JUEVES, 14 DE NOV

Política gonzo

Milei va por la destrucción total de Juntos por el Cambio para quedarse con los restos.

Por Ignacio Fidanza para La Política Online

 

La novedad de un presidente gonzo que lleva a la política la pulsión salvaje de un Hunter Thompson incendiándose en Las Vegas, es un espectáculo tan entretenido como peligroso.

El desenfreno de pelearse en Twitter ya no se sabe ni con quien, repartir piñas imaginarias como un Chuck Norris argento, pero sin el riesgo -y la conciencia- de poner el cuerpo, en un insomnio de “tiempos ociosos” en vuelos en bussiness con wifi. Es el espectáculo del frenético: y ahora vas a ver, y mirá esta, y ahora una más, y otra, y pera que sigo, y dale que va, que nos prendemos fuego, nos apagamos y nos prendemos fuego de nuevo. Loop superadrenalínico como esos bikers que vuelan entre rampas en los bosques.

Pero cuidado. Hay locura, pero hay objetivos políticos. El primero, el más evidente, la destrucción total de Juntos para quedarse con los restos a precio de liquidación. “Milei cree que ya tiene los votos de Macri y ahora quiere destruir a Juntos para comprar los diputados y senadores de a uno”, explica un dirigente que lo conoce bien.

Por eso la virulencia con la que ataca a los gobernadores de Juntos, por eso el ninguneo sistemático a todas las propuestas de gobierno de coalición que acerca Macri, por eso el ataque furibundo a López Murphy, a Larreta, a Pichetto, a los gobernadores. Lo que ocurre es obvio si se quiere ver: Milei está en un plan de destrucción total de liderazgos alternativos en esa amplia franja que va del centro a la derecha dura argentina, que supo representar Juntos en sus mejores momentos. Por eso, no se ocupa del kirchnerismo. Ese es el lado oscuro de la Luna, no es la mitad que ahora está enfrascado en conquistar.

Estamos entonces ante una bomba humana lanzada a velocidad supersónica sobre lo que se conoció como macrismo. Macri después de chocarse dos veces contra la pared, ahora entendió que este muchacho tan extravagante va por él. Por eso busca la presidencia del PRO. Un intento de reagrupar fuerzas para aguantar. Porque Macri como casi toda la política está en el negocio de aguantar. Hasta que pase algo, hasta que la gente explote por el boleto, o la luz o la carne o lo que sea, que les evite el costo de tener que cruzar al loco.

Bueno, queridos políticos: El plan no está funcionando. Milei se «estancó» en una franja entre los 45 y 50 puntos de imagen positiva, que es un montón. O dicho mejor, por ahora le alcanza para sacarlos a pasear, como hace cada madrugada desde su celular, como un Oppenheimer haciendo pruebas atómicas en el desierto de Nuevo México.

¿Puede explotar la gente? Pero claro, no es un secreto que la mecha social está corta. Aún si Milei tiene éxito y alcanza el equilibrio fiscal y logra bajar la inflación, el camino despiadado que eligió puede terminar consolidando un país con más de la mitad de su población en la pobreza. Con destrucción de empleo y con salarios recuperándose en dólares de los privilegiados que tengan trabajo. Una sociedad dual como en el menemismo, pero con el doble de pobres. Milei habrá conseguido así la hazaña de meter a la Argentina por la puerta grande en Latinoamérica. Adiós al gran país sudamericano de clase media.

Pero claro, eso es largo plazo. En el ahora, este señor ya demostró que el caos le sienta bien y puede ser un enorme error de cálculo de Macri y una parte del peronismo, dar por hecho que si esto estalla se lo llevan puesto a EL.

Estamos ante una bomba humana lanzada a velocidad supersónica sobre lo que se conoció como macrismo. Un Oppenheimer estallando bombas atómicas desde su celular.

