El Bronx: de la violencia intestina a la explosión cultural
Acunando un pasado violento, este barrio de Nueva York buscó cambiar su imagen a través de la invasión cultural. La tierra de Chazz Palminteri, Colin Powell y Big Pun entre otros, cuenta su historia.
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- May 1, 2018
Por Alejandro Maidana
Barrios sin ley, choque de pandillas, droga, robos y asesinatos formaron parte del cuadro que pintaba el Bronx allá por los ’80. Un lugar que no invitaba siquiera a ser visitado por los turistas, una tierra en donde lo prohibido, jugaba a las cartas con la sangre derramada de manera permanente.
Si bien la realidad del mismo dista de la narrada en películas, cortos o historias de café, el Bronx esconde esa mística que lo hace tan aterrador como atractivo. Cuna del hip hop, el Estadio de los Yankees y la casa donde Edgar Allan Poe pasó sus últimos años, el Bronx invita a recorrerlo de punta a punta, si bien su parte sureña requiere aun de mucho cuidado.
Este barrio tiene también su propia Little Italy (Barrio Belmont), la que para muchos neoyorquinos es la verdadera pequeña Italia. Un pasado no muy lejano ligado a las pandillas y al pulular de la mafia, hicieron de este lugar de más de un millón y medio de habitantes, un paraíso tentador para las obras hollywoodenses.
La historia de la mala fama de El Bronx, viene precedida de una cruda realidad. Y es que hace muchos años, se necesitaba llevar gente a la guerra, y el Estado ofreció ayuda de comida, vivienda y asistencia social a los que fueran a ella y a sus familias, para lo que edificó viviendas destinadas a este fin en el lugar.
Como en todas las guerras, el número de víctimas era alto, lo que provocó un amplio número de niños huérfanos en la zona de El Bronx, que crecieron en la calle, buscándose la vida como podían. Los mismos se iban agrupando en pandillas que a su vez, se iban adueñando de diversos lugares del barrio haciéndolos suyos y controlándolos bajo sus normas. El hombre lobo del hombre, el comienzo de una marginalidad que se transformó por decantación en violencia.
El ritual de iniciación pandillero era verdaderamente duro, las mujeres debían acostarse con varios hombres para poder ingresar, siendo que para estos últimos lo que les esperaba era la tolerancia al dolor. Debían aguantar las torturas propinadas por los mismos pandilleros, incluso también se les encomendaba dañar o en el peor de los casos, asesinar a un familiar cercano. Fueron 5 las pandillas dominantes, y cada una ostentaba de un líder dominante y de 7 cabecillas, siendo 13 el total de violentos.
Tanta era la violencia, tamaño fue el derramamiento de sangre, que la Jane Addams High School, la principal escuela del barrio, debió poner un detector de metales en su ingreso. Enfrentamientos y apuñalamientos dentro sus aulas, supieron ser moneda corriente.
Big Pun
Cristopher Ríos nació en una comunidad de latinos en el Bronx el 10 de noviembre de 1971, este rapero de padres puertorriqueños emergió en la escena del Bronx a finales de los 90. “Big Punisher”, abreviado Big Pun, luchó durante toda su vida con los problemas que los originaba su sobrepeso.
El 7 Febrero de 2000 Pun sufrió una falla respiratoria seguida de un fatal ataque al corazón mientras se quedaba temporalmente con su familia en Crowne Plaza Hotel en White Plains, New York. Pun fue declarado muerto en el hospital después de que los enfermeros no pudieron revivirlo. Big Pun obtuvo su peso máximo en el momento de su muerte, inmanejables 317 kg. Fue cremado días después.
Las paredes de este lugar emblemático de Nueva York, lo recuerdan de manera constante, como así también, cada rima que emerge desde los suburbios.
Los seguidores de Pun alaban sus complejas combinaciones de rimas, su excesivo juego de palabras, la habilidad con que mantenía el ritmo y su implacable flow.
Amadou Diallo
Nacido el 2 de septiembre de 1975, fue un joven inmigrante guineano de 23 años de edad que murió asesinado el 4 de febrero de 1999 por los 41 disparos realizados por cuatro agentes, de la extinta Unidad de Crímenes Callejeros, del Departamento de Policía de Nueva York que estaban de servicio.
Estos eran Sean Carroll, Richard Murphy, Edward McMillon y Kenneth Boss. El hecho tuvo lugar en el número 1157 de la Avenida Wheeler, en la parte sureste del Bronx. Por este asesinato se celebró un juicio en Albany, capital del Estado de Nueva York en el que los cuatro agentes quedaron libres de toda culpa.
