“¿Y si todo sale mal al mismo tiempo?”, se preguntó Alejandro Marcó del Pont
El economista y docente, desarrolló y se focalizó cronológicamente en una serie de acontecimientos que dan lugar a una realidad patética del viejo mundo y cómo puede ser arrastrado a la destrucción por la miopía de sus líderes.
- Conclusión en Buenos Aires
- Oct 30, 2022
Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont
El primer paso para solucionar las crisis económicas y financieras es abolir el mal llamado Premio Nobel de Economía
Queda claro que el comité del Banco Central Sueco, que otorga el premio a las ciencias económicas en honor a Nobel, o sea, el fraudulento Nobel de Economía, no lee El Tábano Economista, o si lo hacen, actúan en contrario. Después de todo, acaban de otorgarle el premio, de manera conjunta, al expresidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke.
Profesor en la Universidad de Stanford, muestra el peligro de los pánicos bancarios: «una base para nuestra moderna comprensión de por qué se necesitan los bancos, por qué son vulnerables y qué hacer al respecto”. Muestra cómo los colapsos bancarios derivaron en una devastación económica generalizada. Si todo sale mal al mismo tiempo… No te preocupes, tenemos a Ben Bernanke para guiarnos. Para decirlo de manera más sucinta, Matt Taibbi (escritor y periodista estadounidense) tuiteó: «Dar a Ben Bernanke el Premio Nobel de Economía puede ser la decisión más estúpida de todos los tiempos».
Sí, ha habido muchos ganadores estúpidos anteriormente, incluso de los premios Nobel reales, como el de la Paz por ejemplo. Pensemos en Aung San Suu Kyi (1991), heroína caída en desgracia, de quien se destaca su silencio ante el éxodo de cientos de miles de musulmanes rohingyade Myanmar hacia el país vecino, Bangladesh, debido a una persecución milita. A la UE, en 2012, se lo otorgaron por ser la UE; a Barack Obama (2009), por algo que nadie sabe, después de lo cual llevó a cabo ataques con aviones no tripulados en bodas, para que entiendan la razón, o a Henry Kissinger (1973) por volar por los aires el sudeste asiático, etc.
Gracias, entre otras cosas, a los legados de Bernanke, el año 2022 ha sido terrible para la economía mundial. Desde la guerra en Ucrania, los confinamientos en China, el endurecimiento de la Reserva Federal que reducirán el crecimiento mundial hasta el 3.1%, muy por debajo de las expectativas de principios de año, entre otras. La gran pregunta para los jefes de finanzas que se reunirán en Washington en octubre: ¿podría ser peor el 2023? La desafortunada respuesta es sí, y tal vez mucho peor, 2,7% de incremento del PBI en 2023. Exceptuando la crisis financiera mundial, y la fase aguda de la pandemia de COVID-19, este es el perfil de crecimiento más flojo desde 2001 según el INFORME DE PERSPECTIVAS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL del FMI.
Una Europa tambaleante arremete contra la Reserva Federal por, según Josep Borrell, vicepresidente de la Comisión Europea, «llevarnos a una recesión mundial» como resultado del implacable bombardeo de ajuste de la Fed, que el 2 de noviembre habrá aumentado las tasas de interés en 75 puntos básicos en cuatro ocasiones en solo 96 días hábiles, la campaña de ajuste más rápida desde Poul Volcker. El daño en los EEUU, cuya economía está relativamente aislada de los efectos colaterales de la moneda de reserva mundial en alza, no es nada comparado con la devastación desatada por la Reserva Federal en forma de dólar en alza y tipos de interés explosivos.
Debe haber cierta unanimidad, después de todo, lo último que necesitan los bancos centrales, cuando están tratando de efectuar una recesión económica global extremadamente impopular, es que exista discordia entre las filas de los tecnócratas que tienen un guion simple: no importa cuán impopular o estúpida sea una política dada, nunca, nunca, se estás a favor de los intereses de la sociedad, se debe correr el riesgo de provocar la indignación popular, es una opción de poca posibilidades de éxito.
Después, al menos, de dos décadas de profundización las “políticas impopular y estúpida”, que aumentaron las diferencia entre ricos y pobres, el Informe sobre la Desigualdad Mundial 2022 demuestra que la idea no es errónea. El 10% más rico de la población mundial recibe actualmente el 52% del ingreso mundial y la mitad más pobre de la población gana el 8,5%. En promedio, una persona del 10% superior de la escala de ingresos gana USD 122.100 al año, mientras, en promedio, el ingreso anual del 10% más pobre es de USD 3.920, unas 31 veces menos. La mitad más pobre de la población tiene apenas el 2% de la riqueza mundial, mientras el 10% más rico detenta el 76% de la riqueza mundial. Esto da como resultado que en promedio una persona del 10% más rico del mundo tiene un patrimonio de USD 771.300, contra apenas USD 4.100 del 50% de ingresos inferiores, una diferencia de 188 veces, y no en comparación al 10% más pobre, sino a la mitad menos rica del planeta. No hay errores, no, para eso trabajan los premios Nobel.
