Un golpe certero al corazón presidencial
Sandra Pettovello es una funcionaria de máxima confianza de Milei. Tras las denuncias por la comida almacenada en galpones del Ministerio de Capital Humano, fue defendida a pesar de las evidentes mentiras, agresiones y de las decisiones que tomó. ¿El escándalo obedeció a una cuestión ideológica, al ejercicio deliberado de una política de crueldad, a la ineficiencia, o a una mezcla de las tres cuestiones?
- Por los medios
- Jun 2, 2024
Por Ernesto Tenembaum- Infobae
Una de las ventajas que tiene un presidente durante los primeros meses de su gobierno es que se transforma, súbitamente, en el máximo referente del sentido común. Es casi un ritual. La inmensa mayoría de las cosas que dice parecen ciertas. Tiene la facultad de definir qué es el bien y qué es el mal, quiénes son los héroes y los villanos. Sectores de la prensa lo acompañan con fervor. Puede señalar con su dedo índice la dirección del futuro en el que, tal vez, seamos felices. Millones de personas lo escuchan embelesadas, porque sienten que es el símbolo de los nuevos tiempos y, por contraste, de todo lo que hay que dejar atrás.
Esto que le ha pasado a Javier Milei desde noviembre, también les sucedió antes a Alberto Fernández, a Mauricio Macri o a Cristina Kirchner, solo por mencionar a sus tres inmediatos antecesores. Cualquiera que no se dejara marear por pasiones coyunturales, podía augurar que esa ventaja, en algún momento, estaba destinada a quebrarse.
Uno de los elementos centrales del relato oficial, en estos meses, fue Juan Grabois. Como se sabe, se trata de un dirigente peronista, católico, muy amigo del papa Francisco, bastante revoltoso, y además uno de los referentes más conocidos de ese colectivo que muchas personas conocen como “movimientos sociales” y otras como “piqueteros”. Desde casi el mismo día de su asunción, el Gobierno distribuyó información que intentó ubicar a Grabois en el lugar de alguien que lucraba con la administración de la pobreza, o se llevaba plata de la asistencia social: un espanto de persona.
La contracara de Grabois era una mujer de confianza del Presidente llamada Sandra Pettovello, quien llegaba al Ministerio de Capital Humano para limpiarlo de bandas de corruptos. La Bella y la Bestia, realmente. Milei se la pasaba diciendo que Pettovello comandaba una brigada anticorrupción que aterrizaba en comedores populares inexistentes, o que inflaban la cantidad de asistentes para recibir comida que después revendían. Cosas que se dicen, se repiten hasta el cansancio, y -luego- a veces son ciertas, a veces no son tan claras y otras son directamente falsas. Pero era el Presidente: quién podría dudar de su palabra.
Para sorpresa de más de uno, esta semana, los roles se invirtieron. Grabois no era el malo. Pettovello no era la líder de la lucha contra la corrupción. El periodista Esteban Trebucq lo resumió con notable honestidad intelectual:
-Esta vez Grabois tenía razón
Eso dijo.
A su lado, otro colega, Pablo Rossi, pedía la renuncia de Pettovello.
¿Qué había pasado?
Se acababan de enterar, y con ellos el resto del país, que durante una de las crisis sociales más graves de la historia, Pettovello y su gente se habían negado a repartir 5 mil toneladas de alimentos entre los niños más pobres, pese a que se lo pidieron a gritos durante meses. Uno de los que se lo pedía era Juan Grabois.
La Argentina ha vivido en la última década un sostenido crecimiento de sus índices de pobreza e indigencia. Era esperable que ese proceso se acelerara dado que el Gobierno anunció una devaluación del 118 por ciento y suspendió toda la obra pública. En ese contexto, pocos días después de la puesta en marcha del plan Milei, los referentes de distintas organizaciones sociales –no solo Grabois, sino también Margarita Barrientos o Héctor “Toty” Flores– empezaron a transmitir su perplejidad porque el Gobierno había dejado de enviar alimentos a los comedores populares.
Para defenderse, el mismísimo Presidente, su vocero y su ministra estrella ensuciaron a toda la red de contención social que existió en la Argentina antes de su llegada. Fue un método muy extendido en estos meses: acusar de cualquier cosa a Juan Grabois, o a alguno de los suyos, otorgaba una pátina de impunidad para hacer desmanes. Porque el de los alimentos no fue el único.
