MARTES, 19 DE NOV

Violencia escolar: “Hay que aprender a observarse y retirarse de la discusión”

Los conflictos entre adolescentes en el ámbito escolar se reiteran con una frecuencia inusitada. Para analizar la situación, poder identificarla y buscar posibles soluciones, Conclusión dialogó con el psicólogo y coaching ontológico Alejandro Litmanovich.

Por Alejandra Ojeda Garnero

Tras los numerosos y reiterados casos de violencia escolar conocidos en lo que va del año, crece la alarma y preocupa la forma sobre cómo poner un freno a esta problemática que genera consecuencias en muchos casos, muy graves.

La mayoría de los casos son filmados por lo propios compañeros para luego viralizarse por las distintas redes sociales. El derrotero comenzó en la escuela 632 donde dos adolescentes se golpearon salvajemente. Otro caso se registró en el colegio 328 de Puerto General San Martín donde dos chicas se trenzaron a golpes en la puerta del establecimiento. En la ciudad de Álvarez dos estudiantes se tomaron a golpes de puño en el colegio Jorge Newbery y en San Lorenzo un menor llevó una escopeta de fabricación casera al aula. Días después un alumno de la escuela San Francisco Solano le fracturó la mandíbula y le provocó la pérdida de varias piezas dentales a un compañero que le había hecho una broma. Finalmente, en la escuela Crisol, una chica agredió a una compañera con un elemento cortante y le provocó varios cortes en el rostro, cabeza y brazos, pero lo más grave del caso es que uno de los puntazos le atravesó el globo ocular y puede perder la visión de un ojo.

Para definir, contextualizar, tratar de entender y prevenir este tipo de reacciones, Conclusión dialogó con el psicólogo Alejandro Litmanovich quien consideró que para comenzar a trabajar la problemática “sería importante, en la escuela poder incluir como materia la inteligencia emocional porque si no enseñamos a manejar o a liberar las emociones vamos a reaccionar muchas veces y una persona que reacciona es una persona que tiene una frustración”.

En muchos casos, la frustración se debe porque “muchas veces la persona está estresada y el origen de esa frustración puede ser no tener cubiertas algunas necesidades. Por ejemplo en el modelo de Marshall Rosenberg, que se trabaja mucho en la escuela, porque se ocupa de la comunicación no violenta y sostiene que todos los seres humanos tenemos las mismas necesidades, todos tenemos la misma necesidad de alimento, de descanso, de aprendizaje, de recreación, de proyectos propios, de autonomía y hay algunas necesidades que son de conexión”, explicó Litmanovich.

Estas necesidades que en muchos casos no son cubiertas generan reacciones negativas, pero la cuestión también pasa por la aceptación del otro, y el profesional plantea que “necesitamos que los demás tengan empatía con nosotros, que se imaginen en nuestro lugar, necesitamos ser apoyados, pertenecer porque somos seres sociales y necesitamos esa pertenencia y compañía, necesitamos cooperar unos con otros, necesitamos sentirnos respetados y cuando eso falta, tanto en el ámbito del hogar o en la misma institución escolar, puede haber distintas salidas para suplir esa falta”.

Según Litmanovich las reacciones que generan estas faltas pueden ser diversas, “algunas personas se ponen ‘muy para adentro’, otras se ponen tristes y no se pelean, no reaccionan pero sin embargo sufren”, aclaró.

Para citar algunos ejemplos se puede mencionar “el caso de Pantriste, otros protagonizados por adultos y también de jóvenes que se tragan todas las cosas que les hacen, silenciosamente”.

Si bien las causas pueden ser diversas, el punto central se encuentra en que “si en la escuela y en las casas no se les presta atención sobre lo que está pasando en su mundo interior y un día después de acumular tanto dolor, tanta frustración, el chico explota”, y así surge la reacción violenta.

“Otra cosa importante para señalar es la cuestión de dejar de lado el fanatismo, de querer tener razón”, remarcó Litmanovich.

En algunas ocasiones la tendencia a imponer cada uno su propia postura genera rispideces y así aparece la frase, “‘yo tengo la razón’ y muchas veces las disputas son por eso, lo mío es la verdad y nada más que la verdad y la estrategia trágica para satisfacernos o coincidir en un punto de vista es llevar un cuchillo y clavárselo alguien”.

En este sentido el profesional manifiesta que “es una lucha de egos, a ver quién tiene la razón y la estrategia es a través de la violencia, es querer imponer y cuando uno quiere imponer no existe conversación posible, existe yo te quiero imponer mi punto de vista y lo tenés que aceptar y si no lo aceptas voy a buscar que lo aceptes de cualquier manera y generalmente es de manera violenta”.

