Siniestros viales: cuando los vehículos se convierten en armas letales
Los números de víctimas fatales crecen y la seguridad vial es uno de los temas claves en la agenda de gobierno. Conclusión entrevistó a Mónica Gangemi, que reflexiona sobre la complejidad del tema.
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- Sep 28, 2016
Por Florencia Vizzi
«Cuando se habla de accidentes de tránsito, debe hablarse de siniestros viales». Quien dice esto es nada más y nada menos que Mónica Gangemi. Su nombre suena mucho, aún para aquellos que no la conocen. Es que se trata de la madre de Úrsula Notz, una de las víctima fatales del siniestro ocurrido en la madrugada del 22 de mayo de 2005, más recordado como el «caso Capozzuca». Ese amanecer fue el último de la adolescente de 16 años, que dejó su vida junto a Nayim Abraham de 19 en el BMW que conducía Matías Capozzuca. Manejaba alcoholizado y a 115 kilómetros por hora por avenida Rivadavia, y al llegar a la intersección con Santiago, perdió el control del auto y terminó estrellándolo contra un árbol. La tercera víctima fue Carla Alfaro, quien resultó con gravísimas lesiones y serias secuelas neurológicas. No puede moverse por sí misma y pasa gran parte de su tiempo inconsciente.
Matías Capozzuca salió ileso, fue condenado a tres años de prisión condicional pero sólo cumplió ocho meses, y fue puesto en libertad por una resolución de la Corte Suprema Provincial que anuló el fallo de primera instancia.
Pero el nombre de Mónica Gangemi es conocido también por el intenso activismo que desplegó desde aquel día en que la vida de su hija fue arrebatada. Fundó la ONG Compromiso Vial por Úrsula y Carla, desde la cual se ocupa del desarrollo de todo tipo de actividades tendientes a prevenir y concientizar sobre el tema y de un permanente intercambio y compromiso para mejorar el marco legal y jurídico que rige el tema.
«Insistimos en hablar de siniestros viales y no de accidentes de tránsito, porque lo accidental es azaroso, marca y connota una posibilidad de algo que sucedió sin querer, entonces no hay que decir más accidentes. El siniestro vial es algo que podría haber sido evitado».
Estadísticas: los fríos y contundentes números
—O sea, ¿en ningún momento ha habido un acercamiento, un sentarse conjunto a conversar este tema como parte de la problemática de la inseguridad?
—Lo que pasa es que no hay conciencia de que los siniestros viales representan una tema fundamental en la inseguridad. Pero a la gente tampoco le importa, porque se cuida más la propiedad privada que la vida. Importa más el celular y el robo del celular que el pibe que cruza la calle y lo atropella un imprudente. Por eso nosotros insistimos con la violencia vial y la inseguridad vial, porque está dentro de esos términos de la inseguridad, y desde ahí no lo entienden quien lo tiene que entender, pero es una inseguridad tan violenta como cualquier otra manera de matar.
—En relación a ésta problemática se habla mucho de la Justicia y la responsabilidad de jueces y fiscales, ¿que opinión te merece?
—Hay muchas cuestiones. Los fiscales, que deberían defender el interés público de todos nosotros, muchas veces no están a la altura, o están sobrepasados. Después están las condenas que dan los jueces, que muchas veces son condenas livianas… yo no estoy en contra del garantismo, todo lo contrario. Me parece que tiene que haber garantías del derecho ecuánimes para todos, pero realmente ecuánimes para todos. Y eso no sucede, no hay ecuanimidad.
—Pero también hay serias falencias en el armado de las causas y en la etapa de instrucción e investigación ¿no?
—Sí hay que ser muy claros en esto. Acá las únicas posibilidades de investigación son las que llevan adelante los querellantes. Los fiscales aceptan las pruebas que presentan las querellas, siempre en el marco de la racionalidad y la justicia. Ellos las aceptan porque la realidad es que sólo hay tres fiscales para delitos viales, y hay 10 causas por día, entonces, la verdad es que si la familia se ocupa como querellante de buscar las pruebas, la causa avanza y hay investigación, si no, no. Y te digo que, de los… no sé, 10 que se mueren por día, con mucha suerte, puede haber una sola familia que está en condiciones de enfrentar esa investigación. Los demás ni siquiera se presentan como querellantes porque no tienen idea, no saben que lo tienen que hacer… Por eso nosotros decimos que tiene que haber unidades de asistencia integral a la víctima. Estamos trabajando en un proyecto respecto a ese tema. Centros que brinden asistencia gratuita psicológica, jurídica, médica, una asistencia integral. Lo que pasa es que hay un problemita y es que así le arruinamos los negocios a muchos abogados.
