Milei y Pullaro, dos modelos de país frente a frente

Contra el "ambacentrismo", la Región Centro busca transformar el poder económico dinámico que produce en poder político.

Foto: LPO Celina Mutti Lovera

Hay una forma disociada de la política argentina que en estos días tiene una expresión máxima y está plasmada en la incapacidad de que las posiciones divergentes entren en diálogo. En el acto de ayer por los 140 años de la Bolsa de Comercio de Rosario Javier Milei no tomó ninguno de los fuertes planteos, centrados en la producción, que le plantaron el gobernador Maximiliano Pullaro y el intendente Pablo Javkin. Ni siquiera dio registro el presidente de que estaba en Rosario.

La hora y media que Milei habló fue para dar una conferencia de economía centrada en las derrotas políticas sufridas en la semana con el rechazo al DNU que asignó 100 mil millones de pesos como fondos reservados a la SIDE, el aumento jubilatorio dispuesto por el Congreso, la designación del radical Martín Lousteau como presidente de la Bicameral que sigue a los órganos de inteligencia. Como si estuviera en un acto distinto, no recogió nada de los fuertes reclamos que escuchó detrás del escenario en compañía de su hermana Karina, del vocero Manuel Adorni y de Yuyito González.

Daba lo mismo que estuviera en Rosario, en Caleta Olivia o en Almagro. Su centro fue responder a los «degenerados fiscales», hablar de lo ocurrido en una semana de reveses y desquitarse yendo para adelante. Anunciando por primera vez que su idea es ir por la reelección y que la meta bíblica es el equilibrio fiscal. Y no decir nada del lugar en donde estaba. Ni siquiera mencionó una sola vez a la Bolsa y a su aniversario.

Lo escuchó un auditorio de mil empresarios la mayoría ligados a la actividad portuaria, cerealera, a las agencias bursátiles, a la industria. Era un ambiente amable para el presidente, pero esa platea no lució enfervorizada ni en los momentos más calientes del discurso de Milei. «Ni una sola medida, ni un solo anuncio», le dijo a LPO al retirarse el dueño de una de las mayores aceiteras del país.

«Tenía otro discurso. Lo tuve que modificar», arrancó un Milei mal encajado en su poco gloriosa semana. «Si los degenerados fiscales que están en el Congreso quieren romperme el programa económico los voy a vetar. Y ayer los degenerados fiscales votaron un disparate que implica una toma de 62 por ciento del PBI de toma de deuda que le cuesta a los argentinos 370 mil millones de toma de deuda. Ante esta irresponsabilidad tuve que cambiar mi discurso», dijo. Enseguida explicó por qué vetaría de modo total el aumento a los jubilados y se internó en una clase minuciosa sobre déficit cero, emisión cero y crecimiento económico.

Horas antes de que llegara, Pullaro había dicho que dialogar con el presidente era difícil pero, suavizando, adujo que entre sus colaboradores el nivel de contacto era otro. Ayer justamente quedó mostrada una vez más la dificultad contumaz de mantener la conversación pública en el nivel prime. Lo que pasó fue, además, una metáfora diáfana del agotamiento de una relación política que las provincias del centro del país no quieren más.

Los discursos previos hicieron eje en un tema que se está insinuando fuerte en la política argentina: en el modelo autónomo de desarrollo productivo que la Región Central del país que en los últimos 35 años potenció la economía, desde un modelo primario que impulsó el agronegocio hacia la industria, generó reconversión tecnológica, agregó valor, fomentó exportaciones y multiplicó actividades financieras ligadas.

De eso en síntesis hablaron el presidente de la Bolsa Miguel Simeoni, el gobernador Pullaro y el intendente Javkin. Para señalar que toda esa pujanza económica no tiene correspondencia con lo que genera: Santa Fe tiene 700 kilómetros de vías navegables y los puertos de donde sale el 70 por ciento de la producción granaria y aceitera del país. En todo eso, con solvencia política cohesionada afín a sus intereses, se centraron ayer los oradores locales. Hablaron de algo más profundo que sus reclamos. De algo que la zona central del país está buscando transformar. Como dice el politólogo Federico Zapata, convertir ese poder económico dinámico que produce en poder político efectivo.

Y que para eso hay que romper con una gestión ambacéntrica para el resto del país inaguantable. Una especie de segunda batalla de Cepeda, que tenga por incorporado y presente a Buenos Aires en la Confederación, pero sin que Buenos Aires se emancipe en los hechos, como pasó después de su derrota en 1859. Algo que el interior siente como una herida abierta.

Frente a toda esa demanda Milei un registro por completo ausente. No tomó una sola vez el guante de los pedidos que le remarcaban la persistente distancia de los gobiernos centrales en el mantenimiento de la infraestructura vial imprescindible para que los camiones transporten la producción a las zonas portuarias. La paradoja de que la riqueza productiva se mueva por una zona desatendida. Dijo Simeoni: «Nos preocupan los camioneros que tienen que llegar a puerto y volver a origen pero también la calidad de vida de los vecinos que están alrededor de los puertos», pesadilla repetida cada año que las caravanas por caminos destruidos encaran las terminales del río Paraná. Tampoco hubo respuesta para los pedidos la licitación a largo plazo de la Hidrovía troncal «sin aporte del Estado, a riesgo empresario, acercando todos los aportes técnicos».

