¿Por qué apoyar a Dolores Etchevehere y al Proyecto Artigas?
La necesidad de comenzar a escribir otra historia en torno al modelo productivo imperante, consolida un nuevo capítulo en la Estancia Casa Nueva de una familia patricia de Entre Ríos, los Etchevehere. Conclusión recabó distintas voces que se alzaron en respaldo a un proceso que trasciende nombres y particularidades, y profundiza en la manera de producir interpelando la obscena concentración de tierras.
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- Por Alejandro Maidana
- Oct 29, 2020
Por Alejandro Maidana
El conflicto suscitado en el vientre de una familia poderosa de Entre Ríos trajo consigo distintas vertientes de opinión, en torno a la importancia o no del mensaje que se desprende del mismo. Los patrones de estancia y el poder fáctico de un país que abraza una deshumanizante cifra de desigualdad, aparecerían en la escena mediática escuálidos de argumentos y tambaleantes gracias a una espina proveniente del mismo palo.
Luis Miguel Etchevehere, quien supo celebrar la suba del dólar -siendo ministro de Agroindustria-, movimiento monetario que beneficiaba a quienes integran la rancia Sociedad Rural, acorralando a las mayorías, vuelve a estar en el ojo de una tormenta iniciada en los rincones mismos de una Estancia plagada de viejos fantasmas. Pero claro, es imposible olvidar el desfinanciamiento de la Secretaría de Agricultura Familiar bajo el gobierno de Mauricio Macri, un sector que venía golpeado y terminó casi sucumbiendo gracias a las políticas de la «Posverdad».
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La historia fue escrita por los mismos que se impusieron gracias a la fuerza de las armas primero y sus propias leyes después y por ello debe ser interpelada en profundidad, para que los tiempos de saqueos y tima, extorsión y presión, puedan dar un vuelco radical. La denuncia por parte de la integrante de una familia terrateniente, puso en vilo las superestructuras de un sector concentrador de un sinfín de privilegios, el mismo que está convencido de ser el dueño de los destinos de un país que detestan, pero que no dudan en desangrar.
El campo que solo persigue rindes y llenarse los bolsillos de dólares, el que empuja devaluaciones, el que expulsa y envenena, el que se apodera tanto de los medios de producción como de comunicación, para cosechar adhesiones manipulando la realidad, a través de los sentidos que ellos mismos impulsan. Señores feudales del siglo XXI, monarcas que imponen sus propias leyes, los titiriteros de un modelo agroexportador que (aferrado al extractivismo) ha demostrado con creces su enorme incapacidad para solucionar los problemas estructurales de un país.
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Pero todo modelo tiene su contracara, una semilla rebelde que no se resigna a perder la batalla con la transgénica, una simiente que no para de germinar en las manos de aquellas organizaciones campesinas e indígenas que no piensan hipotecar la memoria de la tierra. Es por ello que el respaldo a Dolores Etchevehere y al Proyecto Artigas trasciende a ambos, la discusión concreta es por la tierra, por su injusto reparto, por la deleznable concentración, por una necesaria reparación histórica.
En tiempos donde una pandemia mundial puso a crujir los andamiajes de un sistema económico basado en los “méritos personales”, es de una imperiosa necesidad torcer los destinos de un modelo productivo que solo puede conducir a que ese 1% despojado de todo prejuicio y humanidad, tenga mayor preeminencia, empujando a la mayoría a estar cada día más empobrecida.
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El último censo agropecuario (2018) determinó que desde el 2002 al 2018 desaparecieron 82.652 explotaciones agropecuarias. Si le sumamos las que quebraron durante la década del noventa, que fueron 103.000, nos arrojaría que en los últimos 30 años se esfumaron casi 200.000 chacras mixtas. Esto significó la pérdida de más de 900.000 puestos de trabajo en el sector rural. En nuestra provincia, el 60% de las tierras se encuentra en manos del 0,06% de la población. Concentración, despojos, desalojos y agrotóxicos para todas y todos.