Como resultado de estas políticas en la primer reunión del FMI y el Banco Mundial en tres años, el presidente del Grupo del Banco Mundial, David Malpass, planteó que “hay riesgo y el peligro real de una recesión mundial el próximo año», «las economías avanzadas se están desacelerando en Europa y veremos a dónde va el próximo año, pero la depreciación de la moneda significa que los niveles de deuda de los países en desarrollo se están volviendo cada vez más onerosos«. El crecimiento de China pasa del 8.6% en 2021 al 4.4% en 2023, América Latina del 6.9% al 1.7%. La inflación mundial aumentaría de 4,7% en 2021 a 8,8% en 2022, para luego descender a ¿7,5% en 2023?
Para poder pasar este complicado invierno los gobiernos aceleran sus deudas. Alemania programó gastar €200.000 millones entre palear la inflación, proteger a la sociedad y a la industria. Gran Bretaña comenzó con unos U$S 172.000 millones con sus complicaciones, Francia €100.000 millones, China, de enero a agosto, emitió bonos por U$S 850.200 millones para impulsar a su economía. En medio de este despliegue defensivo, alguien hizo estallar los oleoductos Nord Stream 1 y 2 que transportaba gas natural barato y abundante de Rusia a Alemania. La economía alemana dependía de este recurso para casi el 60% de su producción industrial. Un PBI de 3.8 billones de dólares depende de 20.000 millones de dólares del gas ruso, una genialidad.
No se puede estar seguro de quién hizo estallar los oleoductos, pero los sospechosos más probables son todos los supuestos amigos y aliados de Alemania: Estados Unidos, Reino Unido, Polonia, Suecia y Dinamarca. Sin embargo, una cosa que no está en duda es que Alemania, y no Rusia, sufrirá con mucho el mayor daño del sabotaje. Como se sabe, los “amigos y aliados” de Alemania se aprovecharon entregando gas natural a precios exorbitantes. Según banqueros de inversión en energía, los proveedores de gas de EE.UU. podrían cargar un gran tanque de GNL en EEUU a un costo de alrededor de $ 60 millones por envío. La carga podría entonces venderse hasta por $275 millones en Europa, gracias a la enorme disparidad de precios. El ministro de economía francés, Bruno Le Maire, intervino: «No podemos aceptar que nuestro socio estadounidense venda su GNL a cuatro veces el precio al que lo vende a sus propias industrias«. ¡Ah no!
De la carrera por los subsidios para aminorar los precios de la energía se desprenden varios dilemas. El primero radica en la competencia por los Fondos de Recuperación y Resiliencia de €800 mil millones en toda la UE para ayudar a las partes más débiles de Europa, que no incluye, precisamente, a Alemania. Antes de los fondos anunciados recientemente por 200.000 millones de euros, el gobierno germano había lanzado un paquete de medidas que, se dice, tienen un valor de 65 000 millones de euros. Según el portal de noticias Político, de EE.UU., el gobierno alemán asignó más de 100 000 millones de euros para ayudar a los hogares y las empresas durante la crisis energética, además de otros 85 000 millones de euros destinados a apuntalar a las empresas energéticas alemanas. Estos 185.000 millones de euros deben sumarse a los anteriores 200.000 millones, por lo que se estaría hablando de, al menos 385.000 millones.
Si otras naciones siguen el ejemplo de Alemania, esto desencadenará una carrera de subsidios y alimentará aún más las llamas de la inflación europea y, por los datos que expusimos al principio, así será. Para condimentar más las tensiones producidas por los atentados a los gasoductos rusos, queda claro que Alemania está siendo empujada a la destrucción. Si bien esto no puede ser evidente para los consumidores desprevenidos de la narrativa de los medios corporativos occidentales, Alemania se halla en una situación en la que puede tener un solo socio en quien confiar. Sí, adivinó, Rusia. Y Occidente lo advirtió.