Los funcionarios se esmeraban. Adorni dijo el 6 de febrero. “No era ni eficiente ni daba ninguna ventaja comprar alimentos. La idea es evitar intermediarios y que el alimento le llegue a quien lo necesita y evitar que se haga negocios con los pobres”. Pettovello relató el 2 de marzo: “En los comedores se compran productos de segunda o tercera calidad. Nosotros pensamos la política alimentaria de otro modo. Que llegue lo seco y los frescos. Y que los chicos se puedan alimentar correctamente. Porque lo otro es abominable”.
Milei afirmaba, el 9 de abril: “La ministra Pettovello tiene una brigada anticorrupción que cae de incógnito en los lugares que hay dentro del Ministerio. La mitad de los comedores eran comedores fantasmas, no existían…Tenías comedores que decían que recibían a 500 personas y cuando ibas eran 50. Les pedimos el DNI de la gente que quería ir y no te los daban. Te pedían para comprar marcas de alta gama de fideos y después compraban marcas que cuando los tirabas al agua se deshacían o los encontrabas en un supermercado”.
-¿Los revendían?—le preguntó el periodista que lo entrevistaba.
-Sí.
-Qué hijos de puta.
Adorni, una vez que se conoció la verdad sobre las toneladas de comida escondida explicó: “Son alimentos adquiridos por la administración anterior y están allí porque un buen porcentaje de los comedores eran truchos”.
Al salir del Tedeum del 25 de mayo, Milei fue encarado por un periodista.
– Presidente, ¿tiene algo que decir sobre los alimentos retenidos en los galpones?
-Que estamos descubriendo antros de corrupción
Mientras, Adorni insistía. “La política es bastante clara: terminar con el esquema de irregularidades que tenía el reparto de alimentos en comedores inexistentes y en comedores que mostraban una cantidad de asistentes que no era real. ¿Quién puede creer que estamos en contra de alimentar a los que menos tienen?”
Curiosamente, horas después, en Palo Alto, el presidente reconoció a su manera que él, efectivamente, estaba en contra de alimentar a los que menos tienen. Ya había dicho cientos de veces que la justicia social era una inmundicia porque se financiaba a punta de pistola.
Ahora profundizó:
-Si la gente se está muriendo, antes de morirse, algo van a hacer. No tiene por qué haber ninguna intervención.
Finalmente, gracias a la presión sostenida de los líderes de los movimientos sociales, a un muy buen trabajo periodístico, a las declaraciones de algunos sacerdotes y a la rápida reacción de un juez, se supo, ya sin ningún tipo de dudas, que el Gobierno había guardado cinco mil toneladas de comida, en medio de una crisis dramática.
Arrinconada, la ministra Pettovello admitió el escándalo y ordenó que se repartiera la comida. Pero, además, buscó un chivo expiatorio donde descargar la responsabilidad. Por eso renunció Pablo de la Torre, el secretario de Niñez. En estas horas, la guerra sorda entre Pettovello y De la Torre tiene ribetes brutales. Ella lo denunció ante la Oficina Anticorrupción. Su credibilidad está dañada, pero busca desviar la atención: lo que cualquier miembro de la casta hubiera hecho si lo descubrían con las manos en la masa. El entorno de De la Torre difunde que patovicas de la ministra encañonaron a un colaborador para que lo denuncie. Todo muy edificante.
La cabeza de Pablo De la Torre se suma a la de dos subordinados suyos que renunciaron al Ministerio en marzo, porque no les dejaban cargar los camiones para distribuir la comida. Antes de eso, había rodado también la de Omar Yasin, el secretario de Trabajo, luego de que la prensa descubriera que el Presidente se había subido el sueldo. “Yo anulé ese aumento y además eché al secretario de Trabajo. Se lo están comunicando en este momento”, castigó Milei por televisión. Yasin no tenía ninguna responsabilidad: perdió porque había que echar a alguien.
Antes, Milei había despedido al titular de la Anses, Osvaldo Giordano, porque su pareja había votado en Diputados en contra de un artículo de la ley Bases. Luego de la imponente marcha universitaria, Milei echó además a tres funcionarios de la Secretaría de Educación que no eran los que habían decidido los recortes de presupuesto: era él, en realidad.