¿Por qué hay que apoyar a Dolores Etchevehere y al Proyecto Artigas?
Apoyados en la decisión de Dolores Etchevehere de formar parte del Proyecto Artigas, que impulsa un modelo agrario sostenible, libre de agrotóxicos y explotación, en la Estancia Casa Nueva ubicada en La Paz, Entre Ríos, distintas voces fueron las que se plegaron a la propuesta de Conclusión. La misma persiguió profundizar de manera medular un debate sobre la tenencia de tierras y la manera de producir en las mismas.
Mónica Polidoro – Integrante de AMRAF (Asociación de Mujeres Rurales Argentinas Federadas).
“Desde nuestro lugar venimos pregonando hace mucho tiempo un modelo que queda reflejado con el Proyecto Artigas. Esto tiene que ver con la distribución de la tierra, con una producción sana, sustentable, que se encuentre en mancomunión con el medio ambiente y beneficie tanto al pequeño productor y productora, como al consumidor”.
Por ello es muy importante que la sociedad urbana apoye este proyecto, pero para que ello suceda, tiene que entenderlo. “Nadie puede defender lo que no conoce. También es importante comprender que este sistema agroexportador que nos han insertado no solo en nuestras vidas, sino también en nuestros cerebros, influye considerablemente en las posturas posteriores. Este modelo está presente en todas partes, desde el jardín de infantes hasta los ámbitos académicos, la idea de que Argentina es solamente productora de materias primas, enalteciendo la cantidad por sobre la calidad”.
Ese modelo que nos instalaron por todos los frentes, fracasó. Pero ¿por qué fracasó? “Basta con conocer los escandalosos números de pobreza que nos atraviesan, la enorme concentración de tierras y producción, fracasó por sobre todas las cosas, porque no podemos lograr tener un índice beneficioso para todo el país. Entonces, ese modelo que nos impusieron por todas partes, fracasó, por eso consideramos que es el momento de impulsar otros modelos, que en realidad no son nada nuevos, ya que tienen que ver con la manera de producir de nuestros pueblos originarios, la de nuestras abuelas y abuelos, incluso la de los míos, por ello el Proyecto Artigas es de vital importancia”.
Cabe destacar que el apoyo como AMRAF a Dolores Etchevehere es absoluto, y aquí es donde las mujeres rurales se ven obligadas a realizar una pequeña reflexión. “Hay muchas Dolores. Nosotras desde nuestra organización, desde siempre hemos recibido inquietudes por el tema de la herencia. Dolores no es la única mujer relacionada a la producción agraria que recibe discriminación en lo que tiene que ver con la misma, nostras estamos atravesadas por una cuestión cultural muy fuerte, y lo que le sucede a Dolores, les sucede a muchas mujeres. Tiene que ver con la batalla cultural que estamos dando en todos los ámbitos, dicen que es mucho más difícil romper con una estructura cultural, que darle vida a una ley. Si bien las leyes existen, es lo cultural lo que nos sigue empujando hacia los márgenes, en mi caso desde mi mamá, que se quedó sin tierras por ser mujer, y calculo que antes sucedió con otras también. Lo de Dolores visibilizó no solo el tema de la producción, sino también la gran injusticia que nos atraviesa por el solo hecho de ser mujer”.
Jeremías Chauque, integrante del proyecto familiar, campesino e indígena Desvío a la Raíz (Agricultura Ancestral), en Desvió Arijón (Santa Fe).
No solamente es una disputa familiar, ni un proyecto agrario trascendental, hablamos concretamente de un quiste que tiene la historia de este país y que se gestó desde el saqueo, la especulación, los derechos astillados por familias terratenientes como la Etchevehere. No resisten archivo, pisar cabezas fue y es el arnés que le sostiene el poder.
