VIERNES, 22 DE NOV

Vaca Muerta: un sueño exportador inviable

Bajo un contexto pandémico, la caída del precio del petróleo generó incertidumbre y una perspectiva apocalíptica. Felipe Gutiérrez es Investigador del Observatorio Petrolero Sur y una voz calificada en el estudio de los modelos energéticos, en una charla imprescindible con Conclusión, brindó su visión en torno al destino de Vaca Muerta.

Por Alejandro Maidana

La necesidad de repensar el nuevo mundo que se avecina, indefectiblemente nos conduce al debate de la soberanía, y allí, tanto lo alimentaria como la energética, deben ocupar un lugar preponderante. Lo histórico de este contexto, ha desnudado viejas falencias que han puesto en jaque superestructuras.

Es por ello que complejizar el intercambio sobre qué tipo de energías se necesitan para ser definitivamente un país sustentable, resulta primordial a la hora de crear una hoja de ruta que pueda garantizar un futuro despojado de incertidumbre.

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Desde siempre nos han hecho creer que el tema energético era solo propiedad de expertos en la materia, pero ¿cuánto hay de cierto en esto? Este es un tema profundamente político, no un patrimonio de expertos. La matriz energética de un país habla de su modelo de desarrollo, y del mismo tenemos que discutir todos y todas.

Felipe Gutiérrez es periodista por la Universidad de Chile, Master en Estudios Sociales Latinoamericanos de la Universidad de Buenos Aires, e Investigador del Observatorio Petrolero Sur, en un profundo mano a mano con Conclusión, brindó detalles de suma valía para poder interpretar la realidad energética que atraviesa el país.

– ¿Cómo se puede interpretar la brusca caída del petróleo en el marco de la pandemia que está atravesando el planeta?

– La caída del petróleo que vivimos hace dos semanas, tiene en realidad múltiples factores relacionados a cómo funciona ese mercado, el de los commodities. Sus valores son transados a nivel internacional y cuenta con algunos valores de referencia, por ejemplo en Argentina se utiliza el valor del crudo del mar del Norte de Europa, el Brent.  Si bien todos han tenido una importante caída, la más notoria fue la del WTI, el indicador de petróleo que se utiliza en Estados Unidos. Lo que se pudo observar fue una caída muy brusca del consumo, a nivel mundial, por supuesto debido a la pandemia, que al mismo tiempo confluyó con el sostenimiento de la altísima producción petrolera que hoy hay en el mundo. Esto tiene que ver con un conflicto entre los grandes extractores de petróleo del mundo, entre ellos los países árabes y de América latina que forman parte de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), por otra parte de Rusia y los Estados Unidos, que si bien pudieron llegar a un acuerdo para la  reducción de la producción,  finalmente han mantenido la misma cantidad, generando que el precio se derrumbe por la gran cantidad de oferta y la muy poca demanda.

– En el mercado del petróleo, la especulación y la timba suelen ser puntales fundamentales ¿Algo de esto se pudo ver en los últimos movimientos?

– Sin duda alguna, además de lo mencionado con anterioridad, existe la especulación, ya que hubo una compra de petróleo a futuro, y lo que pasó fue que las empresas que tenían aquellos contratos, buscaron deshacerse de los mismos por no contar con un lugar donde almacenarlos. Actualmente buena parte de la producción mundial de crudo se encuentra en barcos que se denominan <tanques>, allí permanecen almacenados en las costas de Argentina y los Estados Unidos entre otros países. Cabe destacar que si bien los precios se han recuperado un tanto, aún permanecen muy bajos.

– ¿Cómo se puede definir y analizar la situación de Vaca Muerte bajo un paradigma nada desfavorable?

– Bajo este contexto, y mientras se mantengan los precios del petróleo a niveles muy bajos, el proyecto Vaca Muerta es inviable, al menos en su versión exportadora. Existen varias visiones en torno a Vaca Muerta, claramente la nuestra es una visión crítica, teniendo en cuenta varias consideraciones como por ejemplo la salud humana, los impactos socioambientales que avasallan a los pueblos y la imperiosa necesidad de una transición energética. Pero aún con una mirada despojada de estos elementos, y en una economía más clásica, Vaca Muerta también evidenciaría problemas. Existe una visión de la misma en la generación de hidrocarburos, de gas y petróleo para el mercado nacional, si bien siempre aparece un fuerte discurso agroexportador, esto tiene que ver con la idea de que Argentina puede transformarse a través de Vaca Muerta, en un país petrolero y gasífero muy fuerte, y que de esa manera puedan ingresar grandes cantidades de divisas, esta es una clara idea de concebir a los hidrocarburos como una mercancía, más allá de ser también un bien estratégico.

– Si tomamos como referencia lo utópico que resulta esquivar a quienes controlan el mercado del petróleo ¿Estaríamos en condiciones de afirmar que Vaca Muerta es un proyecto inviable?

– Es preciso amplificar el análisis para poder explicitar con qué viene chocando Vaca Muerta. Son muchos los límites evidenciados en el último tiempo, por ejemplo la incapacidad de altos niveles de producción, una baja infraestructura, es decir no hay condiciones infraestructurales para ser de Vaca Muerta un gran polo agroexportador. Habría que sumarle el bajo interés que tienen las grandes empresas, éste es un hecho bastante comprobable, entonces en general se topa con límites muy relevantes,  pero el más importante es el precio. En Vaca Muerta el valor mínimo que se necesita para ser medianamente rentable, si bien esta es información que proviene desde las empresas a la que habría que tomar con pinzas, debería estar en torno a los 40 o 50 dólares. Si el barril de petróleo se encuentra a menos de 20 dólares, no existe bajo esta lógica, la posibilidad  exportadora de Vaca Muerta.