Pullaro tenía preparados dos discursos. Decidiría cuál pronunciar según Milei estuviera o no presente para escuchar. En una provincia que como todas está a merced de transferencias que no llegan y recortes de recursos optó por el más enérgico.

«Hace 30 años que el complejo interportuario de nuestra provincia por donde sale la riqueza de la Argentina tiene el mismo problema. La producción sale por camino de tierra y llega a los puertos por caminos de tierra», se embaló Pullaro. «El gobierno provincial quiere decirle al gobierno nacional que tiene un plan. Queremos pedirles a los funcionarios del gobierno nacional que miren las trazas nacionales. Que miren la ruta 33, la 11, la 34 o la 178 en el estado que se encuentran. Necesitamos que puedan ser repavimentadas urgente pero si entienden que no pueden hacerlo les pedimos que nos cedan las trazas nacionales para hacernos cargo nosotros. Acá hay un gobierno que se hace cargo, que va al frente y que no arruga».

Pullaro peló el discurso fuerte porque el intendente rosarino le había dejado la vara alta. «Siempre fue el interior el que le marcó el camino al país sobre cómo crecer. Entonces, hagamos un acuerdo, dejémonos de una vez por todas de ser dominados por la mirada ambacentrista», empezó Javkin. «Este país volverá a ser grande por su tierra, por sus ríos, sus industrias, su ciencia, su producción. Y todo eso está en el interior. Ese país volverá a ser grande si se anima a construirse desde el interior al mundo», dijo el intendente rosarino, que estuvo especialmente afilado en su discurso.

Lo que se vio muy claramente es algo que viene despuntando en los conciliábulos de la Región Centro. La idea de implementar un nuevo poder que desmonte el monopolio político del AMBA plantando exigencias a partir de la capacidad productiva y desnudando una limitación patológica que ayer se vio en el discurso presidencial: la capacidad de registrar dónde está y qué le dicen.

Milei estuvo en un auditorio donde capta adhesiones emocionales y por eso mismo obtuvo sonrisas con su repertorio de pegarle a la casta, a los políticos degenerados y a los que cobran impuestos. Pero que no come vidrio. Y sobre esos aplausos raleados y dispersos hablaron al salir dirigentes del radicalismo, del socialismo, allegados al rector de la UNR. Y también no pocos empresarios que entre periodistas, tomando Ruttini y pinchando pulpo en el hermoso edificio de la institución, decían que los noventa minutos de clase presidencial no habían dejado nada.

Con buen apetito y mejor memoria, lo comentaba un agente jubilado de una empresa local de corretaje de granos de 78 años. Recordaba que desde 2012 con Cristina Kirchner que un presidente no se arrimaba a la Bolsa de Comercio. «Todos vienen a utilizar el espacio como tribuna, son las reglas del juego, se entiende. Yo escuché a Cavallo acá en el 94 hacer lo mismo, a Cristina. El año pasado el 40 por ciento eran personas de la Cámpora, hoy vienen los libertarios. Pero la gente no compra cualquier cosa».

Armado de burguesa hilaridad de otra época, decía el corredor de cereal: «Acá el intendente y el gobernador hablaron de los problemas de la producción de hoy. Pero Milei habló de otra cosa como si los otros fueran marcianos. Y por eso mucha gente empezó a levantarse rápido. O tenían problemas de próstata o el problema era otro. Lo vi irse al presidente de Paladini a los 25 minutos».

El otro problema posible es que Milei no sintonizara con ninguno de los reclamos porque estaba clavado en su propio eje. Que explotó con gestos de comediante para burlarse de Melconian, despellejar a Martín Lousteau o celebrar el derrumbe de Alberto. Y por eso hubo empresarios fuertes que, decepcionados con esa falta de sintonía, no esperaron al final. O que se quedaron pero bajaron al cocktail a decir que hay un presidente que es reticente a la escucha o, directamente, no es capaz de escuchar.

«Nosotros somos los hijos del brigadier Estanislao López y de Pancho Ramírez que pelearon en Cepeda contra el centralismo porteño y lograron vencer y constituir una nación federal. El desarrollo va a venir desde el interior», marcó al terminar Pullaro en un pasaje que arrancó aplausos unánimes.

«Le decimos con mucha humildad al gobierno nacional que mire al interior productivo y que mire a nuestra gente», continuó. «Que miren al campo, a la industria, a nuestros puertos. Necesitamos infraestructura estratégica, energía y rutas para poder producir Necesitamos que se cambie la mirada porteño céntrica que hace que los recursos del interior terminen cayendo siempre en el AMBA, siendo improductivos y yéndose en subsidios a través de punteros y a través de barones».

Pullaro hablaba acá de la primera batalla de Cepeda, la de 1820, donde las provincias derrotaron a Buenos Aires. Fue tras un conflicto por el descontento del interior con la forma en que Buenos Aires se apropiaba de sus rentas y tributos desde la Revolución de Mayo sin tener en cuenta su voluntad. En este tiempo de expresiones de injusticia aflora una vez más el perfume de rebeliones.

De lo que están hablando hoy los gobernadores de la región centro y del litoral tendrá absoluta centralidad en la Argentina que viene. Hay un sistema político que no solo no representa al interior sino que lo pone a agonizar mientras su capacidad de producción puede presentarle al país otro patrón de desarrollo, de inserción internacional y de recuperación económica. Pero que no tiene que ser, se dijo fuerte ayer, a costa de la reiteración de un centro político que no escucha. Y Milei, la noche del viernes, habló de lo que quiso. No escuchó.

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