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Mientras que nosotras y nosotros, nos concebimos raíz, rizoma, micorriza, monte, ellos son la cadena y cada eslabón, el reflejo trágico de un pueblo rehén de sus especulaciones, corrupción y negocios. Celebramos la enorme valentía de una mujer que pudo trascender su linaje y sacar de la madriguera lo rancio que hay en los medios de comunicación, el poder judicial, político, etc.
Pone sobre la mesa lo vital, la deuda interna de este país, el acceso a la tierra y la concentración en pocas manos. Es un hecho histórico para Entre Ríos y para todas y todos aquellos que hacen de la soberanía la semilla, porque es justicia, reparación histórica y el proyecto Artigas, uno de los caminos agrarios sociales y populares para que producción sea sinónimo de derechos, ambiente y sociedad.
Federico Di Pasquale, de la (UTT) Unión de Trabajadores de la Tierra Santa Fe, una organización nacional que viene luchando de manera sostenida por políticas públicas para el sector.
“Celebramos toda iniciativa que esté relacionada a la lucha por la tierra, porque la misma es un derecho, es histórica y estructural. Sabemos que esta es solo una de las muchas que vienen dando los pueblos originarios y los sectores populares, estos desnudan el entramado de la concentración de tierras. Las políticas agrarias siempre han estado digitadas por estos sectores que han apartado al campesinado que produce alimentos y no commodities a ocupar los márgenes de la historia”.
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Por suerte este pequeño y poderoso grupo de terratenientes viene quedando al descubierto, viene siendo desnudado por distintas organizaciones incluida la nuestra que le viene disputando ciertas lógicas impuestas. Desde la UTT, sus principales componentes, las familias campesinas productoras de alimentos, han podido visibilizar su resistencia ante un modelo que los aplasta. Después de los verdurazos y feriazos, hemos podido avanzar en políticas públicas, nosotros apoyamos y celebramos el Proyecto Artigas, pero vamos por una disputa más estructural. Serán bienvenidas las donaciones de tierras por parte de la clase dominante para lo que tenga que ver con la alimentación sana, saludable, con la comercialización justa, con la agroecología, en definitiva, con elevar la dignidad del campesinado. Es preciso destacar que no podemos esperar un cambio estructural aguardando solo la buena voluntad de los poderosos, por ello nosotros el viernes pasado volvimos a presentar el «Procrear Rural» para de esa manera a través de la Ley de acceso a la tierra, se pueda acceder a la misma a través de créditos blandos, a la tierra para producir, junto a una vivienda digna.
Daniel Otal “Moro”, investigador de las tierras agrarias e integra la Mesa de Tierras del Gajat, vive en El Bolsón (Río Negro).
El surgimiento y la actividad del Proyecto Artigas es la continuidad lógica de una disputa que yace, latiendo, en el despojo territorial original, fundante de la Nación Argentina. Entendiendo que la misma preserva derechos coloniales consolidados en estructuras y andamiajes legales, pretendidamente republicanos, con las que se decidió legitimar las apropiaciones del territorio patrio.
La imposición de ciertas lógicas desde los planes estudio, abren una importante discusión sobre el ataque a las subjetividades y por ende al espíritu crítico. “Una herramienta clave fue y es el sistema de educación «casi universal» y «casi enciclopédico», pero aun acrítico y normalista, que terminó por cubrir con una nebulosa que pervive hasta estos días nuestro estragado sentido común, colonizado por la hegemonía de intereses de la clase propietaria. No será sencillo pensarnos por fuera del corsé de la educación que nos hizo cautivos. Sin esa herramienta no será fácil, y se han encargado de dejarnos sin ella. Así entramos en la disputa por la dignificación de la vida, de nuestra patria, de nuestra América. Y no será fácil por ese legado de subordinación cultural instalada durante generaciones, que nos carga ciegamente sobre la espalda el destierro y la urbanización, material y culturalmente dependiente, y alejada del control de nuestra propia supervivencia.