En 24 semanas, ya renunciaron catorce funcionarios del Ministerio de Capital Humano que conduce la superministra. No es un problema exclusivo de ella. En el mismo período se fueron 51 funcionarios de alto nivel. Uno de los expulsados fue nada menos que el jefe de Gabinete, Nicolás Posse.
Es un modelo de gestión, realmente, particular. Los funcionarios se sacrifican unos tras otros para preservar la imagen del entorno íntimo del Presidente, o de él mismo. Posse, Yasin, Giordano se van, aunque no es claro qué hicieron mal. Pettovello es defendida pese a las evidentes mentiras, agresiones y a las decisiones que tomó respecto de los alimentos, cuando públicamente le señalaban lo que estaba haciendo. ¿Qué o quién será lo que guía al Presidente cuando toma estas decisiones?
Hay varias preguntas sin respuestas en medio del escándalo de los alimentos. ¿Es cierto lo que el Gobierno ha difundido sobre los comedores que no existían? Tanto Grabois -cuya palabra ahora ha ganado autoridad frente a la de Pettovello- como Victoria Tolosa Paz, explicaron que, efectivamente, eran comedores que funcionaron solo en la pandemia. Figuraban por eso en las listas pero ya no recibían alimentos.
Sin una investigación seria, nadie puede asegurar que eso sea completamente cierto, ni completamente falso. Lo que diga Milei o su ministra, como se ve, merece ser puesto en duda, o contrastado con versiones alternativas. Lo otro, es propaganda de bajo nivel.
La sociedad debería desconfiar de estas maniobras en las que se inventan cosas para justificar que no llegue comida donde tiene que llegar. Eso vale también para medicamentos de alta complejidad, prestaciones a discapacitados, planes de apoyo a mujeres golpeadas, aportes de infraestructura para los barrios más pobres, todas áreas que han sufrido mucho en estos meses.
Hay otras preguntas. ¿Qué otras cosas debería explicar Pettovello? En estos días, el ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires, Andrés Larroque, está difundiendo las cartas que le envió para coordinar juntos la ayuda social a poblaciones que sufrieron inundaciones. Las cartas están. Larroque sostiene que le pidió muchas reuniones a Pettovello y que ella ni siquiera le respondió. ¿Solo el gobierno de la provincia envió comida, colchones, chapas, ayuda? ¿Estuvo ella cerca de la gente inundada? De nuevo: no necesariamente todo lo que dice Larroque es cierto. Pero sus denuncias están documentadas. ¿No deberían tener más lugar en los medios? ¿No debería haber una explicación de la ministra?
Por lo pronto, es difícil obtenerla. El lunes pasado un periodista intentó acercarse a ella. No pudo porque un patovica lo tackleó violentamente mientras ella se alejaba rápido hacia la combi negra que la traslada.
Pero la pregunta más relevante es qué pasó con las cinco mil toneladas de alimentos que el Gobierno se negó a repartir. Si ya se habían comprado, ¿qué les costaba repartirlas? ¿El escándalo obedeció a una cuestión ideológica, al ejercicio deliberado y consciente de una política de crueldad, a la ineficiencia, o a una mezcla de las tres cuestiones?
Alfonso Prat Gay, el ex ministro de Economía de Macri, tuiteó su opinión: “Nadie puede gestionar bien lo que desprecia”.
Toty Flores, el ex diputado nacional de la Coalición Cívica que hace muchos años conduce una organización social en La Matanza, resumió su posición cuando Luis Novaresio le preguntó qué le diría a Milei.
“Yo le diría al Presidente que vaya a los barrios, aunque sea un ratito, y hable con la gente, para que entienda que no es una operación cuando decimos que la están pasando muy mal. La gente llora cuando te cuenta la historia que tiene porque siente vergüenza de que le esté pasando esto. Hablar con ellos a ver si se sensibiliza. Igual, creo que tiene muy firme su posición. Estuve leyendo sobre las posturas filosóficas que tienen todos los que él nombra como sus mentores. En una parte se dice que para llevar adelante estos programas hay que ser cruel. Y yo creo que es un presidente con la crueldad metida en su cabeza”.
Ojalá estuviera equivocado.