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Entonces lo que lamentablemente vimos que ha pasado, es que las políticas de distintos gobiernos, apuntaron siempre todos los cañones a la política energética de Vaca Muerta. Este momento desnuda ese error, no solo por el desplome del valor del petróleo, sino porque se trata de un valor incontrolable, ya que no se puede confiar en un proyecto energético del cual no se puede confiar, ya es muy difícil saber qué puede pasar. En ese sentido consideramos que es imposible poder construir una política energética soberana en Vaca Muerta considerando a la misma como el vector principal.

– ¿Qué alternativas existen para poder lograr la tan ansiada sustentabilidad?

– Considerando lo crítico de la situación del petróleo,  lo ideal es poder considerarla como un bien común que debe satisfacer un derecho, que es el derecho a la energía. Entonces desde una perspectiva que piensa la energía como un derecho, que tiene plena conciencia de que la energía debe estar puesta en la mejora de la calidad de vida de las personas, creemos que se debe iniciar una transición energética hacia otro tipo de fuentes como pueden ser las renovables. Que éstas permitan una mayor sustentabilidad, que tenga en su hoja de ruta el cambio climático que hoy por hoy es una de las mayores crisis que estamos atravesando como humanidad. Pero no es un problema que solo tenga que ver con las fuentes, nos parece muy importante poder avanzar en esta renovabilidad que decíamos, sin embargo, creemos que hay un montón de otros elementos que son centrales, como la desmercantilización del sector energético para que éste deje de ser un negocio.

– En el marco de esa idea, ¿la gestión pública podría ocupar un lugar preponderante?

– A esa gestión la podemos encontrar en la provincia de Santa Fe a través de una empresa que es patrimonio estatal, pero en muchas otras partes eso no sucede, es por ello que consideramos de suma importancia que el sector energético sea considerado de interés público. Al mismo tiempo, la gestión pública también debe ser discutida ¿Desde qué lugar que se está llevando a cabo? ¿Qué lugar ocupan las y los trabajadores dentro de la gestión de la empresa? ¿Cuál es el rol de los usuarios? Es menester entender lo público más allá del Estado, ya que existen otras formas comunitarias que también son públicas y que pueden abonar no solo a un cambio en la matriz, sino de todo el sistema energético en pos de satisfacer las necesidades de las mayorías. Un debate importante tiene su anclaje en cómo se puede mejorar el sistema de transportes en el país, no solo el de personas, también el de cargas, que es el que más consume energía. Desde qué lógica pensamos la industria, que es otro sector de alto consumo, de despojarnos de aquello que intentó impregnarnos el macrismo con la idea de que <nosotros en nuestras casas, somos los responsables de la crisis energética>. Pero claro, nosotros solo somos una parte, estaría buenísimo poder avanzar en mayores niveles de eficiencia, pero debemos entender que este es un problema mucho más sistémico.

– El panorama que has brindado es sumamente esclarecedor, más allá del mismo ¿Podrías ensayar una reflexión final anclada en el momento histórico que estamos atravesando?

– La verdad es que estamos viviendo un momento muy complejo, creemos que se están cruzando tres grandes crisis, la sanitaria, que la observamos y tiene que ver con el coronavirus y el riesgo de colapso de la salud pública. La segunda es la económica, y se ve agravada por el virus circundante, ya que es muy preocupante por la manera en que va a impactar en millones de personas dentro del país y en el mundo también, pero con ciertas particularidades en Argentina. Pero también, creemos que estas dos crisis se interceptan y cruzan con una crisis civilizatoria, que tiene que ver con un colapso de un modelo que es el neoliberal. Éste representa a una fase del capitalismo que nos empujó a nivel mundial a contemplar el deterioro en los sistemas de salud pública, pero también consideramos que otro gran colapso, es el agroalimentario y el del sistema energético, que termina redundando en una crisis climática que puede tener efectos aún más graves que la pandemia que hoy estamos viviendo. La modificación del mundo natural, la relación con los animales, con las energías que ha sostenido este modelo, es la causante de un momento crítico que vivimos como humanidad, y que creemos que se puede hacer mucho más de lo que se ha hecho.

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Algunos Estados alrededor de todo el mundo han reaccionado muy bien y de manera clara ante la pandemia, sin embargo, no han tenido lucidez para poder detener esta situación del cambio climático. Por eso nos parece extremadamente importante poder pensar en transiciones energéticas, ya que las consideramos fundamentales. La respuesta de los grupos del poder es muy clara, por ello nos parece imprescindible consolidar el diálogo entre las organizaciones populares y la gente, para de esta manera poder expresar qué modelo energético queremos y necesitamos. La experiencia de la soberanía alimentaria, la de la agroecología, nos parecen fundamentales a la hora de pensar en un mundo que merezca la pena ser vivido. Por último es menester acercar unas palabras de Pablo Bertinat, ingeniero del Taller Ecologista, que sostuvo que debemos <poder vivir mejor sin materia y energía>.

 

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