Un libro reconstruye el asesinato de Cabezas, la historia que marcó al periodismo argentino
Se van a cumplir 20 años del asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas en Pinamar. Su compañero de aquella funesta cobertura, Gabriel Michi, acaba de publicar el libro “Cabezas, un periodista, un crimen, un país”.
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- Nov 27, 2016
A casi 20 años del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, el 25 de enero de 1997, su compañero de aquella fatídica cobertura en Pinamar, Gabriel Michi, acaba de publicar el libro “Cabezas, un periodista, un crimen, un país”, donde reconstruye no sólo los hechos y el contexto político de ese momento sino que incorpora una exhaustiva investigación sobre la causa judicial y el derrotero de las empresas del empresario Alfredo Yabrán.
“La idea de escribir este libro me estuvo rondando durante mucho tiempo. Más allá de mi relación personal con José Luis, que era mi amigo, y de que de alguna manera fuí protagonista de mucho de los hechos, el objetivo de este trabajo es por un lado mantener viva la memoria de lo que pasó, de la dimensión humana de esta tragedia, que una bisagra en la historia del periodismo en democracia, y de cómo era el país en ese momento”, dijo Michi a una agencia de noticias nacional.
Las estructuras mafiosas que salieron a la luz con el asesinato de Cabezas; la estructura de protección que el poder político de entonces, bajo la presidencia de Carlos Menem, montó en torno a Yabrán, la “maldita policía” bonaerense y sus vínculos con el delito son algunos de los puntos que recorre el extenso libro, de casi 500 páginas.
El libro contiene las voces de los hijos de José Luis Cabezas, quienes hablan por primera vez. “Para ellos fue muy difícil no sólo porque perdieron a su padre, sino por el hecho de ver que ese padre se convirtió en un símbolo, que su nombre está en plazas, en homenajes y en la presencia constante en el gremio de prensa, que nunca dejó de recordarlo”, dice.
Pero aparte de la dimensión humana, el trabajo de Michi también contiene la historia actualizada de los asesinos, que ya cumplieron condenas, y también qué pasó con la riqueza de Yabrán, ese imperio que continúa activo.
“Desde el gobierno de Menem se intentó mantener impune el asesinato de José Luis, protegieron a Yabrán aún cuando arreciaban las pruebas, hasta que la reacción de la sociedad, y sobre todo de los periodistas, le resultó insostenible y le soltaron la mano”, agrega el autor.
Michi señala que en la elaboración de este trabajo fue complicado “meterse en la cabeza de un tipo como Alfredo Yabrán, que llegó a decir abiertamente que ‘el poder es tener impunidad’” lo que explica que “cuando sintió que le habían soltado la mano, que se le venía todo en contra y que no sólo podía perder todo sino que terminaría preso no se lo bancó y se suicidó. Tal vez porque entendió que le había dejado de resultar útil a la mafia”.
En el libro hay datos olvidados o que se mencionaron en crónicas de la época, pero también hay documentos, como los memos de la DEA (la oficina de drogas de los Estados Unidos) donde figuran las vinculaciones de Yabrán y de su entorno con el narcotráfico.
“Pero curiosamente en Estados Unidos cuando se logró desvincular a Yabrán de empresas de ese país dejaron de interesarse”, acota.
Si bien el libro acaba de llegar a librerías, Michi destaca que ya tiene signos del interés que está despertando este trabajo dentro del mundo periodístico. “El crimen de José Luis fue un antes y un después en el trabajo de los periodistas, y la reacción monolítica de la prensa de ese momento para que la investigación no se cayera, para que no la pudieran sofocar, fue determinante para que no volviera a ocurrir un episodio de semejantes características”, explica Michi.
Por esta razón, uno de los capítulos de “Cabezas” está dedicado a la cobertura que hicieron periodistas de todo el país en la ciudad de Dolores, donde se instruyó el juicio. “Todos luchando por lo mismo, más allá de la competencia entre medios, de las distintas posturas ideológicas, de las características personales”.
“Esos colegas modificaron sus vidas para hacer esa cobertura, se instalaron en Dolores, que fue como trabajar en un campo minado, y ahí no hubo fisuras. Se unieron, trabajaron juntos, se protegieron unos a otros y dieron una lección de cómo se debía hacer periodismo en una situación tan límite”, evoca el autor.
Télam consultó a Michi sobre qué significa esta historia, tan vivencial para muchos periodistas, para las nuevas generaciones de trabajadores de prensa. “Cada vez que me invitan voy a hablar con estudiantes de periodismo y cuando contás los detalles te miran como si estuvieras contando una ficción”, relata.
“Pero lo que busco es que los estudiantes dimensionen el rol social del periodismo, que no es un atajo para ser famoso sino que tiene que ser una función social muy fuerte, que en este caso fue llevado a un extremo porque terminó muriendo un periodista”, agrega Michi.
“Lejos de desaparecer el imperio Yabrán se recicló en otras empresas, no tan conflictivas, más vinculadas al turismo y a los negocios financieros. La mayoría de estas empresas están radicadas en Uruguay, adonde se trasladaron sus herederos, pero están muy presentes en la Argentina”.