De salvar soldados en la Guerra de Malvinas a luchar contra la pandemia: las enfermeras argentinas que le ganan al olvido
Alicia Reynoso y Mónica Rodríguez, ambas de 65 años, participaron del conflicto bélico en 1982 entre el país sudamericano y Gran Bretaña como personal sanitario. Hoy, al borde de su retiro, continúan con su profesión en medio de la propagación del coronavirus.
- Por los medios
- May 22, 2020
La enfermera Alicia Reynoso no se sentía realmente preocupada, pero esa fue la primera palabra que llegó a su mente. El director del hospital donde trabajaba había llamado a su casa. Fue breve: «Sos paciente de riesgo, quédate ahí y no salgas», le ordenó a mediados de marzo, tras el decreto del Gobierno de Argentina que dictaminaba el aislamiento social obligatorio ante la propagación del coronavirus.
Tenía 27 años cuando en 1982 fue convocada para asistir a los soldados heridos en la Guerra de Malvinas, el conflicto bélico en el que el país sudamericano se enfrentó a Inglaterra, luego de intentar recuperar un conjunto de islas asentadas en la Patagonia. 49 años el día que arribó como personal médico de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a Haití, en medio de una intervención militar sangrienta. Pero hoy, a sus 65 años, cuando debería estar jubilándose, y en medio de una pandemia contra un enemigo invisible, Alicia Reynoso se niega a permanecer con los brazos cruzados.
«Las pandemias las había estudiado solo en libros», dice, en diálogo con RT, desde su casa en la provincia de Entre Ríos, en el norte argentino. La enfermera, en estos días, continúa con su trabajo habitual dentro del hospital de la Fuerza Aérea de su localidad, Paraná, y además participa en campañas de prevención contra el virus, vacunando adultos mayores contra la gripe en zonas rurales. «Soy consciente de mi edad, pero yo quería estar. ¿Cómo iba a quedarme en mi casa en un momento así?», señala, luego de haber recibido una segunda llamada por parte de su superior preguntándole si quería regresar.
Las mujeres de la guerra
En 1982, Reynoso y otras 13 enfermeras fueron llamadas a participar en el Conflicto del Atlántico Sur, como se conoce a la guerra en la que Argentina fue derrotada con un saldo de 649 soldados muertos, luego de invadir el territorio inglés de las Islas Malvinas. Desde un centro hospitalario desmontable en la provincia de Chubut, al sur del país sudamericano y próximo al archipiélago, las jóvenes mujeres tenían un importante deber: asistir a los combatientes heridos que arribaban del devastador campo de batalla.
El 21 de mayo de aquel año trágico, el piloto de las Fuerzas Armadas británicas, Jeff Glover, tenía una misión habitual en Malvinas: bombardear la posición argentina en Port Howard, la zona este de las Islas. Ese día, el soldado se subió a su nave como quien realiza una tarea habitual: sin titubeos, ni improvisaciones. Glover despegó en su avión y se perdió en un cielo limpio.
Sin embargo, cuando la nave sobrevolaba el punto de ataque, se topó con un impedimento: asentamientos civiles se encontraban próximos a la zona de los argentinos y cobrar la vida de personas inocentes no era una opción. El soldado realizó una segunda maniobra, pero esta vez a una altura menor que lo ayudara a divisar otros objetivos. En ese momento escuchó la primera explosión: las llamas consumían la parte trasera de su avión. Al instante, otras dos. Jeff Glover miró las tierras áridas del continente sudamericano extenderse ante sus ojos, mientras caía en picada. En ese momento, decidió eyectarse de su asiento y comprendió que su misión, finalmente, estaba arruinada.
Lo primero que reconoció fueron sus uniformes, diferentes a los de la corona británica, que se acercaban con cautela. No recordaba su caída, tampoco en qué ubicación estaba. Lo único que Glover entendía era que estaba por convertirse en prisionero de guerra de las tropas enemigas.
«Lo trasladamos de inmediato a traumatología. Me acuerdo de que había una canchita de fútbol cerca de nuestra base y, a uno de los costados, había un palo con una bandera pequeña. La cortamos y se la atamos en el brazo hasta que luego lo enyesaron», rememora la trabajadora sanitaria.
