Guardias médicas: la extraordinaria pasión por salvar vidas humanas
La sala de guardia del Hospital de Niños Doctor Víctor J. Vilela recrea en su interior una enorme cantidad de postales entre los niños, las madres, los padres y los médicos. Conclusión reflejó varias de aquellas miradas.
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- Nov 30, 2016
Por Belén Corvalán
Llantos de niños inundan toda la sala. En sus rostros, se refleja el cansancio y el disgusto de estar en una sala de espera de una guardia médica en un día soleado en el que podrían no precisamente estar ahí. La madre apoya la mano en la frente de su hijo de ojos tristes que está desplegado en la butaca de la sala, consecuencia de la temperatura de su cuerpo que subió y le causa dolor. Esta es una de las tantas postales que se recrean en la sala de guardia del Hospital Vilela, en la que Conclusión estuvo presente para reflejar esa realidad. A toda hora repleta de niños, madres, padres, médicos, que van y vienen. Donde el silencio y la tranquilidad no es algo de lo más común.
Las guardias médicas tienen como objetivo principal poder brindar una respuesta y asistencia a los pacientes que acuden al hospital y requieren de una atención en forma urgente. Para los médicos que atienden, el hospital pasa a convertirse en el segundo hogar, donde estos practican una convivencia diaria junto a todo un equipo de trabajo. Son guardias extensas, jornadas largas que pueden durar entre 12 horas, y las completas de 24 horas. Un espacio donde el cansancio, y la desesperación van de la mano, pero para los médicos, ya forma parte de su vida cotidiana.
Muy raramente las noches son tranquilas, pero la vocación que los identifica es lo que fortalece y mantiene presente el porqué de estar ahí. Una profesión que se sostiene en los pilares básicos de la entrega, el amor y la solidaridad ante el prójimo, el convaleciente, el enfermo, ése paciente, pero antes ser humano que acude al hospital en busca de calmar eso que tanto le aqueja, y le provoca tanta angustia y dolor.
Lo principal es controlar que el paciente respire, y que su corazón esté latiendo”
Marisa Prause, médica interna de la guardia del “Hospital de Niños Doctor Víctor J. Vilela”, quien trabaja allí hace 29 años, cuenta: “El Hospital de Niños es parte de mi vida, sin embargo, nunca dejás de asombrarte con las cosas que llegan. Lo que pasa es que uno también tiene que poner paños fríos a la situación” a lo que agrega: “siempre te afecta, pero hay que actuar y proteger la vida del paciente, tratar de aliviarle su dolor”. En el caso del Hospital Vilela, al ser polivalente, se atienden todo tipo de patologías, desde las consultas más simples y frecuentes, como pueden ser neumonías, vómitos, varicelas, fiebre, escabiosis (sarna), hasta heridas y quemaduras, es por eso que los profesionales de la salud que trabajan allí están expuestos a recibir día a día una gran demanda, y para poder solventarlo hay un determinado procedimiento organizado, en el que cada rol es primordial, “cada uno va siguiendo pasos diferentes, y se trabaja en conjunto con enfermería”, explica.
“Lo primero que hay que ver es cuál es la clínica con la que llega el paciente; puede ser que esté sangrando, que esté en paro, electrocutado, etcétera. Lo principal es controlar que el paciente respire, y que su corazón esté latiendo”, explica la Dra. Prause.