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“En nuestro Litoral esta vez, pero ya lo vienen señalando y peleando los pueblos originarios de nuestra Abya Yala, o las más actual variedad de experiencias y organizaciones de agricultores familiares y agroecológicos, amorosas con la tierra. Se está poniendo en discusión la legitimidad con la que se consolidó la propiedad privada agraria; territorio legal cuajado como una verdadera Carta de Preservación de Derechos Coloniales. Allí subyace el nudo gordiano de la totalidad de los conflictos territoriales, ese despojo original amañado por una estirpe antidemocrática y virreinal en el nacimiento de nuestras naciones americanas. Un legado que se sostiene en gran medida en la continua construcción y vigencia de un sentido común colectivo acrítico, moldeado por un relato rancio sostenido a diario por los medios de masificación que no deja de instalarse de variadas maneras en nuestras cabezas ya domesticadas.
En la región mesopotámica hoy, bajo el formato de un conflicto familiar, emerge estos días el rastro histórico de esta antigua disputa: la lucha por la tierra. Celebremos que hubo, hay y habrá hombres y mujeres que en pensamiento y acción avanzarán hacia una patria constituida con reglas diferentes, más igualitaria, justa, diversa, democrática, resolviendo el desprecio que nos colonizó. Reconstruyendo a palmo la historia que fue quitada del saber y discusión pública, metódicamente solapada en la construcción de una conciencia colectiva nacional. Es tiempo de sumarnos a esa discusión.
Sandra Gobbo, campesina de la localidad de Bigand (Santa Fe).
La oligarquía terrateniente está desbocada, salió con los tapones de punta, eso se debe a que en estos últimos cuatro años, tuvieron la libertad absoluta para avasallarnos, desplazarnos y envenenarnos. Ellos, quienes deciden cómo y cuándo liquidar sus exportaciones, ven a la tierra solo como un objeto de negocio siendo su prioridad, llenar sus bolsillos de dólares.
No es casualidad que el mapa del agronegocio coincide perfectamente, con los terrenos incendiados. Por eso es sumamente importante el Proyecto Artigas, que presenta una forma de producir agroecológica, cuidando los procesos de la Pachamama, obteniendo alimentos libres de toda presencia química. De esta manera se le pone un freno a la concentración de la tierra, generando arraigo con miles de chacras mixtas llevando adelante una agricultura, con agricultores, yendo todos por el camino del buen vivir. Deseamos fervientemente que el Proyecto Artigas se replique a lo largo y ancho del país, por nosotros, y por las generaciones futuras que merecen un mundo limpio y más justo.
Facundo Cuesta, parte fundamental de «Huerquen, comunicación en colectivo», un medio periodístico digital que basa su trabajo en aquellas causas que suelen no ser amplificadas por la hegemonía informativa.
A partir del Proyecto Artigas se abren enormes reflexiones, sobre todo en la estructura y uso de la propiedad de la tierra en la Argentina, pero también como el capital concentrado se maneja con respecto a la mayoría de la sociedad y hacia los poderes del Estado, defendiendo privilegios. La movilización que estamos viendo por estos días en Entre Ríos, no se corresponde cuando la que es desalojada es una familia campesina, cuando miles de hectáreas de bosques nativos son arrasadas o cuando los pueblos originarios son expulsados de sus territorios ancestrales. Tampoco podemos apreciar esta indignación cuando las docencia rural sale a luchar junto a los pueblos fumigados para que se deje de atentar contra la salud humana y por ende la del ambiente.
Más allá que el Proyecto Artigas es muy explícito en torno a lo que apunta, lo que también debemos destacar, es el entramado corrupto, prepotente y extorsivo a la que ha sido víctima Dolores Etchevehere por parte de sus hermanos, en especial de Luis Miguel, quién cree ser dueño absoluto de la vida, de la muerte, en definitiva, de las decisiones sobre los territorios. No debemos olvidar que Luis Miguel Etchevehere ha sido el presidente de la Sociedad Rural Argentina, una institución emblema en la apropiación de tierras campesinas e indígenas para consolidar el modelo que impera en la actualidad.
