Extractivismo: dependencia, pobreza y deuda externa
Mientras que el monte y los cordones montañosos siguen siendo vapuleados, el modelo extractivo hacedor de tanto dolor, sigue adelante al ritmo de la agenda del FMI. Hipotecar el presente para no garantizar un futuro, una matriz productiva inviable a la que nadie se anima a transformar.
- Economía
- Ene 22, 2023
Por Alejandro Maidana
Actualmente están en marcha discusiones muy intensas sobre la necesidad de abandonar estrategias de desarrollo dependientes del extractivismo. Alrededor de los emprendimientos petroleros y mineros persisten muchos problemas, tanto sociales como ambientales, y los pretendidos beneficios económicos son más que discutible. Pobreza y dolor solo trajo el progreso, reza un tema musical de La Renga.
De esta manera, se multiplican los reclamos de avanzar hacia estrategias que pueden ser englobadas bajo el término “postextractivistas”. Estas no postulan prohibir todas las formas de extractivismo, sino que exploran vías que permiten redimensionar esos sectores, dejar de depender económicamente de ellos y mantener únicamente aquellos que sean verdaderamente necesarios, y bajo condiciones de operación aceptables.
Historizando sobre la médula extractiva de américa latina, podemos encontrar que la misma siempre estuvo ligada a lo que esta región del planeta podía ofrecer en el intercambio comercial. Pero claro, todo proceso extractivo debe tener como meta una transición que permita la sostenibilidad y el desarrollo con inclusión, algo que supo encaminar Bolivia, mientras que en Argentina la profundización del modelo sigue su destructivo cauce.
Otro punto de suma importancia tiene su anclaje en los distintos medios y procedimientos para llevar adelante el extractivismo (por ejemplo, si estará en manos de empresas estatales o compañías privadas), y en las formas bajo las cuáles se capta y redistribuye la renta extractivista (unos esperan el efecto derrame con mínima presencia estatal, otros intentan imponer altas regalías para una redistribución desde el gobierno).
Sin negar las diferencias que existen entre esos estilos, no puede dejarse de advertir que son todavía más llamativas las concordancias, y en particular la defensa del extractivismo. Como esa postura es apoyada por amplios sectores sociales en esos países y por corrientes político-partidarias tan distintas, debe reconocerse que nos encontramos frente a creencias profundamente arraigadas. Se cree que cada país contaría con enormes riquezas en recursos naturales, que deben ser explotadas, y que con ellas avanzaremos hacia el éxito económico. De estas y otras maneras, esta legitimidad del extractivismo está ampliamente difundida, y lo ha convertido en el combustible que debe alimentar una ecuación simplista: desarrollo entendido simplemente como crecimiento económico.
Esta posición convencional sostiene que ese crecimiento se logra sobre todo por aumento de las exportaciones y una buena captación de inversión. Esta postura también entiende que esa expansión económica generaría efectos de derrame de la riqueza, tales como aumentar el nivel del empleo, mejoras salariales, y fortalecimiento del consumo interno. El PBI, y otros indicadores macroeconómicos (especialmente el valor de las exportaciones y la balanza comercial), son presentados como aproximaciones valederas a la calidad de vida de las personas. Llevando estas ideas a su expresión más simple, el extractivismo es la mediación para aumentar las exportaciones, lo que haría crecer el PBI, y ello desencadenaría el bienestar de las mayorías. Sin embargo, ese simplismo está repleto de problemas, y muchos de ellos quedan en evidencia en los sectores extractivistas. Si bien estos son una de las principales fuentes de expansión de las exportaciones y captación de inversiones, también causan serios impactos ambientales, fuertes tensiones sociales (que en varios casos estallan en conflictos), su generación de empleo es modesta y, en general, no resuelven de buena manera los problemas de pobreza y desigualdad.
Finalmente, el extractivismo tiene un futuro acotado, ya que está basado en recursos que son finitos y no se renuevan. No faltan quienes rechazan estos límites ecológicos al crecimiento económico, alegando que otros recursos reemplazarán a los que se agoten, o bien se hallarán soluciones científico-técnicas. Por ejemplo, en el caso del petróleo incluso la Agencia Internacional de Energía acaba de aceptar que seguramente se ha pasado el pico de producción de hidrocarburos, y por lo tanto estamos en el ciclo descendente de consumo de las reservas.
