciles para las pequeñas y medianas empresas –más conocidas como “pymes”–: según repasó Bella, durante el gobierno de Mauricio Macri su empresa se endeudó con la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip) para sostener los puestos laborales. En 2020 y 2021 las bicicletas tuvieron un auge y, si bien las ventas repuntaron, la pandemia se hizo sentir y por primera vez en su historia El Miguelito recibió, durante dos meses, asistencia estatal para pagar sueldos.

Pero la debacle definitiva llegó en diciembre, cuando cambió el gobierno. La devaluación que llevó el dólar de $350 a más de $800 hizo que esta pyme no pueda competir con los fabricantes extranjeros que importan a Argentina. “Los importadores trabajaban con el dólar blue, que quedó quieto e incluso bajó. Nosotros quedamos un 50% o 60% arriba en el costo de los productos y no vendimos nada. En diciembre tuvimos que reventar mercadería a mitad del costo para pagar el sueldo y el aguinaldo de los empleados. En enero prácticamente no trabajamos y en febrero hicimos un acuerdo con los muchachos de venir cuatro horas por día”, detalló Rogelio.

El Miguelito solía producir entre 7.000 y 8.000 asientos de bicicletas por mes. Pero para ilustrar la caída, Bella señaló que entre enero y el pasado miércoles, solo se vendieron 8.000 unidades.

Se apagó el motor de un pueblo

La pyme está ubicada en el pueblo de Carrizales, el cual tiene 1.200 habitantes. A causa del cierre, doce trabajadores quedaron sin empleo. “El lunes les tuve que decir en la cara que los dejaba sin trabajo. Es gente que me conoce de toda la vida, que me vio nacer y me tuvo en brazos, tuve que despedir a mi padrino, amigos, vecinos”, se lamentó Rogerio.

Y añadió: “Es jodido quedarse sin trabajo, pero si te pasa en Rosario, armas un currículum, y salís a patear a la calle, capaz que algo enganchás, o salís a repartir comida con tu moto o bicicleta. Acá esas cosas no existen, la gente no puede salir a buscar laburo porque no hay. El que daba empleo era yo”.

En la segunda mitad de la década del 60’s, un hombre llamado Miguel compró máquinas para fabricar calzado y el tío de Rogelio Bella fue garante de la adquisición. El emprendimiento zapatero no prosperó, pero Hugo, su papá, se las ingenió para darle uso a los equipos y tuvo la brillante idea de producir asientos de bicicleta. Como en ese entonces las piezas eran de acero y se recubrían con caucho forrado en tela, tanto la abuela como la mamá de Rogelio montaron un “tallercito” en una pieza, donde con máquinas de coser coloreaban retazos e incluso les ponían los escudos de algunos clubes de fútbol.

“Me gustaría que alguien le dé una mano a la gente que se quedó en la calle. Yo estoy vendiendo todo el capital de trabajo que armamos en cincuenta años de historia para poder pagarle las indemnizaciones a los empleados. Me quedó un crédito a nombre personal porque no lo pude sacar por la empresa. Veré cómo lo pago. Yo ya estoy, perdí el trabajo de toda una vida. Pero si alguien de la política lee esto, les pido que hagan algo por la gente que se quedó en la calle. Yo les voy a pagar la indemnización, pero eso dura un rato. Yo también me quedo en la calle, tengo que armar un currículo y salir a buscar trabajo, sino no le puedo dar de comer a mi familia”, expresó Bella, quien tiene 45 años y vivió toda su vida en Carrizales.