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Debemos re discutir qué tipo de modelo productivo necesitamos, éste claramente solo puede concentrar la tierra, envenenar y expulsar hacía los márgenes de las grandes metrópolis al campesinado y a los pueblos indígenas, y hablo de los márgenes porque una vez llegados a esos sitios, es la especulación inmobiliaria quién los vuelve a correr hacia las periferias. Hay que preparar la vuelta al campo, ya que el 93% de los habitantes de este país nos concentramos en un puñado de ciudades, si pudiésemos ocupar una porción de tierra, solucionaríamos varias problemáticas al mismo tiempo. Esos procesos los vienen transitando distintas organizaciones sociales, siendo nosotros, aquellos que habitamos las ciudades los que debemos acompañar a las mismas. Hoy la actual pandemia vino a profundizarlo todo, por ello debemos fortalecer nuestro sistema inmunológico, y para eso tenemos que producir y consumir alimentos saludables.
El Proyecto Artigas tiene que ser el ariete para discutir en profundidad el impacto de este modelo, se tiene que terminar el negocio para unos pocos, debemos dejar de ser rehenes de unas pocas corporaciones que manejan nuestra vida. Invitamos desde Huerquen a la población a interiorizarse, a no repetir eslóganes, a cuidar y defender el espacio verde en un momento de crisis ambiental profunda, lo que sucede en Santa Ana no es una disputa familiar, allá se está discutiendo el modelo con una clara demostración de la prepotencia que tiene y exhibe el capital en la figura de Luis Miguel Etchevehere y la patota rural.
Marcos Marini, integrante del Frente de Familias Productoras y del Trabajo Agrario de Berisso
Quizás sea muy apresurado poder realizar un análisis sobre el Proyecto Artigas, pero si del mismo surgen una serie de reflexiones necesarias que podemos hacer. Si bien puede sonar descabellado, podríamos tejer un paralelismo sobre este proyecto con formato de colonia y las reducciones indígenas, y que el mismo no va a hacerle mella al poder concentrado. Cabe destacar que todo lugar en donde puedan expresarse las familias campesinas para seguir discutiendo qué tipo de modelo productivo necesitamos.
Necesitamos un cambio estructural de lo que es el campo, recuperar el modelo que perdimos en los 90. Hablamos de Argentina y hacemos referencia al país con menos población rural, teniendo una basta extensión de tierras que goza de los cuatro climas. El modelo del agronegocio que fue acompañado por los bancos y poderes concentrados, hizo que muchas familias del campo se hayan visto excluidas y perjudicadas. Recuerdo al City Bank y al Banco de Boston, quienes fueron los primeros en retirarse del país en 2001, eran uno de los principales propietarios de las tierras argentinas.
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La figura que nos tenemos que plantear, es la de este agronegocio que se encuentra en crisis, que enferma y que mata, necesitamos pensar junto al Estado, como volver al campo contando con las herramientas necesarias para regresar al mismo. Hoy un productor, uno de esos 90 mil que el macrismo quitó del campo junto a muchos programas, como el monotributo agropecuario y ni hablar del Renatea, destacando que el ministro de agroindustria no era otro que Luis Etchevehere. Pero claro, para discutir con estos poderes, es necesario que el Estado este presente y genere estas herramientas, pero reitero, no son las colonias, quizás sean los parques agrarios o la posibilidad de que un productor pueda volver a comprar su campo. Necesitamos un Estado presente en esa nueva ruralidad, recuperando el territorio perdido por obra del neoliberalismo.