«La guerra del 82 y la pandemia tienen algo en común», sostiene Reynoso. «La solidaridad. En Malvinas la gente se presentaba voluntariamente a querer ayudar con cualquier cosa y hoy pasa lo mismo», destaca. Sin embargo, la lucha de las enfermeras no terminó con la finalización del conflicto bélico. Su rol en la guerra había sido invisibilizado por las propias Fuerzas Armadas, al no reconocer su labor. Fue recién en el año 2013, tras arduos reclamos a las autoridades militares, que las mujeres fueron invitadas a desfilar como veteranas de guerra en actos conmemorativos.
Lejos de pensar en sus días de retiro, y con un documental a estrenar sobre la historia de las 14 enfermeras, Alicia agradece poder participar en la campaña de prevención para mayores. «Hay abuelos que no se pueden acercar a nosotros, pero yo me voy hasta sus casas». También confiesa que le gustaría estar ayudando en Buenos Aires, el distrito con más contagios del país.
Allí, la reciente muerte por coronavirus de Ramona Medina, una militante social que reclamaba ante el Estado la falta de agua en su barrio, la villa 31 ─uno de los asentamientos informales más extensos y con más casos de la ciudad─, la entristeció. «No tiene que ser en vano», dice y se pregunta: «¿Cuántas Ramonas más queremos muertas?».
Si Reynoso pudiera enviarle un mensaje a las enfermeras jóvenes que comenzaron a trabajar por primera vez durante la pandemia ─así como a ella le tocó estrenar su profesión con una guerra─, le diría dos cosas. «No van a ganar dinero con esto», la primera. «Pero tendrán algo impagable», advierte. «Y es cuando el paciente te toma de la mano, te mira a los ojos y te dice ‘gracias por estar'».
«Le digo a las enfermeras que se empoderen»
Mónica Rodríguez guarda solamente dos recuerdos de su paso por la Guerra de Malvinas como enfermera a sus 26 años. El primero es cuando las autoridades militares le explicaron que, en caso de una alerta roja ─un bombardeo sorpresivo de los británicos a la posición argentina en Chubut─, las mujeres no podían ingresar al refugio antibombas de los soldados y, en cambio, debían protegerse en otro cercano. «Era más chico y muy incómodo, casi no entrábamos», recuerda la enfermera. «El machismo de la época», agrega, ofuscada.
El otro era el ruido escandaloso de los aviones Hércules 630 acercándose a la base en la madrugada, lo que significaba una sola cosa: combatientes que atender. «Ni bien escuchábamos los motores entre las nubes, ya nos íbamos preparando», cuenta. Hoy, con 65 años, y al borde del retiro, Rodríguez es la subdirectora de logística del Hospital Aeronáutico Central de Buenos Aires ─cargo ocupado por una mujer por primera vez─, y además preside la dirección de la escuela de enfermería en el nosocomio.
«Desde que comenzaron los primeros casos en Europa que nos informarnos sobre la pandemia en el hospital. Hoy tenemos pacientes con covid-19 y funcionamos a la perfección», describe la veterana de Malvinas. Respecto a la relación de la guerra con el contexto actual, Mónica coincide con la apreciación de su colega: «Noto en la gente el mismo fervor que en aquel entonces por ayudar al otro. Esas ganas de quedarse más tiempo que el habitual y ser más considerados».
Los recuerdos del conflicto bélico, advierte Rodríguez, no la persiguen hoy. Sin embargo, reconoce que ellas mismas (las enfermeras que participaron) entraron en «la vorágine del olvido». «Hasta mis amigas desconocían que yo era veterana de guerra. Si no fuera por Alicia, que se animó a hablar y pelear por nosotras, creo que la mayoría no se hubiera enterado de que fuimos también», señala.
Sus funciones por estos días en el hospital son varias: desde asegurarse de que los pacientes estén en condiciones adecuadas, hasta el estado de las habitaciones. «También me ocupo de que al personal médico no le falte ningún elemento y dictamos los cursos que correspondan para el resto de los empleados del hospital», precisa la ‘enfermera de Malvinas’.
De todos los consejos que les da a sus estudiantes en la escuela de enfermería, Mónica destaca uno muy importante: «Siempre les digo que se empoderen. Somos muy valiosas, no hay que minimizar nuestra labor. Más en un momento donde la sociedad nos necesita”, remarca.
Facundo Lo Duca
Fuente: rt.com