Es curioso cómo se dan las cosas. La estrategia cínica de Macri de esperar que Milei choque para quedarse con todo, no sólo lo deja expuesto a un takeover libertario, sino que posterga soluciones menos traumáticas o si se quiere, más republicanas. Lo que está a mano es lo que el propio Macri prometió en la campaña y ahora no hace. Ponerle un límite desde el Congreso. No lo hace porque prevalece el temor a perder los votos que le quedan. Por eso, el PRO fue el único partido que no condenó públicamente la apropiación de fondos que sufrió el gobernador de Chubut, que es del PRO.

Ese silencio que eligió Macri, no parece la mejor estrategia y corre el riesgo de dejarlo atrapado en medio de una tormenta de nieve. Por eso, Patricia Bullrich que nunca se duerme en la corta, aceleró su idea de fusionar un pedazo del PRO con La Libertad Avanza. Es la etapa dos de su desembarco en el Gobierno, cuando madrugó a Macri por primera vez. Ahora le partió el PRO. Es verdad que se lleva pocos dirigentes importantes, pero es el más serio desafío interno que enfrenta el expresidente desde que fundó su fuerza. Porque la estrategia de Larreta siempre fue la de un relevo acordado, y así le fue. Patricia, en obvia sintonía con Milei, va por el vaciamiento final del PRO, apalancada en el poder del Estado.

Macri estaba al tanto de esta ofensiva y eligió el silencio. “Hay que preservar nuestra identidad y esperar como le va al Gobierno”, fue la línea que bajó.

Pero no todos los que supo liderar Macri comparten ese curso de acción. “El día que rompamos el prurito de votar con el peronismo, Milei pasa de tenernos en el arco a estar colgado del travesaño”, afirma un diputado importante, que cree que la pulsión maníaca de Milei de tirar a todo lo que se mueve desde la torre de luz de estacionamiento, facilitan ese paso. “Chubut acercó ese día”, agrega.

La agenda de límite al Presidente que circula entre los gobernadores y bloques aliados es simple y tiene dos ejes. El primero, imponerle por ley la reposición del fondo docente y otras reformas fiscales para devolver a las provincias los recursos perdidos. El segundo, activar alguno de los seis proyectos presentados en el Congreso para cambiar la ley de regulación de los DNU, que permite a un Presidente conseguir el aval legislativo a sus decretos con el voto positivo de una sola de las cámaras. “Los decretos tienen que pasar por las dos cámaras como las leyes”, explica un senador que impulsa esa reforma clave.

“Antes de avanzar con eso hay que cerrar un acuerdo con el peronismo para garantizar los dos tercios necesarios para rechazar el veto de Milei. Sino tenemos los dos tercios, lo que va a pasar es que Milei va a vetar las leyes y lo vamos a terminar fortaleciendo”, agrega el senador.

Milei está al tanto de estos movimientos, pero confía en la cobardía electoral de los dialoguistas. “No se animaron a voltearme el 70, menos van a animarse a cortar el gas”, se jacta en la intimidad ante el desafío de Nacho Torres. El 70 es su decreto desregulador y hay que decirlo, tiene un punto Milei. Hasta ahora ni los senadores radicales se animan a concretar su promesa de rechazarlo, para no aparecer votando con el kirchnerismo.

Pero cuidado, todavía no pasaron tres meses desde que asumió Milei. El riesgo de un ataque sorpresa del stealth que planea en silencio, bien arriba, de la entusiasta flota de trolls del Presidente que atronan cada día con música de Wagner, ya lo experimentó Macri. En noviembre del 2018 el ex presidente todavía festejaba la derrota del kirchnerismo en la votación de su presupuesto, cuando se despertó con una inesperada alianza de Massa con esos mismos kirchneristas, que lo despojó de dos lugares claves en el Consejo de la Magistratura. Fue el embrión del Frente de Todos que lo sacó del poder un año después.

El lujo cotidiano al que se entrega Milei de ofender a propios y extraños está apoyado sobre esa fina capa de hielo que es la incomodidad de macristas y radicales de aparecer votando con el peronismo, pero cosas más extrañas se han visto en la política argentina.

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