—Siempre que se habla de siniestros viales y legislación y cuestiones judiciales, aparece la palabra lobby. ¿Quiénes son los que hacen lobby?
—Es el Colegio de Abogados. Cuando nosotros le llevamos esta propuesta a gente de uno de los Centros de Acceso a la Justicia, apenas aparecieron allá por el año 2009, se entusiasmaron mucho con el tema pero llegó un momento en que me dijeron: ‘Mirá Mónica, nosotros no podemos hacer esto porque desde el Colegio de Abogados nos dijeron “de ninguna manera nosotros vamos a permitir esto”.
—¿Por qué?
—Porque ellos se quedan sin cobrar, si vos das asistencia a la víctima en forma gratuita, ellos se pierden los casos que son millonarios, porque los acuerdos los hacen con las aseguradoras, y si vos brindás asistencia gratuita ¡chau cuota litis!… Se manejan números exuberantes en estos casos… menos en tribunales ¿eh? Porque en tribunales está la plantillita dónde están los valores de la vida de cada uno. Por ejemplo, la vida de mi hija Úrsula, en esos años valía 120.000 pesos… así es, una chica de 16 años, con toda la vida futura por delante… te sacan el número de lo que podría haber producido. En ese momento, una chica de 16 años valía eso.
Amor, fortaleza, justicia y venganza
—Fuera de la Mónica que es parte de la ONG y que lleva toda esa batalla adelante, ¿como fue tu tránsito por ese dolor como familiar de una víctima de un siniestro vial, como mamá de una chica a la que le fue arrancada la vida, más allá de los lugares comunes y de la fortaleza que todos te habrán dicho que tenés?
—La verdad es que yo tuve que entender esto de la fortaleza… porque todos venían y me decían eso y yo sólo me sentía como partida al medio, como rota. Y ¿cómo es? Que se yo… Es terrible. No sé, que te maten un hijo es algo terrible, inexplicable, no tiene nombre. Es muy violento, de cualquiera de las maneras que eso ocurra. Vos escuchás que te dicen: «Fue un accidente, yo no tuve la intención». Todos los que han salido con el auto y terminaron matando, te dicen: «Yo no salí a matar». Es como el caso del doctor este que mató al ladrón. La mujer dice “nosotros no salimos a matar”, y obvio que no saliste a matar, pero si uno lleva un arma tiene que saber que si la usa existe esa posibilidad, y entonces, si mataste a alguien, hay que hacerse cargo. Tenés un auto y lo usas de una manera violenta, hacete cargo, mataste… Entonces, cuando te pasa, empezás a entender esas formas de la violencia. Es muy trágico y muy injusto, y además, la condena social que es la que uno necesita para cuidar a los vivos no termina de llegar, llega a cuentagotas.
—¿Toda la actividad que llevás adelante en la ONG te ha aliviado el dolor que vivís a diario por la ausencia de Úrsula?
—Bueno, mirá si y no… tiene sus pro y sus contras. En realidad alivio no te da, al contrario, es un trabajo enorme que da cansancio, porque es muy difícil avanzar y conseguir pequeñas cosas, y cuando avanzás, retrocedés… Lo que te da es un sentido, el sentido del camino de la transformación, pero alivio no. A mí me dio un sentido, yo me dije: si yo estoy viviendo esta realidad tan terrible que me dejó con algo tan raro como es que un hijo se muera antes que vos, algo que es poco natural, entonces te da el sentido de decir: «Esto hay que cambiarlo», desde la trasformación social para crear conciencia , desde lo legal, desde lo jurídico, desde lo cotidiano… Y también hay otro aspecto que yo empecé a ver con el tiempo que es encontrar el sentido a las cosas, un sentido que tiene que ver con el cambio y no con la venganza. Porque al principio, uno se llena de odio y la verdad es que la venganza no es lo que sirve. Lo que sirve es la transformación, sino terminaríamos matándonos los unos a otros, y eso es algo que al principio no se ve con claridad y que me parece que yo lo he podido lograr y que muchos no pueden. Entonces creo que tengo que seguir insistiendo en esto de llevar una posibilidad más pacífica al cambio. Antes no lo veía tan claro, pero ahora es así.