La posible solución para poner fin a este tipo de reacciones es “la educación emocional porque es importante para poder saber frenar esta situación, porque llega un momento en las situaciones de discusión en la cual no hay retorno, hasta determinado momento se llega mantener la emoción, estás enojado pero te calmas, no das un paso más que el de la agresión física, entonces hay que aprender educación emocional porque en todo proceso de aprendizaje lo que se busca es que en determinado momento uno pueda observarse y retirarse de una discusión, no seguirla porque una vez que la seguiste no tiene retorno”, explicó.

En los adultos también pasa “la violencia doméstica y en la calle, como ejemplo se puede citar la película Relatos Salvajes, cuando los dos automovilistas se persiguen por una discusión de tránsito y no tiene retorno. Hay que enseñar a retirarse de una discusión y enseñar que la vida no pasa por tener razón sino por ser felices”, destacó Litmanovich.

Para redondear la idea, el profesional resaltó que “hay necesidades que los seres humanos buscamos satisfacer y el problema se da en la estrategia que utilizamos para satisfacer esas necesidades”, y a modo de ejemplo agregó que “si tengo sed y en vez de ir a abrir una canilla rompo la calle para que el agua salga el caño, esa no sería la mejor estrategia para satisfacer las necesidades. Hay que cultivar el hábito de que cada uno pueda mirar para adentro saber que siente, que piensa, que necesita y cómo lo pide. Esa es la base del modelo de comunicación no violenta, el origen de esta situación es que hubo una pérdida de valores y una pérdida de contacto con uno mismo. Hay que enseñar a mirar para adentro y así vamos a cultivar una sociedad menos violenta. Porque cuando se logra tener la mente menos estresada se pueden ver mejor las cosas”.

Por otro lado, mencionó el trato que reciben algunas personas desde niños, cuando “hubo rechazos en la misma infancia o en la adolescencia o en la casa los etiquetan, el chico comienza a tener una visión distorsionada y allí empieza a tener una frustración contenida y eso se puede disparar en ser mal canalizada a través de formas trágicas”.

Ante el planteo sobre qué se lleva a un chico a poner un cuchillo adentro de la mochila y después sacarlo y apuñalar a un compañero, dijo que “a ese chico lo impulsa haberse quedado enganchado con algo que pasó, a lo mejor el día anterior o la semana anterior sea con otros chicos o en sus hogares, entonces  la persona queda en este círculo y su mente está llena de pensamientos desagradables, de venganza”.

La respuesta equivocada a un conflicto se debe a que “te quedaste mal por algo y si no tenés una herramienta que te ayude a calmarte, que puede ser una conversación con alguien, sobre todo con uno mismo para tranquilizarse, para ver con claridad la cuestión estás a un paso de hacer cualquier cosa, es un círculo vicioso que se da porque los padres han perdido la autoridad  y los chicos no tienen miedo o temor a las consecuencias de lo que pudieron haber hecho”.

“Esto es un fenómeno que se llama simetría de los vínculos entre padres e hijos, es decir en vez de ser padres e hijos son pares y si se tratan de Igual a igual, como si fuesen amigos. En otro momento, en otras épocas había otro modelo de mayor autoridad y era hacerlo porque yo lo digo y punto, y así funcionaba y el otro extremo se da hoy cuando el padre dice no pasa nada y ni siquiera te muestra las consecuencias y el chico no tiene consecuencias de haber hecho algo, entonces se perdió el rumbo”.

La recomendación en estos casos “es conversar, que haya asimetría, conversar naturalmente, que haya jerarquía y aprender a poner límites con amor y firmeza.  Por otro lado no aplicar la violencia, porque si se incrementa la fuerza en el castigo, también genera más violencia. Hay que entender qué está necesitando esta persona, en este momento, en esta situación específica” y finalmente remarcó que “es importante trabajar en la prevención basado en la conversación y al margen del conflicto en sí mismo lo importante es detectar en las personas las necesidades, porque tal vez esa persona sólo necesita ser escuchado, acompañado, un abrazo y si eso no está en la escuela o en los clubes o en los lugares donde frecuentan los adolescentes, si no está cubierta esa necesidad después vienen las estrategias trágicas para resolver los conflictos”, concluyó.

Alejandro Litmanovich. Psicólogo Matrícula 1602 y Coaching ontológico profesional

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