Por otro lado, Florencia Corvalán, de 25 años de edad, egresada de la Universidad Nacional de Rosario, hija de padres médicos, cuenta que si bien siempre sintió que su vocación estaba en la medicina, sostiene que no hay Universidad que te prepare para enfrentar situaciones a las que uno como médico se vé expuesto, “uno nunca naturaliza, puede acostumbrarse más. Pero por ahí estás durmiendo, y de repente te tenés que levantar, totalmente sobresaltado, y tenés que actuar porque son situaciones de gravedad, que requieren que uno actúe”. Florencia fue testigo de la situación que se vivió en el centro médico de la localidad de Roldán, el sábado pasado, cuando ella estaba de guardia y arribó allí el anciano que fue noticia éstos últimos días por haber baleado a su nieta en una discusión familiar. “Se vé de todo. En éste caso primero arribó la hija del señor, que estaba en un estado de desesperación, y luego él, con una total tranquilidad, orientado en tiempo y espacio. Estaba consciente de lo que había hecho. Tenía todos los signos vitales normales. Como médico, uno tiene que estar preparado para ver de todo y actuar desde el rol de médico. Hay algunas cosas que al principio dan impresión, pero después uno se va acostumbrando”, afirma.
La lucha entre la vida y la muerte
El Hospital es el escenario donde se palpita la lucha entre la vida y la muerte, donde se vivencian momentos tanto de extrema felicidad, como lo es una madre dando a luz, donde los gritos, son gritos de felicidad, de una nueva vida que está aconteciendo, o los gritos desgarradores de la desesperación, de algo que se está yendo, despidiéndose de la vida. Raramente los silencios también llenan las salas, anticipando el caos de la emergencia.
La guardia está dividida, por un lado en un “Shock Room”, que como el mismo nombre lo describe es una sala que recibe pacientes con un alto nivel de gravedad, quienes tienen que ser asistidos en forma urgente. Está limitada por una puerta giratoria que facilita y agiliza el paso de una sala a otra, porque en las guardias si hay algo muy valioso es el tiempo. Por otro lado, también cuentan con una habitación de internación transitoria, en caso de que sea necesario que algún paciente tenga que quedarse allí. Sin embargo hay veces que el equipamiento y el espacio no es suficiente para recibir tanta demanda: “siempre tratamos de prepararnos. Cuando tenemos que dejar chicos en internación y no nos alcanza el espacio, hay veces que tenemos que poner camas en los pasillos”, dice la doctora Prause, y agrega: “siempre la guardia es la que más se vé sobrecargada, sobre todo por la mayor complejidad que presenta el Hospital. Pacientes con politraumas, neuroquirurgicos, quemados, los recibimos nosotros”.
Florencia Corvalán, quien también realizó guardias en el “Hospital Centenario”, cuenta que hay veces que la sala de espera está colapsada: “por la noche hay ingresos constantes. Las guardias de los sistemas públicos de salud están llenas, hay mucho caudal de gente, ya que no tienen obra social, entonces en el Hospital se le brinda al paciente medicación irrestricta y gratuita”, a lo que agrega: “hay noches en las que no se duerme. El espacio para albergar a todos quienes lo necesitan, es escaso, y hay que hacer malabares para que todos puedan ser atendidos”.
Todo es importante, en una guardia: desde el telefonista hasta el enfermero
Es mucho el tiempo en que se convive entre las paredes de los hospitales, y las situaciones muchas veces son estresantes, y de mucho cansancio es por eso que ambas médicas coinciden y hacen hincapié en la importancia de formar un buen grupo de trabajo, porque de eso depende como se transite la estadía, ya que son muchas horas compartidas, Florencia explica: “es muy importante el grupo de trabajo, apoyarte en el otro, porque es una convivencia, cada rol es muy importante, desde el telefonista, que es quien recibe al paciente, hasta el enfermero”
Sin embargo, pese a todos los obstáculo, dificultades, como pueden ser el cansancio, o la inmediatez de tener que actuar ante una emergencia, con todo lo que esto involucra, ambas médicas de vocación, aunque de diferentes generaciones, tanto Florencia como Mariza dejan entrever que el amor por la profesión es lo que hace que cada día se vuelvan a levantar, y vuelvan a realizar su trabajo con toda la pasión que requiere, “la medicina es mi vocación. Lo volvería a hacer. No me veo en otra profesión, es donde me siento tan identificada; que no me imagino haciendo otra cosa,” finaliza la doctora Prause.