Hoy podemos ver la violencia económica ejercida por estos sectores gracias a la denuncia de Dolores Etchevehere, pero son cientos de miles los que fueron desplazados debido a la arbitrariedad de este modelo y hoy ocupan las periferias de las grandes urbes. Estamos atravesando un momento que deja explícitamente en evidencia los manejos espurios de estos poderes, un ejemplo claro es el de Vicentin fugando soja vía Paraguay e impulsando el lavado de dinero, Etchevehere apropiándose de terrenos propiedad de una escuela agrotécnica en Santa Elena, en fin, pudo salir a la luz todo lo que venimos sosteniendo hace mucho tiempo.
Pablo Pailolle, Director de Federación Agraria Argentina Distrito 6 (Santa Fe). ¿Por qué tenemos que acompañar a Dolores Etchevehere y al Proyecto Artigas?
Es importante explicarlo bien ya que arrecian comentarios particularmente en la zona nuestra, si nos pudiésemos correr un poquito de las acusaciones, de los prejuicios y estigmatizaciones, la mayoría de los productores hoy estarían apoyando a Dolores Etchevehere. Una mujer que después de un largo recorrido decide devolverle parte de su patrimonio a la sociedad, y lo dona, y no se lo dona a un hijo o a un ser querido, lo dona a un proyecto, que si uno se interioriza en el mismo, este es de una nobleza inimaginada.
El mismo abarca los tres grandes problemas que tenemos en Argentina y que no son otros que el trabajo, los alimentos y que estos últimos sean saludables. Consideró necesario donar el 40% de sus tierras para que las mismas sean resignificadas por decenas de familias a través de una colonia agroecológica. Mientras los hermanos siguen bloqueando las tranqueras, poco se habla de la actitud humanitaria que está llevando adelante Dolores, porque esa conducta los desnuda, los interpela a ellos de manera profunda. Solo en una mente netamente machista se puede entender la usurpación de la que ellos hablan, ya que en su concepción parecería ser que solo pueden heredar los hijos varones. Esta mujer no estaba en los planes, pero la misma con una valentía muy grande dijo acá estoy yo, y no estoy sola, estoy con un proyecto. Es por ello que aquellos no hablan de Dolores, porque los interpela, prefieren correr la discusión hacia Grabois o el Gobierno Nacional, prefieren hablar de los negros en lugar de admitir lo noble de la causa que está planteada en la Estancia Casa Nueva.
Eduardo Spiaggi, integrante del Observatorio del Sur de la UNR, veterinario y magister en agroecología (Viajó a Santa Elena a acercarle al apoyo a Dolores Etchevehere)
Nos llegamos para ofrecerle el acompañamiento del Foro Agrario Santafesino que le brinda visibilidad a la agricultura familiar. La reunión fue básicamente para ofrecerle nuestro acompañamiento, ya que venimos asesorando a distintos productores en su transición agroecológica, así que nos entusiasmó mucho la idea del arraigo y la necesidad de que la gente retorne al campo. Esto aseguraría alimentos saludables y de cercanía, lo que generaría que los mismos no deban transitar cientos de kilómetros para poder llegar a la mesa.
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Se quiere instalar la falacia de la invasión a la propiedad privada, cuando en realidad se trata de tierras de Dolores Etchevehere. Estamos a la espera de que el proyecto pueda seguir adelante para ponernos, de ser necesario, a deposición con distintos técnicos y estudiantes universitarios que están dispuestos a colaborar. Sería muy importante que este proyecto se consolide para formar parte de las distintas experiencias agroecológicas, sería un gran aporte, ya que aseguraría puestos de trabajo y alimentos saludables, algo que claramente el agro-negocio no puede asegurar, sería un ganar y ganar.
SON COSAS CHIQUITAS
(Eduardo Galeano)
Son cosas chiquitas.
No acaban con la pobreza
no nos sacan del subdesarrollo,
no socializan los medios de producción
y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá.
Pero quizá desencadenen la alegría de hacer,
y la traduzcan en actos.
Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad
y cambiarla aunque sea un poquito,
Es la única manera de probar
que la realidad es transformable.