Titán, tú no te irás nunca
Por Luz Marina Fornieles Sánchez - Especial desde La Habana para Conclusión
- Opiniones
- Dic 4, 2016
Desde su salida de La Habana y hasta la llegada el sábado al territorio oriental de Santiago, fue rodeado de su pueblo. Hubo paradas en Santa Clara, la ciudad del Che; en Camagüey, localidad de grandes hijos de las guerras libertarias; en Bayamo, localidad Monumento donde nació el Himno Nacional y el padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes; y finalmente sus cenizas llegaron a la única Ciudad Héroe de Cuba: Santiago de Cuba, donde reposa ya Fidel, en la vecindad de José Martí, el Héroe Nacional.
Titán, hace días que te debía estas sentidas letras. Las tenía apretadas entre mi mente y mi corazón. No lograba superar la angustia de tu deceso el pasado 25 de noviembre y el blanco de la cuartilla frente a mi no me animaba. Ahora, en exclusiva para Conclusión, abro el desbordar de mis sentimientos más preciados sobre ti.
Pero, como tú nos enseñaste, hay que sobreponerse, levantarse y seguir. Fidel Castro, el nuestro, el de todos, eres despedido desde hoy domingo finalmente por el pueblo santiaguero, que en masas te rindió su modesto tributo, conforme lo hizo toda Cuba de mil maneras diferentes.
No te irás nunca, porque estás en toda la obra del proceso revolucionario, dentro y fuera de fronteras. Porque la historia te recoge incansable en tu lucha por el pueblo desde tus días de la Universidad, el clandestinaje, el Moncada, el yate Granma, la lucha en la Sierra…y así hasta el Primero de Enero de 1959, cuando anunciaste previsoramente que ahora comenzaba la etapa más difícil.
Fueron años de duro batallar en pro de salir del subdesarrollo, de lidiar con el vecino enemigo y su hasta hoy bloqueo imperial, de encontrarnos prácticamente solos cuando el Campo Socialista desapareció, lo cual no te tomó por sorpresa, pues con tu inteligencia fuiste capaz de prever lo que se acercaba.
Por mis faenas como periodista te tuve muchas veces cerca, pusiste tu mano en mi hombro, contestaste bien bajito, como solías hacer, las preguntas que te hacía; y fuiste un eterno ejemplo. Seguí decenas de tus discursos con mis signos taquigráficos y nunca dejaste de impresionarme por tu capacidad de discernir y proponer soluciones, por tu valentía de criticar lo que así se lo merecía y ser, por sobre todas las cosas, un gran humanista.
Desde siempre te hemos visto como el gigante que sigues siendo hoy. Fidel, tu nunca te irás. Estarás eternamente junto a tu pueblo.
Apoteosis de amor
¿De verdad alguien cree que es posible forzar, inducir o simular una apoteosis de amor como la vivida estos días en Cuba? Amor de todo un pueblo, expresado de todas las maneras: el tierno gesto de un niño, la voz rota de un anciano, la canción alada, el verso, la flor, el grito, la promesa, el llanto desgarrador, el silencio, las plegarias…
Una explosión de sentimiento recorre y estremece esta tierra bendita, que necesitó menos de un siglo para parir dos gigantes y ve hoy plazas y calles desbordadas, gente de todas las edades apretujada en filas interminables y soportando estoica el sol, la lluvia, lo que venga, con tal de no fallarle al padre-hermano-amigo-jefe-compañero, de estar ahí y acompañarlo en este viaje.
En la vida hay que saber ser agradecida, me ha dicho siempre mi madre, y no habla, por supuesto, de devolver un favor ni de ser adulona o servil ni de encontrar la manera de zanjar lo más pronto posible cualquier obligación, para no tener que deber nada a nadie.
Hay deudas de amor. A quienes siembran, albergan y atizan odios, no creo que les importe. A los bien nacidos sí, y para nosotros no tienen fecha de caducidad ni precisan de pagarés ni más fiador que el corazón.
Lleva razón Diego Armando Maradona cuando afirmó que no es un compromiso lo que lo ha traído, no vino por “cumplir”, sino para estar cerca de su “segundo padre”, y junto a un pueblo que siente suyo, porque Fidel y Cuba lo ayudaron, se la jugaron por él cuando, incluso en su propio país, se le cerraban todas las puertas.
Y razón lleva también el poeta cuando dice al que parte: “Hombre, los agradecidos te acompañan”. Testimonios hemos escuchado ni se sabe cuántos en estos días, de acá y de todas partes.
Sus compatriotas le agradecen esta Cuba libre, digna y soberana; los humildes reconocen que la Revolución los sacó de un infierno y los hizo personas. “Le debo cuanto soy y como soy, el haber podido estudiar, hacerme un profesional y realizar mis sueños”, aseguran muchos.
Dicen que de ingratos el mundo está lleno. No sé, pero respecto a Fidel, lo que no faltan son voces para expresar respeto y eterna gratitud por la ayuda a este pueblo y aquel otro ante un desastre natural o una epidemia, la decisiva contribución a la independencia de África y al fin del Apartheid, la atención gratuita a miles de niños afectados por el accidente nuclear de Chernobil, proyectos como la Escuela Latinoamericana de Medicina, el ejemplo de resistencia y de lucha, las enseñanzas, la solidaridad como bandera, el apoyo a procesos clave para nuestra región, como la integración y la Revolución Bolivariana…
Los homenajes no cesan. Los mensajes y las condolencias tampoco. Muchos -y eso incluye a jefes de Estado y de Gobierno y a personalidades de todos los ámbitos- han querido trasmitirlos personalmente y aquí están. Nuestras embajadas semejan altares, llenas de cirios y flores.
Cobijado por el más puro y fiel amor, multiplicado en millones, regresó Fidel y avanzó victorioso por Oriente rumbo a la heroica Santiago, la Cuna, para seguir haciendo Revolución y anunciando alboradas.
Este domingo cuatro de domingo sus cenizas fueron depositadas en su espacio final en el cementerio de Santa Ifigenia, en una sencilla ceremonia, íntima y con solo la presencia de sus familiares y más allegados. Afuera el pueblo, en silencio, siguió de cerca, aunque lejos, la despedida para siempre de Fidel.