Catch en Rosario: una pasión vibrante que se mantiene vigente
Titanes en la lucha es una de las tantas troupes que mantienen con vida aquellas tradiciones que abrevan de Titanes en el ring. Mezcla de lucha libre con espectáculo circense, hacen las delicias de grandes y chicos a fuerzas de patadas voladoras, tijeras y candados de costado.
- Ciudad
- Feb 12, 2017
Texto: Florencia Vizzi – Producción Fotográfica: Florencia Vizzi-Fernando Giorgio
La pasión no se explica, no tiene recetas ni porqués. Es una pulsión que, precisamente, nos impulsa a hacer a aquello que amamos y que nos conmueve, sin importar los factores externos y los obstáculos que se presentan en el camino. La pasión mueve y no hay temores al ridículo o a las pérdidas. Y no tiene límites…
“Esto ocurrió un Día del Niño. Yo tendría unos 7 u 8 años, y me había portado bastante mal. Mis padres estaban bastante enojados. Era domingo, me levanté y no había regalo ni nada. Ni siquiera me dijeron feliz Día del Niño, nada. Todo a cara de perro. A la tarde salimos en el auto, un Falcon DeLuxe, a mi mamá la llevamos a la casa de unos amigos y cuando ella se bajó mi papá me dice, con voz de enojado: ‘pasate adelante’. Yo le preguntaba a cada rato dónde íbamos, pero él, nada, no decía una palabra. La verdad es que estaba preocupado, porque estaba pensando cuál iba a ser el castigo, así que yo iba pensando ¿dónde me llevará? Y cuando íbamos por calle Tucumán, llegando a Balcarce, donde está Sportivo América, lo veo en una esquina a Sancho Panza (famoso personaje del grupo Titanes en el Ring) comiendo una manzana. ¡Y yo me volví loco! Saqué medio cuerpo por la ventanilla y a los gritos le decía a mi viejo ¡pará, pará que está Sancho Panza! Y mi viejo, sin decir una palabra, estaciona el auto y me lleva a Sportivo. Y cuando se abren las puertas, veo todo el ring armado y el cartel grande de Titanes en el Ring, que actuaban acá en Rosario. Creo que ese fue el mejor regalo que me dio mi viejo en toda mi vida”.
Quien relata esta historia, con lágrimas y los ojos y la voz quebrada, es José Luis González, que hoy tiene 47 años y lidera la troupe “Titanes de la lucha”, un grupo de catch rosarino que emula un poco de la esencia de aquel popular espectáculo que se ganó el corazón de los argentinos.
Sobre el ring González es el Caballero Blanco, máscara, malla y capa impolutas. Fanático confeso del Caballero Rojo, confiesa que el personaje es una fusión entre su objeto de admiración y la famosa Momia Blanca.
Instructor de cumbia cruzada y tango, peluquero colorista, practicante avanzado de artes marciales y reikista, este hombre de 47 años y más de 100 kilos confiesa ser, ante todo, un luchador. “Esto lo llevo en la sangre y me acompañó toda la vida”.
De eso se trata, pura pasión. Luego de haber integrado distintos grupos y atravesado con ellos etapas de todo tipo, finalmente, el devenido en Caballero Blanco fundó su propia troupe de catch. Mezcla de lucha libre y espectáculo circense, los titanes tratan de dejar en claro que “lo importante es el mensaje”.
“Éste es un espectáculo en el cual el público mayoritario son chicos. Así que tratamos de buscarle la vuelta para que el mensaje sea de ‘no violencia’. Las técnicas son las de la lucha de catch, pero lo hacemos en formato de parodia. Nos esmeramos en que sea significativo, en que no sea destructivo y en que, a pesar de ser un show de lucha libre, no fomente la violencia gratuita”, señala González, e insiste en que “el público de por sí es violento, la idea es brindar un buen espectáculo, circense, libre de discriminación y de bulliyng y en el que cada personaje tenga una razón de ser”.
Con el Club Unión Argentina como escenario, y el tatami que los profesores de judo prestan, los titanes vuelan por los aires, despliegan tijeras con sus piernas y caen pesadamente de espaldas o rodillas.