La respuesta del canciller alemán al ataque ha sido en solitario, Scholz ha hablado de la solidaridad, mientras abre su propio camino para Alemania, ya sea que se trate de entregas de armas a Ucrania o de cómo amortiguar el impacto del aumento de los precios del gas natural con los mencionados 200.000 millones. El enfoque de Scholz ha comenzado a ser defensivo y claro: Alemania primero.
El plan de Berlín, de establecer un fondo de emergencia para subsidiar los precios más bajos del gas, provocó una respuesta furiosa de algunos líderes europeos “El país más rico, el país más poderoso de la UE, está tratando de utilizar esta crisis para obtener una ventaja competitiva para sus empresas en el mercado único. Esto no es justo, así no es como debería funcionar el mercado único”. Lo dijo el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki.
Del lado alemán, un estudio de Deutsche Bank indica que la producción se reducirá un 2,5 % este año y un 5 % en 2023 debido al aumento de los precios de la energía. Si miramos hacia atrás, a la crisis energética actual en unos diez años, podríamos ver este tiempo como el punto de partida para la desindustrialización acelerada en Alemania, según dicho estudio. Pero para Industrie Magazin, en principio, el costo de la energía no es tan alto. La participación de los costos de energía en el valor bruto de producción es de 0,5% en la industria automotriz, 0,8% en ingeniería mecánica y 3,1 % en productos químicos.
Sin embargo, un fuerte aumento en los precios de la energía puede afectar la competitividad de aquellos sectores que se enfrentan en particular a una dura competencia internacional y ya tienen por ello márgenes de venta relativamente bajos, y esto genera pánico. Las pequeñas y medianas empresas se ven particularmente afectadas: una de cada cinco empresas está considerando trasladar al menos una parte de su negocio al extranjero, según una encuesta realizada el mes pasado por el sindicato alemán IG Metall.
Mientras tanto, las consecuencias de la guerra energética impuesta por Estados Unidos a Europa contra Rusia seguirán acumulándose y costarán a la UE hasta la friolera de 1,6 billones de euros, según un informe de Yakov & Partners, la antigua división de McKinsey en Rusia, reportada por Pepe Escobar. Los rusos son esencialmente espectadores perplejos que contemplan la ralentización de la producción industrial en la eurozona junto con las salidas de capital, el aumento de la inflación y las protestas sociales a punto de estallar.
Ahora todo se perfila a que la tormenta sea perfecta y que realmente todo pueda salir mal: alta inflación, aun y cuando las tasas de interés arriben a 4.75%, frenando la economía, caída del producto, altos precios de la energía, de los alimentos, problemas con la cadena de suministros, lucha por los subsidios, recorte de la producción de petróleo, endeudamiento exponencial, y la confirmación de Gazprom de que el ramal de la Línea B del Nord Stream 2 está intacto, lo que puede producir un sorprendente cambio de juego para Alemania.
Los ataques con las subas de la tasa de interés complican a la renta fija e increíblemente a la energía verde. Al menos para BlackRock, las internas entre demócratas y republicanos, en las últimas semanas, produjeron que Luisiana, Carolina del Sur, Utah y Arkansas anunciaran que desinvertirán fondos que manejaba BlackRock por un total de más de mil millones de dólares. A principios de agosto, los fiscales generales de 19 estados, incluidos Texas, Virginia Occidental, Luisiana, Montana, Oklahoma, Idaho y Ohio, enviaron una carta al director ejecutivo de BlackRock, Larry Fink, expresando su preocupación por el compromiso del administrador de no invertir en activos que no contengan emisiones cero en todos los Estados.
“En lugar de ser un espectador que apuesta en el juego, BlackRock parece haberse puesto una camiseta de mariscal de campo y ha tomado activamente partido en el campo.” Resulta simpático que, lo que era cero contaminaciones para Biden y energía verde en Europa, se pase a sanciones por atacar las energías fósiles en EEUU y en Europa a quemar carbón y madera.
Alemania parece haber abierto una puerta que podría obligar a Occidente a negociar un final de paz o agudizar una fuerte confrontación dentro de la UE. Es cierto también que el gran ganador de este juego es EEUU, que está obligando a todo el mundo a aumentar las tasas de interés, de lo contrario sus monedas serán devaluadas. Esto implicaría seguir aumentando los precios de las importaciones valuadas en dólares y caminar directamente hacia una recesión mundial. Con el relato que su principal preocupación sigue siendo controlar la inflación estadounidense, sugiere que las ramificaciones e impactos globales de sus políticas y planes son consideraciones secundarias.
Así es posible que todo pueda salir mal al mismo tiempo.
Lic. Alejandro Marco del Pont – titular de https://eltabanoeconomista.wordpress.com/