Molinos, bajo la lupa: por qué la firma alimenticia de Perez Companc perdió casi $200 millones el último año
Desde la compañía aseguran que se trata de problemas vinculados con una coyuntura adversa que afecta a todo el negocio alimenticio. Sin embargo, mantienen el optimismo de cara al futuro en cuanto a volver a tener un buen resultado operativo y no enfrentar una situación riesgosa.
- Economía
- May 3, 2018
Por Andrés Sanguinetti
La fuerte y persistente caída del consumo, el alto nivel de inflación y el avance del dólar frente al peso le están jugando una mala pasada a Molinos Río de la Plata.
A tal punto, que la alimenticia del grupo Perez Companc cerró su balance del 2017 con un quebranto de $187 millones, tras cinco años de ejercicios positivos.
La última vez que había perdido dinero fue allá por 2013, cuando tuvo un saldo negativo de $189 millones.
De hecho, en 2014 evidenció ganancias por $679 millones; en 2015, por $1.095 millones y en 2016, por $879 millones.
En el último informe enviado por Molinos a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires argumentó que el rojo en sus cuentas fue producto una inflación, costos fijos y dólar que subieron más que el precio de sus productos, sumado a la fuerte caída del consumo.
El dato sobre los millones que perdió en 2017 se complementa con un escenario difícil como el actual, que la obliga a atravesar un momento complicado comercial y financieramente.
Es que, como consecuencia de su nula rentabilidad, sufrió la baja en su calificación financiera por parte de Fitch Rating, que le redujo la nota de «AA» a «A+» ante el impacto adverso del menor consumo interno en su último balance.
En la firma son conscientes de que la calidad crediticia quedó debilitada y de que esto causará más problemas para obtener fondos en los mercados internacionales.
El análisis de Fitch es claro: las menores ventas de alimentos impacta en la generación de fondos, «aun ante la cartera diversificada de productos y segmentación en clases de consumidores que exhibe» la empresa.
Además, se observa el deterioro de algunos indicadores financieros, una restricción de caja que resulta más evidente que en ejercicios pasados y una generación de EBITDA también más debilitada.
Esto, pesea que en sus últimos cinco balances el flujo de fondos generado por Molinos, en términos nominales, fue creciente, como lo demuestran las cifras:
– En 2012 alcanzó ventas por $17.200 millones
– En 2013, llegó a $20.429 millones
– En 2014, a $24.500 millones
– En 2015, a $25.600 millones
En 2016 pegó un fuerte salto y generó ventas por $39.200 millones, impulsada por sus dos principales negocios como son los de productos de marca (alimentos y bodega) y granel, que ahora pasó a formar parte de una nueva compañía llamada Molinos Agro.
A raíz de esta separación, el balance 2017 de la firma dueña de etiquetas como Lucchetti, Mattarazo, Granja del Sol o Exquisita, solamente reflejó el comportamiento de Molinos en el segmento de consumo masivo, donde alcanzó ventas por $12.298 millones.
En el caso de Molinos Agro, el único estado contable presentado hasta ahora corresponde a nueve meses: 1° de julio de 2016 al 31 de marzo de 2017, lapso en el que logró una ganancia neta de $371 millones, por la buena performance de sus exportaciones y el positivo desempeño del negocio de biodiesel.
La diferencia con el balance de Molinos Río de la Plata refleja el costo que el grupo Perez Companc debió asumir por haber llevado adelante su reorganización societaria.
Este proceso apuntó a separar el negocio de las commodities y a crear una nueva sociedad agropecuaria. La preside Luis Perez Companc, tiene como vice a Juan Manuel Forn y no se encuentra afectada por los vaivenes del consumo masivo local.
Tampoco está bajo la lupa de la AFIP, a diferencia de su «hermana» que también está a cargo de Luis Perez Companc pero que tiene como vicepresidente a Guillermo Nelson García Abal.
En el caso de esta última, el fisco le reclama $1.200 millones por el pago de impuestos a las Ganancias no liquidados en 2008.
Es decir, se trata de una deuda de 10 años que está observada por la AFIP por el tratamiento aplicado en base a normativas vinculadas con precios de transferencia.
En concreto, el organismo que dirige Leandro Cuccioli le reclama un saldo por ese período fiscal de $300 millones en concepto de Impuesto a las Ganancias, más otros $907 millones por intereses.