Los diversos impactos negativos del extractivismo han alcanzado umbrales críticos, tanto por ser económicamente costosos, socialmente graves, y generar una insidiosa conflictividad política. Por lo tanto, deben ser detenidos y revertidos. Seguir el mismo camino justificando la necesidad de explotaciones extractivistas clásicas para hacer crecer las exportaciones, o invocando una y otra vez el combate a la pobreza, resultan ser argumentos poco serios. Todo esto hace que sea necesario explorar alternativas al estilo extractivista actual. Estableciendo que el devenir futuro no puede ser determinista y, por lo tanto, siempre existen alternativas, donde unas son mejores que otras; entonces, la discusión pasa a ser el determinar los contenidos y sentidos de esos cambios.
Las transiciones pueden discurrir en un plano de rectificar y reformar las estrategias actuales, como por ejemplo mejorando la tecnología que se utiliza en la minería o la remediación ambiental de la contaminación. Esta postura tiene algunas ventajas (por ejemplo, se mejora la calidad de las emisiones o el manejo del agua), pero un análisis detallado muestra que ofrece muchas limitaciones. Persistiría el extractivismo como una actividad dominante y, con ello, se repetirían muchos de sus impactos sociales, económicos y ambientales; como son la desaparición de áreas naturales o la subordinación comercial en la globalización.
Se mantendría la estrecha vinculación entre las necesidades de exportaciones para poder financiar crecientes importaciones de bienes de capital y de consumo, sin lograr romper con esta dependencia comercial y económica. Como esas rectificaciones son insuficientes, se vuelve necesarios cambios mucho más profundos, que involucran no solo ajustes en actividades extractivas específicas, sino que se debe repensar las propias estrategias de desarrollo que dan sentido al extractivismo.
Mientras que los ajustes indicados arriba corresponden a los llamados “desarrollos alternativos”. De esta forma, existirían transiciones post extractivistas que en un primer paso abordarían “desarrollos alternativos” y otras que, en pasos sucesivos, se enfocarían en “alternativas al desarrollo”. Estas últimas no solo cambian las prácticas en la explotación de minas o petróleo, sino que buscan transformar las propias bases ideológicas del desarrollo, y nuestras concepciones sobre la calidad de vida, el crecimiento económico o el consumo.
Las salidas reales al extractivismo se encuentran en el terreno de las alternativas al desarrollo. Esa misma percepción se está difundiendo en varios países y se expresa en la inconformidad con el desarrollo convencional y la necesidad de trascenderlo. Están en juego un mayor compromiso con la calidad de vida y el bienestar, se abandona la creencia en el mito del progreso perpetuo y se ensayan nuevos conceptos; donde incluso se abandona la palabra desarrollo, como sucede por ejemplo con las reflexiones actuales sobre el “buen vivir” en Ecuador o Bolivia. Por esta razón, las propuestas post extractivas elaboradas en el equipo de CLAES son denominadas como transiciones hacia “alternativas al desarrollo”.
Un segundo aspecto reside en evaluar si el camino de estas alternativas al desarrollo debe discurrir por un cambio radical, tal como puede ser una imposición revolucionaria, o si serán pasos sucesivos a lo largo de una secuencia. Aquí se defiende la idea de “transiciones”, y ello se fundamenta por varios motivos. Los cambios buscados requieren transformaciones sustanciales en los modos de vida de la sociedad y, por lo tanto, necesitarán una creciente base social de apoyo. Muchos actores sociales resistirán esos cambios, ya que afectarán patrones culturales muy arraigados, y, por lo tanto, es necesario contar con creciente apoyo. Por otro lado, en este momento no se cuenta con una idea acabada y precisa de esa “alternativa”.
Ella misma está en proceso de construcción, y no se pueden predecir todos sus componentes; serán necesarias etapas de ajustes y aprendizajes, y esos aportes son indispensables para construir esa alternativa. Pero a su vez, estas ideas de cambio rechazan posturas esencialistas; no hay “recetas” ya que es indispensable contar con ajustes y adaptaciones a cada contexto social y ambiental. De la misma manera, es necesario transitar un proceso de aprendizaje. Los avances y retrocesos, éxitos y fracasos, a lo largo de cambio en las estrategias de desarrollo deben nutrir aprendizajes políticos y sociales, con vínculos de retroalimentación entre los diferentes sectores. Finalmente, los cambios en juego se despliegan en varios frentes, tanto locales como nacionales e internacionales, y esas articulaciones necesitan crearse y fortalecerse.
