Francia: ¿qué se juega en las elecciones?
A días del balotage presidencial, los ojos de la comunidad internacional se posan con alarma sobre la candidata Marine Le Pen, la dirigente de derecha que amenaza con sacar al país de la Unión Europea, cerrar las fronteras a la migración extranjera y eliminar los acuerdos de libre cambio. Informe de nuestro columnista Nabih Yussef.
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- May 2, 2017
Por Nabih Yussef¨*
En vísperas de que Francia elija a su presidente, los ojos de la comunidad internacional se posan con alarma sobre la candidata Marine Le Pen. La dirigente de derecha amenaza con sacar a Francia de la Unión Europea, cerrar las fronteras a la migración extranjera y eliminar los acuerdos de libre cambio. Los rechazos que cosecha su partido, el “Frente Nacional”, hace que amplios sectores de la política partidaria y los medios de difusión cierren filas contra Le Pen en el próximo balotage. Así, la elección en Francia amenaza con extenderse a toda Europa.
Los principales medios de comunicación europeos tienen una opinión política formada sobre las bondades del libre cambio, la protección de los derechos humanos, y la integración europea. Estos pilares que estructuran la Unión Europea, son los principios fundamentales del status quo que ha llevado al viejo continente a tener una paz duradera e indicadores económicos positivos desde la posguerra. Son en muchos casos estos medios de comunicación, los que se colocan en la frontera del avance de los movimientos secesionistas y los partidos llamados euroescépticos, como el “Frente Nacional” francés de Marine Le Pen, el Movimiento cinco estrellas en Italia, o el “Partido de la Libertad” de Austria, entre otros partidos que por derecha o por izquierda, amenazan los cimientos del consenso político actual.
Los medios, los principales partidos políticos (hoy, llamados“clásicos”), y el conglomerado empresarial, constituyeron el tridente que tuteló el modelo de desarrollo continental. Dentro de ese triángulo de consensos, nada se tocaba. Afuera de él, todo era pasible de discusión.
El empresariado europeo fue el primero en abandonar silenciosamente ese tridente entre los años 80 y 90. La oportunidad de maximizar dividendos, hicieron que muchos de ellos desembarcaran en el Sudeste asiático cautivados por las oportunidades del “nuevo mundo”.
Los partidos políticos, prisioneros del voto, lograron estabilizar las demandas de la sociedad civil, he hicieron de la democracia un sistema previsible y sólido. Mérito de las élites políticas, pero también de una sociedad horrorizada por los liderazgos fuertes de antaño (Mussolini, Hitler, o Franco). La mesura, el discurso calculado y las posturas moderadas, fueron virtudes cívicas que establecieron el “piso” para ingresar en la discusión pública.
Finalmente los medios de comunicación garantizaron que lazo dinámico entre partidos y sociedad civil, no se rompiera. Siempre con una agenda propia pero dentro del consenso europeo, formularon sus disidencias ante gobiernos con casos de corrupción, la inseguridad ciudadana, la educación y las injusticias sociales. Casi como contralor del sistema, denunció sus fallas, y en otras ocasiones las omitió. Pero siempre jugó el juego con las cartas marcadas.
La amenaza al tridente provino de los partidos “euroescépticos” o también llamados “movimientos populistas”. Éstos, haciendo uso de las herramientas del sistema democrático -incluso del Parlamento europeo que buscan abolir- atacaron de frente al tridente por el lado de la política partidaria, con una notable capacidad de readaptación. Mientras tanto, los grupos económicos migraban catalizados por la internacionalización de las finanzas y las comunicaciones, fugando riquezas y empobreciendo la periferia europea.
A diferencia del sector empresarial -ampliamente internacionalizado-, a los partidos europeos clásicos les es imposible sobrevivir sin territorio. Dependen de sus jurisdicciones, como la democracia depende de su Estado, su gente, su espacio. Los partidos antisistema quieren desplazar la rigidez de los partidos tradicionales para traccionar hacia adentro a los agentes económicos que abandonaron el tridente, pero con un nuevo consenso europeo que ponga coto a los derechos humanos (sobre todo la libertad de flujos migratorios), que de fin al proceso de integración europeo (eliminando la zona euro y al gobierno central en Bruselas) [1] y ulteriormente, atacar al libre cambio, eliminando los tratados de libre comercio de la UE con América Latina y Asia, que amenazan a trabajadores europeos.En otras palabras, desplazar el consenso liberal de Europa, por uno nuevo, con características nacionalistas, proteccionistas y con límites a los derechos individuales.
El miedo a los atentados terroristas que azotan Europa, corroe las intenciones de la social democracia en una política común sobre refugiados sirios. Mientras que por otro lado, las empresas europeas continúan trasladando matrices de producción al sudeste asiático y muchas de ellas establecen sedes virtuales en paraísos fiscales para sustraerse del fisco de sus Estados. Los efectos negativos que producen en el territorio (desempleo y marginalidad), abonan el terreno para el discurso antisistema de los movimientos euroescépticos, al tiempo que el progresismo desmoralizado acude a sus ilusiones de superioridad espiritual frente a los medios de comunicación.
El acompañamiento popular a los movimientos nacionalistas es tan fuerte, que el dirigente euroescéptico Nigel Farage bromeó “hablar de salir de la Unión Europea, se volvió respetable”.
Con la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y el avance de los movimientos nacionalistas en Europa entusiasmados por la experiencia Brexit, en Francia se juega el futuro de la Unión Europea tal cual la conocemos y del sistema democrático en su faceta liberal.
Los partidos clásicos franceses se apuran en aglutinar consensos para brindar apoyos a Emmanuel Macron de cara al balotage, mientras los medios de comunicación azuzan en sus portadas las consecuencias reales (e imaginarias) que tendría una victoria de Le Pen en Francia. El tridente deviene en una lanza de dos puntas, que se cierra y contiene el avance nacionalista del Frente Nacional, porque saben, después de Francia, sigue la Unión Europea.
*Analista internacional, subdirector de www.CEIEP.org
[1] Bruselas es la sede del gobierno y el Parlamento europeo.