En un informe enviado a la Bolsa, la empresa afirma haber cumplido con todas las disposiciones vigentes y rechaza ese reclamo.
Además, anticipa que interpondrá recursos de apelación ante el Tribunal Fiscal de la Nación y que recurrirá a todas las instancias judiciales posteriores para evitar el pago de esa millonaria suma.
En 2006 y 2007 también enfrentó una situación similar, cuando la AFIP le reclamó más de $1.000 millones también por una diferencia en Ganancias.
Hasta ahora, ninguno de los dos procesos ha sido cerrado ni a su favor ni en su contra, de modo que el monto presuntamente mal liquidado por la alimenticia supera los $2.200 millones. Es decir, aún se desconoce si deberá o no transferir ese millonario monto al fisco.
Mientras, desde Molinos aseguran que los problemas son coyunturales y que, de cara al mediano y largo plazo, la firma tiene la fortaleza suficiente como para evitar un cimbronazo mayor.
«La caída del consumo no resulta ajena a ninguna empresa del sector alimenticio», aseguran fuentes cercanas a Perez Companc.
Agregan que la particularidad de Molinos es la de haber optado por preservar la relación con los clientes -a quienes considera uno de sus principales activos- manteniendo la penetración de sus marcas en los hogares.
Agregan que el aumento de los precios de sus productos corrió por debajo del incremento de sus gastos. Y que, en un contexto de suba de costos, la decisión afectó sus márgenes de rentabilidad.
En 2017, Molinos dispuso un alza del 15% para sus marcas mientras que sus erogaciones treparon 22%, casi el mismo nivel que la inflación anual. También, la firma asegura que debió soportar la devaluación del peso frente a la moneda norteamericana con su deuda en dólares.
En este sentido, sus ingresos se elevaron 15% alcanzando los $12.300 millones, mientras que los costos y gastos centrales se incrementaron en conjunto un 22%, especialmente en el segmento de aceites.
Optimistas pese a todo
Más allá de estos datos, en la firma consideran erróneo sacar conclusiones a largo plazo a partir de esta coyuntura. Señalan que el escenario ya está cambiando y se muestran optimistas con la recuperación del consumo.
«Teniendo una base sólida, gracias a la relación con los clientes y el peso de las marcas, el repunte se verá en los resultados de la compañía, que volverán a ser positivos», se esperanzan.
De hecho, recuerdan que Fitch Rating en su informe anticipa algo similar. A pesar de haberle bajado la calificación, estima que Molinos posee un adecuado posicionamiento en el mercado, genera fondos genuinos, será capaz de recuperar su resultado operativo y no enfrentará una situación riesgosa.
«Estimamos que en 2018 podría finalizar con un resultado operativo en niveles similares al de 2016. El riesgo de refinanciación es reducido y manejable», agrega el documento.
La visión de Fitchqueda reflejada también en el balance del 2017 que Molinos envió a la Bolsa: asegura que en un entorno de restricción en el consumo de alimentos y vinos por segundo año consecutivo, «priorizó su estrategia de largo plazo».
En ese informe, la alimenticia espera que su estrategia centrada en los consumidores y en programas de productividad y eficiencia que se vienen ejecutando deriven en una mejora paulatina de los resultados.
Recuerda los avances del año pasado a partir de una serie de cambios en su matriz productiva y logística, siendo los más relevantes la construcción de dos almacenes robotizados y la puesta en marcha de la línea de fideos largos más grande y moderna de América.
«Puestos en funcionamiento al 100%, los cambios impactarán en una mayor productividad, que hará a nuestras marcas más accesibles», asegura la empresa.
También recuerda la creación de un equipo dedicado a la modernización y digitalización que comenzó a transformar los sistemas y procesos que soportan las operaciones para integrar la gestión de los negocios al futuro tecnológico.
«La nueva Molinos Río de la Plata ha vivido el 2017 como el inicio de una etapa dentro de una empresa de bases sólidas luego de sus 115 años de existencia (…)», sostiene el documento.
En un período de caída del consumo y migración a las marcas «B», desde Molinos se muestran convencidos de que lograrán mantener su posición competitiva y que la mejora en la productividad va a ser una ventaja estratégica sostenible en el tiempo.
Fuente: IProfesional