La encerrona es concreta, sumamente explícita y se pasea desnuda ante la vista de aquellos que solo contemplan como el paisaje muta de sobremanera sin alarmarse y organizarse para decirle basta al extractivismo. Un modelo obsoleto que supo consolidarse bajo la promesa de una lluvia de dólares que cambiaría la realidad de un pueblo azotado por el doble discurso político y la llave maestra de las corporaciones. Dólares para el pago de una fraudulenta deuda, un boomerang que siempre regresa a la mano de quién maneja una ruleta en donde siempre ganan los mismos.
La teoría del derrame y otros cuentos para colorear, la dictadura minera en el norte, la del agronegocio en la pampa húmeda y no tan húmeda, el extractvismo pesquero, el más sigiloso, pero no menos peligroso, siguen marcando no solo la agenda política de nuestro país, sino el destino de aquellos que habitamos este terruño azotado por prácticas nada sustentables y con un profundo impacto socioambiental. Acumulación por desposesión, un tentáculo, quizás el más violento y deshumanizante, que posee el sistema capitalista. No hay más tiempo.
Profundizar la devastación
A fines del 2022 se presentaron en la Cámara en lo Contencioso Administrativo de 2da Nominación de Córdoba las impugnaciones a los informes producidos por la Administración Provincial de Recursos Hídricos, la Secretaría de Ambiente de la Provincia de Córdoba y la Agencia Córdoba Cultura, que habían sido ordenados por la Jueza Ortiz de Gallardo en el Juicio «Islyma» donde se sigue la causa por la Autovía de Punilla.
Los amparistas volvieron a plantear un inmediato cese de la obra ya que la información arrimada por estas entidades no logra subsanar las graves falencias ya señaladas en la demanda. Además, se incorporan nuevas pruebas y argumentos que dan cuenta de la ausencia de información suficiente en lo hidrológico, el desconocimiento de la presencia de determinadas especies declaradas vulnerables y la verdadera tragedia arqueológica ya que no se realizaron los estudios correspondientes y ya se está avanzando con la obra.
Se insiste en que el Estudio de Impacto Ambiental no llega a reunir las condiciones mínimas necesarias que la ley le impone y que estos informes no logran enderezar, por tanto, se vuelve a solicitar se declare la nulidad de la Licencia Ambiental, demostrando que la ilegalidad es manifiesta y que debe ordenarse de inmediato una medida cautelar, deteniendo la ejecución de la obra, para no seguir agravando el daño irreversible. Mientras tanto, la crisis hídrica atraviesa la provincia amenazando con profundizarse de manera sostenida ¿Qué parámetro utiliza el estado para seguir adelante empujando al ecosistema hacia el cadalso?
Quema y tala indiscriminada en tierras ancestrales de Salta
Desde al Acampe Comunitario Wichi en La Picada, Salta, llegó la información Fabiana, vocera de la comunidad, indicando que se encuentran muy preocupadas porque durante toda la semana fueron testigos del avance silencioso del desmonte, y de la omisión y complicidad de las instituciones que deberían trabajar para hacer valer los derechos indígenas que las comunidades tienen sobre el Monte.
El pasado miércoles 3 de enero, las mujeres de la comunidad se trasladaron hacia la Fiscalía de Embarcación para realizar la denuncia correspondiente, pero la fiscalía no les quiso tomar la denuncia, incumpliendo con sus deberes. Luego sí pudieron realizar la denuncia en una comisaría de Embarcación, pero no tuvieron respuestas ni apoyo por parte de las autoridades en ningún momento.
Al volver al territorio a resguardar, y volver al acampe, se cruzaron con máquinas y parte del Monte arrasado. El Acampe Comunitario se encuentra en la vera de la Ruta N*53 en la provincia de Salta, es sostenido sobre todo por mujeres, infancias, jóvenes y ancianes de la nación Wichi de Misión Chaqueña y Misión Carboncito en Embarcación Salta. El supuesto progreso sigue llevándose puesto derechos conquistados y tratados, pero por, sobre todo, nos sigue condiciendo hacia un futuro escabroso en donde lo desolador del panorama proyectado, debería alertar hasta los propios hacedores de tan deleznable actualidad.