El despliegue es extraordinario y revela la mística que, con ilusión casi infantil, el grupo de luchadores trata de imprimirle a lo que hacen.
Botas y borcegos de colores extravagantes, mallas, calzas y capas de las más variadas telas que hacen gala de los brillos y contraste propios de un teatro de revistas y singulares máscaras tipo pasamontañas cuelgan de mesas y sillas y percheros y se desparraman por el piso hasta que sus destinatarios logran dar con ellas. Entonces, cada uno deja de ser quien es para transformarse en luchador legendario que, a fuerza de patadas voladoras y candado de costado, tratan de imponer el bien, aunque no siempre lo logren.
“La verdad es que en el ring se refleja la vida, no siempre ganan los buenos, y a veces, los malos son un poco buenos y viceversa”, relata González, con la emoción de un chico que toma su chocolatada frente a la tele viendo Titanes en el Ring.
El líder y entrenador maneja el grupo con voz de mando, poco amigable y casi militar, “a vestirse”, “póngase las botas”, “acomoden”, “¿qué están haciendo?, vístanse”, “tu máscara, ¿dónde está?», son algunas de las reprimendas que se escuchan poco antes de la presentación. En el medio hay juegos, cargadas, enojos, momentos en que las cosas se pierden y botas que quedan apretadas. Al final, cada uno, metamorfoseado en titán, está listo para la batalla.
La troupe tienen entre 14 y 20 luchadores, cuyas edades van de los 14 a los 60, y representan personajes de los más variados: “Tenemos al Caballero Negro, y el Caballero Blanco, Capucha Verde, Mac, el contaminador, el Payaso, el Luchador Compadrito, el Chico Selfie, Inti, el Guardián del sol, el Escuerzo, Kuntur, el Cóndor, el Jaguar… Todos los personajes tienen su trasfondo, sus luces y sus sombras, y tienen que ser significativos”, insiste González.
Todos los personajes son de creación propia, aunque algunos, como los caballeros, obviamente están inspirados en clásicos… en el Caballero Rojo en este caso. “Los dueños de los personajes no somos nosotros, son los chicos, ellos los eligen y se los apropian, y que perduren o no, depende de ellos”, manifiesta el Caballero Blanco.
Por supuesto que el grupo tiene sus árbitros y un locutor que los acompaña en las presentaciones que, muchas veces, suelen ser en ocasiones solidarias o a beneficio de instituciones. Y también son contratados para eventos determinados.
En cuanto a los trajes, el Caballero Blanco insiste en que todo debe pasar por él. “Muchas veces los planeamos juntos, pero yo me encargo del diseño y el armado”, y recalca “me gusta estar en todo, no sé si suena bien, pero es sí, las cosas se hacen como yo digo”. “A veces voy a las ferias, compro botas y las hago restaurar y modificar, conseguí alguien que cose, pido calzas viejas y con eso armo mallas nuevas, y así… no es barato sostener todo esto”, relata.
El luchado repite en varias ocasiones que “lo más importante de todo esto son los valores, eso es lo que me interesa del grupo”.
“Nosotros entrenamos dos veces por y somos como una familia. Pero en los entrenamientos, más allá de lo físico, trato de entrenar valores, la honestidad, el respeto y el compañerismo y el respeto a los compañeros, la responsabilidad, la disciplina, esas cosas”, explica González.
“Nuestra intención es totalmente distinta a lo que mucha gente cree y se ha visto, como rompernos cosas en el lomo, romperle la máscara al otro, morderle la cara a uno para lastimarlo, partirle una silla en la cabeza… Nosotros lo que hacemos es un show, con mucho público infantil y tratamos de transmitir otras cosas. La idea es dejarle algo a los pibes, que no estén en la calle, que hagan un deporte y que muchas veces las cosas se ganan con el amor, con el abrazo”.
Los Titanes de la Lucha entrenan en el Club Unión Argentina, San Juan 4357. Más información en Facebook: Los»Titanes de la Lucha»