Amadou Diallo estaba desarmado en el momento de los hechos, lo que propició que hubiera una gran controversia y una total indignación tan pronto se conocieron los hechos tanto dentro como fuera de Nueva York. Asuntos como brutalidad policial, discriminación racial y «tiroteo contagioso» (un agente dispara cuando ve disparar a otro), fueron determinantes para que apareciera dicha controversia.
Algunos se animaron a contar que encontraron plomos hasta en sus pies, una ejecución manifiesta que sirvió para que el alcalde de ese momento tomara la decisión de decretar, “tolerancia cero” tanto para los delitos, como para el accionar abusivo de la policía.
Jonathan , el niño que vive en los grafittis
La historia de Jonathan, un niño de 6 años de origen asiático que encontró la muerte gracias a una bala perdida, es una de las tantas que tiñe de rojo el derrotero de este lugar. El tiroteo desatado entre una pandilla y la policía, sería el escenario macabro de su deceso. Profundo fue el dolor originado en el Bronx por la pérdida de Jony, que aquel día jugaba inocentemente en la calle de su barrio. Un grafitti lo recuerda con su perro y su play station, sus dos grandes pasiones.
La parte más “chunga” como llaman al sur del Bronx, ha cambiado radicalmente. La invasión cultural fue una de las mejores inversiones realizadas por el estado para apalear la falta de oportunidades que desemboca sin atenuante alguno, en la delincuencia.
Hoy el sur del Bronx ha cambiado, ahora lo llaman «SoBro» y cuenta con bares de sushi, lofts y hoteles boutique que atraen turistas europeos. La valiente decisión tomada un día por el alcalde de estas tierras, propinó el cambio que hoy se palpa y disfruta. La reunión lo encontró en soledad con 400 pandilleros, la conclusión del cónclave fue concreta, el difícil acceso a la educación era el detonante de los tiempos violentos que se vivían.
La explosión cultural de los ’90
Después de sondear en profundidad las inquietudes de estas bandas del submundo, se inyectó el antídoto más eficaz, la cultura. Grafittis, hip hop, salsa, el recupero del jazz, fueron las atractivas propuestas que el gobierno pudo canjear a cambio de que se termine con el reclutamiento de jóvenes para transformarlos en pandilleros.
Ese fue el camino, el pacto, hoy la mayoría de los chicos están escolarizados y desde todos los puntos del país, buscan profesionales médicos del Bronx, a sabiendas del enorme sacrificio y vocación de aquellos que decidieron darle una vuelta de campana a su vida.
Los famosos nacidos en el Bronx
Uno de los más célebres vecinos del Bronx, Al Pacino (1940), halló su vocación en la terraza de su edificio. En las tardes de verano subía con su abuelo, llegado desde Sicilia, pasando primero por Harlem. «Mi abuelo era un gran cuenta cuentos. Yo le escuchaba», evoca con admiración.
«Era hermoso eso de tener el mundo en el terrado¿ Se ponía el sol, veías el Empire State y la línea del horizonte desde el South Bronx. Imagina, todos esos que habían venido de diferentes partes del mundo estaban ahí. Al anochecer había esa cacofonía de voces. Escuchabas diferentes acentos. Italianos, judíos, irlandeses, polacos, alemanes. Era como una obra de Eugene O’Neill».
Ese asesinato lo divulgó en una narración, Un cuento del Bronx, que Robert de Niro adaptó a la pantalla. Chazz Palmintieri asegura que lo plasmó todo como ocurrió, excepto un detalle. En su redacción, él declara a la policía tras el tiroteo. En realidad, su padre lo impidió. «Vinieron los agentes y mi padre les dijo que yo era un niño y no había visto nada», devela. Pasados los años, habló de su experiencia a un psiquiatra, quién le despejó la duda. «Te traumatizó,por mucho tiempo rondó por tu mente, por eso lo escribiste y lo transformaste en arte».
Colin Powell, el general de cuatro estrellas contó: “Hacíamos volar las cometas desde el terrado y atacábamos las de los otros, intentando destrozarlas”, es evidente que su vocación de guerra lo acompaña desde los primeros días de vida.
El Bronx también supo cobijar talentos artísticos como Jennifer López, Romeo Santo y Prince Royce entre tantos otros. La historia del Bronx no hace otra cosa que sentar un nuevo precedente sobre que herramientas se deben utilizar para acabar con la violencia. No existe salida alguna militarizando las calles, el antídoto más eficaz, sigue siendo el armamento cultural.